capítulo catorce.

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Otra vez como hace muchas noches, Bang Chan estaba en aquel bar lujoso a la expectativa de ver a Felix salir a danzar. Según escuchó del barman, el joven esa noche daría una presentación muy especial y él no podía esperar a verlo.

Cada una de las noches que fue a verlo no fue otra cosa sino un impulso fortísimo de su cuerpo movido por las ansias de su corazón. Sus piernas se movieron por inercia, caminando hasta su motocicleta, conduciendo por la ciudad hasta el barrio de Gangnam, y hasta verse dentro del club frente al escenario donde un joven danzaba sin saber que tenía un espectador muy fiel.

Y siempre al terminar la noche su mente le cuestionaba la razón de aquellos deslices, le recriminaba su actuar y no era capaz de él darle una respuesta. Se juraba que a veces sólo se dejaba llevar y no pensaba lo que hacía, pero esa excusa le sirvió las primeras dos noches, mas ahora que llevaba ya dos semanas frecuentando el lugar, ni él mismo podía creer esa triste historia.

Las luces se encendieron en el escenario y música gitana empezó a sonar. Entre una muralla de humo apareció Felix, vistiendo un top de encaje y bordados floreados con mangas debajo del hombro, y una falda del mismo estilo que iba desde el hueso de sus caderas dando la ilusión de una mayor curvatura en su torso. Se veía precioso. Pero Bang Chan desechó ese juicio por no encariñarse con el muchacho. Así se empezaba, él lo sabía bien. Un comentario cariñoso y de un momento al otro ya estaba atrapado en una tormenta sin salida.

El cuerpo de Felix se movía con fluidez apasionante, saltando entre el humo y las luces como una gitana en medio de las fiestas, celebrando alrededor de las llamas de la hoguera.

"Eres extraño, y supongo que es esa extrañeza tuya lo que me cautiva", pensó, "pero no deseo seguir encandilado por ti y si no esto no se detiene, lo haré yo mismo".

Felix sacudió sus caderas, ondeando la tela de la falda de un lado a otro y enseñando por los costados sus lindas piernas torneadas.

Bang Chan fantaseó con volver a tener esas piernas apresando su cintura, empujándolo contra ese cuerpo para tomarlo a su antojo, para destruirlo en un mar de gemidos y gritos que lo hiciese llegar al climax. Su miembro estaba duro anticipadamente, quizás porque en esos días no pudo desfogar sus ansias sexuales, no desde la última vez que vio a Felix antes del encuentro de boxeo, y de eso iban ya cuatro días. Debía admitir que se encontró profundamente decepcionado al no encontrarlo en medio de la audiencia esa noche. Ver a Felix hubiese sido el premio perfecto para la pelea, aunque no tuvo esa suerte y hasta ahora podía ir a verlo. No quería admitir que lo extrañaba, tampoco, porque era tanto como encariñarse con alguien que nunca le pertenecería.

La música terminó igual que el show. Bang Chan suspiró y salió del club por la puerta alta que daba al balcón. Desde ahí la vista era esplendorosa. Las luces nocturnas eran como miles de luciérnagas en una oscura estela, apenas decorada con la rugosidad de los edificios. Le dio un trago a la botella de Heineken que tenía en la mano. El sabor se impregnó en su lengua y ardió en su garganta, pero era menos fuerte de cualquier otra cerveza que hubiese probado. Estaba solo en el balcón y eso le agradaba, sin embargo, su soledad la interrumpió una persona que caminaba en su dirección.

- Has venido a verme, otra vez.

Ugh. Entonces su plan de espía secreto hubo sido inútil desde hace mucho. Felix lo sabía todo y estaba ahí para confrontarlo.

- ¿En verdad creías que alguien como tú pasaría desapercibido aquí?

- Desentono bastante con los ricos estirados de este bar, ¿no es así? -gruñó, bebiendo nuevamente de la botella.

Felix sonrió y se ubicó al costado izquierdo del boxeador.

- La mayoría de hombres aquí visten de Armani, usan un rolex y tienen una chequera con diversas tarjetas, y sus bebidas son más selectivas que una Heineken. Tú eres un hombre que viste chaquetas de cuero, lleva el cabello revuelto y tiene un tatuaje a la vista; y pagas tus bebidas con un billete. Pero no estoy juzgándote, de hecho, fue por ello que noté tus visitas.

