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"Me gustaría decir que me alegro de verte, pero no es cierto."



______ Reed


Me desperté por los rayos de la luz solar pellizcando mis ojos. Era esa sensación que te entra cuando tienes los ojos cerrados en un cuarto iluminado. No ves la oscuridad. No ves nada, pero sabes que hay luz. Y es muy molesto.

Giré mi cuerpo lejos de la luz, gimiendo inconscientemente. Sin embargo, me encontré atrapada entre un par de brazos que tenían un agarre suelto pero seguro alrededor de mi cuerpo. Manuel roncaba suavemente junto a mí, con los labios entreabiertos y los ojos cerrados en relajación. Yo estaba bloqueando la luz de su rostro, es por eso que todavía estaba dormido. Se veía como un niño tan tranquilo e inocente que me hizo sonreír. Quería pasar mis dedos por ese pelo suave, ingobernable. Se había puesto más rubio en el tiempo que nos habíamos conocido, o al menos me parecía un color más claro. Marcas de belleza se dispersaban por toda su cara, dándole una mirada más dulce. Me gustó especialmente una debajo de su ojo izquierdo. Sus pestañas -que podrían ser la envidia de cualquier chica- había sombra y sus mejillas eran suaves.

Las sabanas habían rodado por su hombro dejando toda esa zona de piel de ahí a su lado sin cubrir. Como se puso de lado, yo tenía una buena vista del tatuaje en su hombro izquierdo. Parecía un indio nativo pero todavía tenía que saber el significado para él. Manuel se agitó en su sueño, moviendo su mano de mi cintura un poco más abajo. Me sorprendí por un segundo, levantando las sabanas para ver si estábamos desnudos. Por lo que yo vi y sentí, sólo tenía la camiseta de Manuel en y él era justo a sus boxeadores. Así que la noche anterior había ocurrido, no había sido un sueño. Una sonrisa se dibujó en mi cara, mis mejillas fueron recubridas por una sombra de color rosa al recordar cómo Manuel me había hecho el amor y lo perfecto que había sido.

Con un suspiro de placer, desenvolví cuidadosamente sus brazos de mi cuerpo y me levanté de la cama, sabiendo que no iba a conseguir dormir más. El rostro de Manuel se arrugó por la súbita luz que lo golpeó. Era tan lindo, me costó mucho sofocar una risita, pero le tomé una foto. Caminando lentamente en mis puntas de los pies, cerré las cortinas que había olvidado cerrar ayer, dejando la habitación a oscuras. Una mirada al reloj de alarma en mi mesita de noche me dijo que ya eran las 11, lo que significaba que mi madre probablemente estuviera despierta. Incluso cuando ella había ido a la cama a las 3 de la mañana después de un duro día de trabajo se despertaba a más tardar a las 8. Me asombraba.

Estaba bastante segura de haber oído más de una voz ligeramente tener una conversación en otra habitación, sin embargo. Un leve dolor soportable se había disparado entre mis piernas en el momento en que me levanté de la cama, pero yo estaba tratando de ignorarlo. Encogiéndome, di un paseo en el interior del cuarto de baño para mi rutina mañanera. Traté de ser lo más silenciosa posible, pero al parecer no funcionó.

"Hmmm." Un gemido gutural escapó de los labios de Manuel mientras agitaba los ojos abiertos. Yo estaba de pie en la puerta del cuarto de baño, sin moverme para ver si iba a volverse a dormir. "¿Qué hora es?" Él murmuró, frotándose los ojos con el puño mientras se estiraba cómodamente en la cama de matrimonio.

"Es hora de levantarse dormilón." Canté, saltando encima de él en la cama. Me había puesto mi ropa interior, ya que yo tenía la intención de darme una ducha tan pronto como fuera posible.

Manuel se echó a reír, no estaba completamente despierto todavía. Se las había arreglado para enredar sus piernas en las sabanas completamente en mal estado, dejando su torso desnudo en la parte superior de las sabanas. Tomé mi dulce tiempo para correr mis ojos por sus abdominales, admirando la vista.

"¿Babeando por mi cuerpo tan temprano en la mañana?" Manuel me miró de soslayo, con una sonrisa arrogante puesta sobre los labios.

Eché la cabeza hacia un lado, frunciendo los labios y entrecerrando los ojos.

"Sé que me mirabas mientras dormía." Añadió, reprimiendo una sonrisa.

"Yo no lo creo." Negué juguetonamente, bajando de su cintura y rodando fuera de la cama una vez más. No era posible que él me hubiera visto antes, él estaba totalmente inconsciente. "Tienes que irte, por cierto." Informé al tomar un nuevo un par de bragas de mi cajón y algo cómodo que podría llevar un día frío en casa. "Mi familia ya está despierta."

Manuel se rió de mi franqueza. "Buenos días a ti también." Su voz sonaba más cerca de lo que esperaba, me sobresalté. Me di la vuelta, atrapada alrededor de los cajones y el cuerpo de Manuel. Me mordí el labio, mirándolo a través de mis pestañas. Desde ayer por la noche , me sentía menos insegura y más atrevida, aunque me gustaría volver a sonrojarme cuando él me llama princesa. "Estoy de acuerdo con el sujetador." Sus ojos apuntaron al caliente sujetador rosa de Victoria's Secret que tenía en mis manos, junto con las bragas a juego y un suéter de color crema de gran tamaño. "Con las bragas también, aunque el suéter no es realmente necesa..."

Lo interrumpí juntando sus labios entre mi pulgar y mi dedo índice, antes de empujar su pecho por lo que dio un paso atrás. Recordemos que sólo estaba en sus calzoncillos. "Cállate. ¡Ni siquiera mes vas a ver con ellos puesto!"

"Por desgracia." Él bajó la cabeza, haciendo un mohín.

"Voy a tomar una ducha." Pasé bajo su brazo e hice una carrera por el cuarto de baño.

"¿Puedo ducharme contigo? Sólo para ahorrar agua." Agitó una mano con indiferencia. "Sé que estás preocupada por esas cuestiones."

Arqueé una ceja. Claro que era para ahorrar agua. "Vete." Articulé a él.

"Pero tu dijiste que no me fuera después de hacerte el amor." Él gimió, tratando de convencerme razonablemente.

"Has dormido aquí. Eso es suficiente para mí." Sonreí burlonamente.

"¿Puedo por lo menos tener mi camiseta de vuelta?" Alargó una mano, el último atisbo de esperanza en sus ojos.

Toqué con mi dedo mi barbilla, pensando en ello. Su camiseta era muy cómoda y olía bien. Dejando la ropa limpia que había recogido en la parte superior del closet, cavé mi mano en el último cajón, sacando una de las viejas camisetas de Ryan. Le cabría a Manuel, más o menos. "Toma." Con mucho gusto se la di, viendo como él levantaba las cejas.

"Esto no es mío, princesa."

"Oh, lo sé, pero no conseguirás ésta de vuelta." Moví el dobladillo de su camiseta, que llegaba casi a mediados de mis muslos, sonriendo ante la mirada que me dio. "No por ahora de todos modos."

Su lengua salió de su boca para lamer sus labios. "¿Tengo que conseguirla por mi cuenta?"

Me encogí de nuevo hasta que estaba en el interior del cuarto de baño, lista para cerrar la puerta para que no pudiera llegar a mí. "Hoy, no."

La expresión de Manuel al instante se convirtió en una de preocupación. "¿Estás dolorida?" Él había entendido mal mis palabras.

"¿Qué? No." Le aseguré rápidamente, poniendo una sonrisa. Claro que era un poco incómodo, pero yo no estaba sufriendo un dolor insoportable. No hubo necesidad de preocupar-lo por nada.

Manuel me dio una mirada insegura pero lo dejó pasar con un suspiro. "Creo que voy a vestirme entonces." Fingiendo molestia por no conseguir su camiseta de cuello en v blanca -a pesar de que tenía un montón de ellas- de vuelta, recuperó sus pantalones de color mostaza del suelo y empezó a ponérselos.

Yo lo observaba en silencio desde la puerta, apoyado mi espalda y un pie en contra de ella. Mis dientes mordisqueaban mi labio inferior involuntariamente, viendo como sus músculos de la espalda se flexionaban mientras se abrochaba el cinturón. ¿Cuál es el punto de usar cinturón cuándo vas a dejar que tu pantalón se baje hasta enseñar los calzoncillos?

Una vez más, mis ojos se centraron en su tatuaje. Me intrigó porque parecía personal y Manuel no me había hablado de el. Yo ya sabía que la gaviota en su cadera era un tatuaje de la familia y los números romanos era cuando nació su madre. La corona significaba respeto y el símbolo chino en el interior de su codo era por la música. Tenía unos pocos más, pero nunca había hablado de uno particular que ocupaba la parte de la piel en su hombro izquierdo.

"Manuel." Lo llamé suavemente.

Volvió la cara hacia mi, deslizó la camiseta gris que le había dado sobre su cuello, indicándome que continuara.

"¿Cuál es el significado de ese tatuaje?" Mi dedo señaló tímidamente a la tinta manchando su piel. Yo estaba tratando de ser cautelosa ya que Manuel era un poco impredecible a veces y, tal vez, no quería que yo supiera.

"Oh." Sonaba imperturbable, como si hubiera olvidado que estaba allí en primer lugar. "Es sólo..." Se calló, pareciendo ahora más reticente al respecto.

Acurruqué mis labios en mi boca, hurgando los dedos con impaciencia, todavía en la puerta.

Manuel se sentó en la esquina de mi cama, mirando hacia abajo a sus pies mientras se ponía los calcetines y los zapatos. "Es sólo el logotipo de un equipo de hockey que mi abuelo y yo solíamos ir a ver a los partidos juntos."

Eso me llamó la atención. Yo no sabía nada acerca de la familia extendida de Manuel. "¿Estais cercanos?" Yo tentativamente cerré la distancia a la cama y me senté junto a él, metiendo una de mis piernas debajo de la otra. Yo había aprendido que, cuando se trata de familiares o cosas personales de Manuel, tienes que tener cuidado.

"Estabamos." Suspiró, un tinte de tristeza en su voz. Esperé a que elaborara más, no queriendo ser intrusiva, aunque me moría de curiosidad como de costumbre. "Pero yo no lo he visto en mucho tiempo."

"¿Por qué?"

"Yo solía ir a Stratford todos los veranos cuando era más joven, pero ya no." Se encogió de hombros, aunque yo podía ver lo mucho que lo echaba de menos en el interior de sus ojos.

"¿No está Stratford en Canadá?" Le pregunté, pasando una mano por mi cola de caballo, viendo como Manuel terminaba atando los cordones de sus zapatos y se los metía detrás de la lengueta.

"Sí, parte de la familia de mi madre es de allí." Explicó, volviéndose para mirarme cuando terminó de vestirse. "En realidad, yo nací allí." Sus labios se curvaron en una sonrisa.

"¿En serio? Eso explica tu acento."

"Yo no tengo acento." Se defendió. Pero lo tenía, y lo hacia aún más encantador, ya que era más suave que el neoyorquino, pero yo lo veía sexy, sobre todo la forma en que terminaba frases o alguna de las formas que pronunciaba las palabras.

"¡Por supuesto que sí! Y también tu mamá. Yo no sé cómo no me di cuenta antes." Manuel parecía un poco sorprendido de que me excitara tanto que él fuera medio canadiense.

Puso los ojos en broma, enderezando la camiseta que le había dado sobre su estómago. Pensándolo bien, era un poco grande para él, teniendo en cuenta que mi hermano era uno de esos chicos que dedican al menos 4 horas por día a su cuerpo y consumían una dieta alta en proteína específica. Manuel comía lo que quería y jugaba al baloncesto, tal vez incluso hacia algunas flexiones de brazos en casa, pero no estaba obsesionado por su forma de cuerpo. Y eso sólo lo hacía más atractivo.

"¿Por qué vives aquí, entonces?" El tema de su familia me interesaba, después de todo, iba a llegar a saber todo acerca de ellos, tarde o temprano.

"Mi madre conoció a mi padre aquí en un viaje con sus amigas y movió todo de vuelta a casa y se vino a vivir aquí con él. Sólo viví en Stratford poco más de un año." Sus ojos estaban perdidos en sus pensamientos. Supuse que estaba recordando su infancia.

Quería preguntarle por qué no iba a visitar a su familia más pero tenía miedo de oír la respuesta, 'no hay dinero' o 'problemas familiares.'

"Ahora no he estado allí desde que tenía 15 años." Terminó para sí mismo, una respiración triste escapó de sus labios entreabiertos.

"Pero eso son cuatro años." Fruncí el ceño. Yo no podía estar tanto tiempo sin ver a mis primos y abuelos.

Manuel movió su cara para mirarme. "Lo sé." Después de un mero segundo su mirada cayó sobre sus manos. "A mis abuelos no les gusta realmente mi padre ni yo."

Abrí la boca, sorprendida por su respuesta, pero me di cuenta de que no sabía qué decir.

"Más bien no les gusta en que me he convertido y le echan la culpa de mi padre." Se corrigió, su mirada era dura.

Tomé su mano, sintiendo su melancolía. Yo no podía dejar de sentirme culpable por sacar el tema, abriendo una herida que claramente logró molestarlo mucho. "Apuesto a que no es así. No puedo pensar en alguien que no le gustes." Traté con impotencia animar su estado de ánimo, pero no sirvió de nada.

Manuel rió sin humor. "La última vez que estuve allí, era julio. Había sido arrestado por primera vez en mi vida por hacer una pintada en las paredes exteriores de mi escuela. Todo el mes que estuvimos allí, tuve que lidiar con las miradas de miedo de mi abuela y la decepción de mi abuelo. Todos los días." Hizo hincapié, por lo que mi corazón se rompió un poco por lo horrible que debe haber sido para él. "Fue sólo un maldito graffiti. Yo no era un criminal." Alzó la voz un poco, como si estuviera viendo los recuerdos pasar frescos intermitentes por su mente en ese momento. "Pensaron que era culpa de mi padre porque él tenía antecedentes penales cuando era un adolescente. Terminaron aceptándolo porque hacia a su hija feliz pero sé que en el fondo, siguen pensando que podría haber conseguido algo mejor." Él negó con la cabeza antes de enfocar sus ojos avellana en los míos. "Y lo mismo va a pasar con tus padres. Siempre van a querer a alguien mejor que yo para ti. Y siempre voy a saber que te merece a alguien mejor."


"No digas eso." Susurré, sintiendo la ira acumularse dentro de mí. Ahora deseaba nunca haber preguntado sobre el tatuaje, así no estaríamos teniendo esta conversación. No me podría importar menos lo que pensaran los demás de nosotros, pero si él era el primero en perder la esperanza... Abrazándolo con fuerza alrededor del cuello, dejé que mis manos se frotaran su espalda. Parecía que necesitaba un poco de consuelo y, después de ser la única culpable por hacerle recordar acerca de sus problemas familiares, era lo menos que podía hacer.

"Yo debería irme." Manuel se alejó a toda prisa, pero yo había aprendido que era mejor dejarlo cuando tenía estos momentos. Un tiempo a solas y él estaría bien otra vez.

"Está bien, te llamaré más tarde." Poniéndome de pie para conseguir su chaqueta, volví con él y, apoyándome en la punta de mis pies, planté un beso en sus labios.

"Está bien." Él asintió con la cabeza, abrochándose la chaqueta y abriendo la ventana para irse sin siquiera un adiós.

Me hundí en la cama de nuevo, suspirando con frustración y me pasé las manos por mi pelo anudado, deshaciendo la cola de caballo. No me gustaba cuando se iba de esta manera. Yo sabía que él no estaba enojado conmigo, pero me molestaba de todos modos.

Después de treinta minutos en la ducha en la que me lavé el pelo a fondo, puse la crema de coco en mi piel y me vestí en la ropa que había elegido antes. Me cepillé el pelo húmedo con un peine, decidiendo que se secara naturalmente. Mi estómago rugía por no haber comido desde ayer por la tarde. Yo caminé perezosamente a la cocina, donde el número de voces que interactúan había aumentado considerablemente. Una de esas voces... Sólo esperaba que no perteneciera a quien yo pensaba que lo hacia.

"Buenos días." Dije en el tono típico monocorde de mañana, ganando saludos similares de mi hermano y mis padres. Todos ellos siguieron con su desayuno a excepción de alguien al que había estado orando para no ver.

"Pequeña hermana." Ryan se levantó del taburete, dejando caer su tenedor en el plato, por lo que con suficiencia caminó hacia mí. Él iba a abrazarme, pero di un paso hacia atrás, cruzando los brazos sobre el pecho.

"Me gustaría decir que me alegro de verte, pero no es cierto." Apreté mis labios en una fina línea antes de hacer mi mejor sonrisa falsa, pasé por su lado y me dirigí a la nevera.

Ryan se rió, sorprendido. No sé lo que él esperaba, para ser honesta. "¿Es esa la manera de dar la bienvenida al hermano que no has visto en un mes?" Girando sobre sus talones, miró a mi espalda. Aunque no podía verlo, sabía perfectamente que tenía esa expresión en su rostro que decía 'Yo sé exactamente por qué me tratas así, pero voy a actuar como si fuera el mejor hermano del mundo de todos modos'. Y eso me molestaba.

Me di la vuelta para mirarlo con una jarra de zumo de naranja en la mano. "De hecho, podrías hacer que fueran dos meses, o tres, o cuatro o simplemente para siempre."

Blake rió en silencio, utilizando un puño para cubrir su boca. Tommy aún no estaba en casa, probablemente estaba desayunando en casa de su amigo, pero él no se estaba perdiendo de mucho. Mi papá hizo el típico suspiro de 'adolescentes...', mientras leía el periódico de la mañana. Sin embargo, mi madre dejó de beber su café para enviarme una de sus miradas. "Basta, ______."

Les di la espalda para que no me vieran rodar mis ojos mientras me servía un vaso de jugo de naranja. Por supuesto, mi mamá estaría del lado de su precioso hijo en esto. Sobre todo cuando él era el que la mantuvo informada de todas las actividades no tan legales que hice y se enteró.

"Iré a desempacar." Ryan anunció después de unos momentos de silencio tenso.

"Sí, hazlo." Añadí, muy tentada de tirarle una de las manzanas del frutero a la cara para limpiar esa estúpida sonrisa de ella. Mamá me envió otra mirada, claramente consciente de mis intenciones. Ryan desapareció luego, riendo para sus adentros.

Una vez que estuvo fuera del alcance del oído, me sentí más aliviada, sin embargo. Me senté en un taburete junto a la isla de la cocina, junto a Blake y serví unos panqueques en mi plato.

"¿Me explicas por qué desapareciste anoche, por cierto?" Dios, ella no podía dejar pasar una.

"Yo no me sentía bien. Debe de haber sido algo en la cocina." Me encogí de hombros. Yo no podría haber dicho una excusa peor aún si mi vida dependiera de ello. "Iba a decirte que me iba, pero no pude encontrarte en ninguna parte."

Blake soltó un bufido, ahogándose en un pedazo de torta. Mis ojos le enviaron dagas. Siempre tenía que hacer eso en lugar de hacer que sea más fácil para mis padres creer mis mentiras.

Mi madre frunció el ceño, inspeccionándome para detectar cualquier signo de mentira. Seguí comiendo normalmente, tratando de parecer convincente, aunque no me lo estaba creyendo ni yo mismo.

"Entonces, ¿por qué estaba la Nutella en la encimera anoche?" Mierda. Me olvidé de guardarla en el gabinete. Por supuesto, se me olvidó, Manuel y yo estuvimos enrrollándonos salvájemente sobre dicho mostrador. "Quiero decir, si te sentías mal..."

El rubor se arrastró hasta mis mejillas por los recuerdos y eso no me estaba ayudando a encontrar alguna buena excusa para eso. Estrujé mi cerebro para encontrar posibles excusas. "Antojos." Se salió más como una pregunta. "Sabes, a veces tienes antojos cuando estás enferma." Caramba, si yo pensaba que la otra excusa era mala, ésta superó las limitaciones.

Mi mamá torcido una ceja perfectamente con suspicacia. "Eso no explica por qué no respondes al teléfono. Tu padre y yo te llamamos por lo menos 10 veces."

"No sé, mamá. Debí haberme quedado dormida antes de tiempo." Espeté, haciendo un gesto con el tenedor en el aire. "¿Qué pasa con el interrogatorio?"

Mi madre parecía sorprendida por mi arrebato y de inmediato me arrepentí, porque no iba a ayudar con el asunto del que quería hablar con ellos más tarde.

"¡Perdón por preocuparme por mi hija!" Ella exclamó, sonando más dañada que enojada.

Blake se sentó torpemente mientras mi padre me enviaba una mirada de reproche. "______, no hables a tu madre de esa manera."

Me mordí el labio. Sería mejor tratar de sacar esto de la conversación. "Me sentía un poco mal del estómago así que cogí mis cosas, llamé un taxi y me fui. Cuando llegué a casa, comí Nutella y luego caí en la cama y he estado durmiendo hasta ahora. Ni si quiera escuché cuando llegasteis." Le expliqué, tratando de parecer sincera y me disculpé. "Lo siento si te he preocupado."

Mi madre suspiró, terminando su café y poniéndose en pie con la intención de darme un abrazo. Terminé la mitad de camino y envolví mis brazos alrededor de su delgado cuerpo. No era una cosa cotidiana que tu madre estuviera más delgada que tú, pero supongo que me yo tomé el lado de mi padre. "Sé que estás creciendo y tengo que dejarte ir poco a poco, pero es más fácil decirlo que hacerlo." Ella me acarició el pelo, riendo suavemente.

"Lo sé, mamá. No te preocupes." Sonreí hacia ella, pero no podía evitar sentir que nuestra relación no era la misma que era hace unos meses. Ahora, todo era en torno a mentiras -mis mentiras- y me hacia sentir como una mierda saber que no estaba siendo una buena hija. Le estaba pidiendo que confiara en mí cuando yo no estaba siendo digna de confianza. Yo estaba mintiendo en su cara, fingiendo estar siendo la misma chica de siempre pero, en realidad, yo había hecho un cambio de 360 grados.

Después de terminar el desayuno y abrazar a mi padre también, para que así no tuviera celos, regresé a mi habitación, decidida a hacer el montón de tareas que había estado ignorando durante todo el día de ayer. Sin embargo, mi hermano tenía otras intenciones y, tan pronto como salí de la cocina, se detuvo detrás de mí, deteniéndome cuando llegué a la puerta de mi habitación. "¿Qué pasa, Blake?" Le di una mirada divertida, extrañada por lo serio que parecía.

"¿Hasta cuándo vas a seguir con las mentiras, ______?"

Mi boca se abrió por la sorpresa. Yo no sabía cómo responder a eso. Blake era el único que podía confiar al 100 % en mi familia y ahora él también pensaba que no estaba siendo justa. Eso sólo me hizo sentir peor sobre mí misma. Sin embargo, yo no sabía qué responder. Tenía la boca seca y sin respuestas.

"Sólo estoy diciendo, tienes que parar algún día."

Asistir a los eventos sociales junto a mi familia era probablemente la peor parte de ser un Reed. Yo estaba haciendo mi tarea de biología en mi habitación, tratando de no pensar demasiado en lo que Blake había dicho, cuando mi madre irrumpió con un montón de ropa.

"Vamos al té de la tarde en el Hallbert.''

