08: Princes

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Yeonjun.

Beomgyu se había quedado dormido a mediados de la película. Le tomó una foto con su celular. No le dijo. Podía chantajearlo después. O simplemente tener la foto ahí.

Ambas opciones sonaban tentadoras.

Algunas semanas habían pasado desde aquello. Yeonjun le dijo a Beomgyu que tuvo que enviarle quince mensajes a Kai para que le perdonara por lo de la cafetería, y obviamente pagarle lo que le debía —Yeonjun pagó lo suyo al día siguiente del suceso.

Transcurría un lunes y Beomgyu no se había presentado en la escuela.

La mitad de las clases pasaron y fueron más aburridas de lo normal para Yeonjun. Se había acostumbrado a escuchar los comentarios sarcásticos de Beomgyu en varias de ellas y dado que se encontraba ausente, la única interacción que tuvo con otro estudiante fue una breve conversación donde solo le preguntaron: "¿Había tarea?", él solo negó. No hablaba si no era necesario.

Durante el receso estuvo con Kai y Soobin, lo cual fue menos incómodo de lo que pensó. Soobin era demasiado distraído como para darse cuenta de la forma en que lo miraba Huening.

—Oh, Kai, Sunoo dijo que hoy podías ir a comer —comentó Soobin, antes de darle un mordisco a su sándwich.

—¡Genial! —contestó este con una sonrisa, que después borró—. Lo siento, no puedo. Beomgyu no asistió hoy y debo llevarle los trabajos y tareas, al menos de las clases que comparto con él —explicó.

—Oh, entonces otro día será —dijo, restándole importancia.

Y Yeonjun tuvo la idea de hacer su acto bueno del día.

—Yo podría ir —dijo, terminando de beber su jugo.

—¿A la casa de Soobin?

—¡Sí...! Espera, no —se corrigió—. A la de Beomgyu, para entregarle los deberes. Yo comparto más clases con él, y así tú podrías ir a la casa de Soobin. Todos felices, ¿no?

—Suena bien —comentó Soobin.

Kai sonrió. —Está bien.

Beomgyu.

Realmente y contrario a muchas personas, Beomgyu disfrutaba los lunes. Su horario no era tan pesado y por las tardes tenía la casa para él solo, puesto que Yubin llevaba a las gemelas a su clase de ballet y Byulyi se iba a canto.

A Beomgyu le gustaban los lunes. Pero no el estar enfermo.

Sabía que el haber estado jugando con un perro callejero mientras llovía en su camino a casa no iba a traer buenos resultados.

Y aquí lo tenían, él en su cama con fiebre y la nariz tapada. Además de que había contagiado a Byulyi.

—Perfecto —decía su madre, mientras retiraba la mano de su frente—. Tu fiebre va bajando. Ya es hora de que me vaya, recuerda que Byulyi se quedará contigo. Yubin llevará a las niñas a sus prácticas, ¿bien?

Beomgyu asintió.

—También recuerda que Byul-

—Es más pequeña y por eso requiere más cuidados, sí, mamá, lo sé. Me lo vienes diciendo desde que tengo memoria —contestó, interrumpiendo a su progenitora, la cual rió.

—Ella ahora se encuentra durmiendo, así que no hagas mucho ruido. Trataré de regresar más temprano del trabajo, cuídate —mencionó la dulce mujer, antes de dejar la habitación.

Beomgyu suspiró cuando escuchó al auto arrancar.

Se disponía a seguir el ejemplo de su hermana y dormir un poco, pero unos suaves golpeteos en la puerta de su cuarto, seguidos de una cabecita asomándose de esta lo impidieron.

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