capítulo doce.

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Los sonidos sordos que los nudillos de Bang creaban al impactarse contra la saca de boxeo sonaron por todo el gimnasio, sus jadeos y gruñidos acompañaban ese singular compás. Su estrés parecía desfogarse demasiado lentamente contra la pera, y él necesitaba que todos esos tormentosos sentimientos salieran de su sistema como el sudor que bajaba por su cien.

Desde hace un par de días estaba así y no podía deberse sino a su siguiente gran pelea que se llevaría a cabo la noche siguiente. Bang Chan quería ganar, no sólo porque el premio fuese de diez mil dólares, sino porque su orgullo así se lo exigía. Era un excelente boxeador, y no lo decía sólo él sino aquel sinnúmero de fanáticos que ganó por su destreza en el ring, y no estaba dispuesto a llamarse perdedor. Así que para asegurar su victoria venía entrenando días enteros, hasta que sus nudillos sangraban y ni aún así parecía querer detenerse. Changbin ya lo retó un día cuando Bang estuvo a poco de desmayarse. Bang Chan no era de hierro y parecía llegar a su límite. Eso era preocupante porque no sólo se trataba de la salud del hombre, sino que de seguir así no ganaría la tan ansiada pelea.

- Deberías detenerte -le habló una voz a la espalda, y Bang Chan la hubiese ignorado sino fuese que aquella voz era del pequeño chico que a veces veía bailar en aquel bar tan refinado. Felix.

Dándose vuelta se enfrentó a la dulce presencia del muchacho, vestido de negro y rosa dándole ese típico aspecto de niño rico mimado. Bang Chan esbozó una sonrisa, pero se dio vuelta nuevamente y continuó golpeando la saca. Escuchó un bufido a su espalda.

- Dime, ¿golpearás ese saco hasta que la mano te sangre?

Con la mirada baja, Bang Chan revisó sus manos y notó la sangre sobre sus nudillos. Gruñó. Pero su terquedad pudo más y continuó.

- ¿Qué haces aquí? Si buscas un espectáculo, lamento decirte que no doy demostraciones privadas.

- No vine por eso. Changbin me llamó y me dijo que estabas desquiciado; quise creer que exageraba, pero veo que no se equivocó, ni un poco.

- ¿Por qué Changbin habría de llamarte?

- Tengo esa misma duda. Aunque, al parecer, cree que yo puedo hacer que dejes de boxear y que descanses.

- ¿Y crees que eres capaz de eso? -se burló Bang, sujetando con sus manos la pera de boxeo para detenerla. Se dio vuelta, agitado y jadeante, empezó a retirarse las vendas de las manos, aquellas que tenían grandes manchas rojas por la sangre.

- No, pero me pareció divertido venir y ver cómo te destruyes -respondió altanero con una sonrisa amplia en su rostro.

- Se llama entrenamiento, niño, y lo hago para una pelea importante.

- ¿Y de verdad piensas que vas a ganar si sigues así, degradando tu salud? Apostaré a que antes de que te subas al ring ya habrás sido noqueado, pero por tu propia negligencia.

Bang Chan se preguntó a qué se debía esa nueva faceta de Felix. Ser tan confiado, arrogante y sarcástico no era su estilo, mas bien lo era ser más dulce y dócil. Un sumiso como a Bang Chan le gustaba, aunque no podía mentir y decir que esa faceta arisca no le ponía mucho. Cuanto quisiera domar a ese gatito salvaje, ponerlo sobre su vientre, con el culo levantado meneándolo para su amo.

- ¿Tienen un botiquín aquí? -preguntó con franca curiosidad.

Bang Chan largó una carcajada.

- Sí. No somos animales que se lamen las heridas.

- Pues tu sí pareces uno.

Felix siguió al boxeador hasta la zona del bar de donde sacó una botella de licor transparente y el botiquín. El muchacho lo tomó y empezó a sacar lo que necesitaba. Alcohol, algodón y gasas. Tomó la mano de Bang Chan entre la suya, se sentí áspera, sudada y tan grande. Empezó a limpiar con alcohol las heridas mientras Bang Chan tomaba de la botella de licor.

fight for love › chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora