25: Bitter and sweetness

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C h o i Y e o n j u n.

—¿Por qué te distanciaste? —preguntó al instante, lo cual me alegró. Es decir, era medianoche, una tormenta se desataba afuera y lo único que quería era que Beomgyu me escuchara.

—Creo que es algo obvio que te incomodaba demasiado —respondí, él fijó su mirada en mí—, es decir, no estabas acostumbrado a mis mimos. Te incomodaban, pero yo siempre fui así de empalagoso.

—¿Y hasta ahora te vienes dando cuenta? ¿Cuánto ya pasó? —repuso—. Yeonjun, llegué a un punto, contigo, en el cual terminé amando lo que alguna vez odié.

—¿Estás diciendo que alguna vez me odiaste?

Asintió. —Sí, pero no te lo tomes mal. Yo odio a todo el mundo.

—Entiendo...

—¿Por qué tiraste la película? —siguió.

—¡Que yo no la tiré! —repliqué, pues si de algo estaba seguro, es de que yo no había tirado aquel regalo.

—¿¡Entonces quién!? —elevó su voz—, ¿¡el fantasma del niño que murió aquí!?

—¿Un niño murió aquí?

—¿Podrías centrarte en el tema principal, Yeonjun? —reclamó, estaba cansado.

—Es que lo que te estoy diciendo es la verdad, Gyu. Yo no tiré la película, ¿por qué lo haría? Tal vez tú mismo la tiraste, como siempre andas chocando con ese mueble...

—Eso es lo más ridículo que he escucha-... —Hizo una pausa. Frunció su ceño, mirando hacia dicho buró. Parpadeó—. Puede que tengas razón.

Abrí mis ojos. Solo había dicho eso como una suposición.

—Sí —siguió—, una vez iba atrasado a clases y me golpeé con él, y de hecho oí que algo se había caído pero como eran tus cosas no me importó.

Ahora que lo pienso, Yeonjun Holmes no queda mal. O Sherlock Choi.

—Otra —continuó Beomgyu—, esta tal vez suene estúpida pero, ¿por qué dejaste de decirme 'buenos días'?

—Porque nunca los contestabas —respondí simple, ignorando los rayos que se colaban por la ventana.

Creo que ignoró mi respuesta porque siguió con la siguiente pregunta. —¿Por qué... besaste a aquella chica?

Oh.

Ahí estaba.

Probablemente la pregunta más importante que tendría que responder en mi vida.

—Ella me besó —comencé—, se abalanzó contra mí, ocasionando que cayéramos en tu cama, sí, siento eso. Si te alegra, el zapato que nos lanzaste le golpeó la cabeza.

—¿Por qué no la empujaste?

—Nunca podría ser brusco con alguien del sexo opuesto. O con un niño. O un ancianito.

Vi cómo Beomgyu rodaba sus ojos. —¿Entonces fue más fácil para ti romperme el corazón a mí, que romperle un hueso a ella?

—Bueno, si lo pones así suena muy feo... pero, hey, puedo... puedo arreglarlo.

—No, no puedes —contestó casi enseguida.

—Sí, sí puedo.

—No —volvió a replicar—, empezando porque tus excusas son las más absurdas que he escuchado en mi vida.

—Suenan absurdas como excusas porque no lo son. Es la verdad, ¿por qué te mentiría? No ganaría nada con eso.

—Oh, claro —respondió—, señor Lotso.

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