- Soy totalmente inesperado -se jactó Bang Chan.

- Concuerdo contigo. Ahora, dime, ¿por qué vienes siempre?

-... No lo sé -fue medio sincero-. Creo que he creado una maldita dependencia a verte.

- ¿Es eso malo? -se burló, aunque en su interior estaba muriéndose por la respuesta.

-Completamente. No me gusta.

Felix le quitó la botella de cerveza de la mano y bebió un largo trago, uno que le ayudara a pasar esas palabras, que le ayudara a digerirlas de la forma menos dolorosa. Estaba siendo rechazado de frente y a Bang Chan parecía no importarle. En sus ojos estaba la bruma oscura del dolor y de la incertidumbre.

- Entonces, quizás deberías dejar de venir -dijo, aunque quiso decir lo contrario, pero estaba guardándose algo de su dignidad para sí mismo.

- Tal vez -respondió vago-. Fue un buen show.

- Gracias. ¿Cómo estuvo tu pelea?

- Gané -resumió sin muchas ganas-. Esperaba verte ahí.

- Yo..., no sabía realmente si ir o no.

- ¿Por qué?

-... Porque quizás fuese molesto para ti verme ahí otra vez. Además, ya has dicho que no te gusta venir a verme.

Bang Chan terminó de beberse el contenido de la botella y la dejó en el suelo, entonces, exhaló un suspiro lleno de pesar. La voz de Felix sonó lastimada, rota, y Bang Chan juraba que fue por sus palabras, claro, era obvio. Pero no pretendía pedir disculpas porque, ¿qué argumento le daría? Era cierto que detestaba sentirse necesitado por verlo, ansioso ante su presencia. Era algo que no se podía disimular. Pero, aun así, le dolía escucharlo lastimado por su culpa, y quiso abrazarlo por un segundo.

- Pero lo necesito -replicó Bang Chan, sincerándose con el joven en contra de su buen juicio-. Deseo verte todos los días.

- ¿Estás ebrio? -quiso saber Felix, pasmado al escucharlo tan suelto sobre sus sentimientos.

- Sólo he bebido esta botella.

- Entonces, ¿por qué me estás diciendo esto?

- No lo sé. Tal vez sí estoy ebrio.

Felix rio suave.

- ¿Puedo pedirte un favor, Bang Chan? -preguntó Felix con voz dulce-. Cállate y dame un beso.

Bang Chan, sonriente, no pudo oponerse. Tomó a Felix por los costados del rostro, saboreando la cerveza en los labios de su amante, acariciando sus belfos con la lengua cual serpiente tentadora para dejarlo probar su lengua y jugar con ella. Las manos de Felix apresaron la cintura del boxeador, apretando fuerte la carne entre sus manos por los espasmos que electrocutaban su cuerpo.

- ¿Me odias?

-... No. Sólo no sé qué hacer contigo.

- No te estoy pidiendo nada -esclareció Felix, asustado de que Bang Chan pensara que sus intenciones eran las de un amante en una muy seria relación. Secretamente, así era, pero no le podía decir eso ni exigírselo porque no tenía ni el coraje ni la razón.

- Y espero que nunca me lo pidas.

"No. Nunca sería tan insensato como para pedirle el demonio un milagro, para pedirle a una serpiente que no lance su veneno, para pedirle a un hombre sin corazón que me ame. Y quiero olvidarte, pero hacerlo cuando estamos tan cerca es inútil como las lágrimas que noche tras noche derramo. No sé si amarte en silencio, o si odiarte desde lejos. ¿Hay acaso una diferencia?", pensó con sentimiento lastimero.

Felix agachó la mirada, mordiéndose la lengua las palabras que quiso soltarle a Bang Chan.

"Te odio. Odio quererte cuando tú eres una estoica estatua ajeno a mis sentimientos, desinteresado en saber si tus palabras me lastimas o no, y detestando tenerme en tu vida porque sólo he traído un torbellino que te descontrola".

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¡gracias por leer!

fight for love › chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora