Capítulo VI - Trato

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Después de compartir unas últimas palabras con Antonella Mottet, salieron de aquel edificio. Edward los esperaba fuera el automóvil de Malfoy.

– Necesito caminar un momento, espérame aquí – ordenó Malfoy.

Granger arrugó la nariz al interpretar entre líneas que aquella orden tal vez también la incluía. Draco se alejó y la castaña lo observó irse.

– ¿No tiene hambre, señorita?

Hermione volteó a ver inmediatamente a Edward – muero de hambre ¿conoces algún lugar donde comer aquí? – dijo con ímpetu.

– Cerca de la iglesia que pasamos hay un pequeño restaurant, si gusta puedo llevarla – Edward sonrió.

– Sí, por favor – agradeció Hermione con una sonrisa. Al llegar ambos bajaron del auto – ¿quieres algo? Voy a pedirlo para llevar, no quisiera que Malfoy vuelva y no nos encuentre.

– No, señorita. Precisamente aquí compré algo para comer hace un rato. Estoy bien, gracias.

– ¿Seguro?

– Muy seguro, señorita Granger.

– De acuerdo, no insistiré – Hermione entró al lugar y luego de revisar la carta pidió dos emparedados distintos para llevar. Esperó unos minutos antes que su orden le fuera entregada. – Listo, volvamos – le indicó Hermione a Edward. Mientras iban de camino, distinguieron a Draco Malfoy sentado en una banca del atrio de una pequeña iglesia. – ¿Puedes detenerte? – Pidió Hermione al chofer. Edward obedeció y ella bajó del vehículo. La castaña cruzó la calle y se dirigió a donde estaba Malfoy.

– Debí ser más claro con el hecho de que me esperaran en el orfanato.

– Te dirigiste a tu chofer, no a mí... además dijiste que ibas a caminar y yo te veo sentado, así que la próxima vez, debes ser más preciso.

Draco miró de mala manera a Hermione, quien trataba de ocultar una sonrisa – ¿tienes hambre? En la mañana comimos lo mismo y yo me estoy muriendo de hambre – Hermione enseñó las bolsas de papel con los emparedados – ¿Jamón serrano o pollo? – Draco negó y desvió la mirada. – De acuerdo, tomaré el de pollo – y sin invitación, Hermione se sentó a un lado de Malfoy.

– No necesito tu lástima, Granger – habló cansino.

– No te tengo lástima, Malfoy... es lo último que podría sentir por ti. – Hermione se acomodó la falda y se desabrochó el abrigo para estar más cómoda. Malfoy la vio de reojo – tampoco quiero seducirte – aquella frase hizo que él se girara completamente para verla. – No sé si no te quedó claro antes, pero en verdad quiero hacer bien mi trabajo y para eso necesito que colabores, así que si algo está pasando contigo debo saberlo.

– Tienes muchas agallas, Granger... y te has vuelto muy cínica, además.

– No he vivido veintinueve años en balde, Malfoy – Hermione se cruzó de piernas y observó al rubio.

Malfoy suspiró resignado. – ¿Esos veintinueve años no te han enseñado que no siempre puedes ser la heroína? Podrías simplemente limitarte a hacer tu trabajo como asesora, realizar la observación del caso y finalmente escribir un lindo informe a Shacklebolt... ¿para qué involucrarte más de lo necesario? Porque seamos honestos, no tienes por qué estar aquí tratando de averiguar qué es lo que me pasa... ¿o es que acaso SÍ quieres seducirme?

Hermione no se amedrentó – no quiero ser una heroína, Malfoy... quiero tener certeza sobre el bienestar de los niños. Sé que ellos te importan más de lo que desearías admitir, pero no es suficiente... ¿tan grande es tu orgullo como para no aceptar una ayuda desinteresada?

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