Esas fueron las palabras que habían convertido el resto de mi relajado Domingo en un infierno viviente. "El té de la tarde" basaba conversar y comer en casa de mi ex, mientras me ahogaba en mi propia piscina de aburrimiento. Habíamos llegado a la casa de Nate alrededor de las 4 PM y el momento en que puse un pie dentro, me dio la sensación de que no iba a ser una tarde de diversión con exactitud. Mi madre me había hecho vestir en un par de pantalones blancos acampanados, una blusa de color rosa claro y una chaqueta de la B&W. El look era lindo, pero no me sentía cómoda en ese tipo de ropa, sobre todo cuando mis pies quedaban atrapados dentro de un par de cuñas beige cuyos hilos arañaban la piel de mis tobillos.

Los brazaletes en mis muñecas tintineaban con cada movimiento que hacia para comprobar la hora en mi reloj. Afortunadamente, no había tenido que cruzar caminos con Nate todavía, y yo estaba esperando que siguiera así durante el resto de la tarde. Estaría más que incómoda después de mi conversación con él ayer. Y después de que Justin lo atacara. Blake estaba hablando con algunos de sus amigos cuyos padres habían venido también con la familia Hallbert y Ryan estaba en alguna parte, probablemente tratando de coquetear con una chica lo suficientemente estúpida como para caer en su acto. Pero, por suerte, eso significaba que no tenía que aguantarlo durante algún tiempo. Esta mañana, se había ofrecido a recoger a Tommy desde la casa de su amigo, pensando que me haría parecer como un buen hermano. Obviamente, Tommy se había emocionado de verlo y no se había soltado de su pierna hasta que llegamos aquí. Blake estaba contento también porque Ryan había prometido llevarlo al juego de los Mets al día siguiente después de la escuela. Así que era la única que aún estaba molesta- no, borra eso, más allá de molesta- con él. Sus estúpidos regalos no me podían comprar.

El punto culminante de mi día había sido saber que Natasha no podía venir porque tenía la gripe. Yo esperaba firmemente le durara toda la semana, así no tendría que verla en clase tampoco. Mi deseo principal era que Kelsey mágicamente apareciera para salvar mi día, pero yo sabía que no iba a pasar porqué ella estaba en el hospital con su papá. Yo la había llamado antes del almuerzo para preguntar cómo había ido la cirugía y, al parecer, si todo continúa de esta manera, su padre estaría fuera esta noche.

Por supuesto, ella también se había interesado en saber cómo me fue ayer. Yo me salté algunos detalles resumiendo el acontecimiento. Ella insistió en que estaba segura de que había algo más, pero yo seguía negando. No es que yo no quisiera decirle, pero no lo iba a hacer a través de teléfono cuando alguien podría estar espiando nuestra conversación desde el otro lado de la puerta de mi habitación. No me sorprendería, la verdad.

Así que me quedé sola en una fiesta -para llamarlo de alguna manera- llena de adultos, gente snob que nunca había visto antes y chicos de mi escuela con los que yo no tenía ganas entablar una conversación. Como no tenía nada mejor que hacer y tenía que dejar de comer pastelitos, saqué mi teléfono de mi bolsillo y marqué el número de Manuel. Le había prometido que lo llamaría de todos modos.

Respondió después del tercer pitido, haciendo una sonrisa se dibujara en mi cara. "¿Hola?" Mi sonrisa se desvaneció tan pronto como la voz de una chica habló.

"¿Manuel?" Pregunté, retirándome a un lugar más privado, fuera de la sala llena de gente que estaba antes. Tal vez había marcado el número equivocado.

"Oh, eres tú." La chica se burló.

No podía ser quien yo pensaba que era. Por favor, no.

"Sí, soy yo." Escupí. "¿Qué haces con el teléfono de Manuel?"

Alejandra se rió, haciendo que agarrara el dispositivo más contra mi oído. Yo estaba tratando de calmarme, tenía que haber una explicación de por qué tenía el teléfono de Manuel y tenía que estar muy, muy lejos de la dirección la cual estaba tomando mis pensamientos. "Él está un poco ocupado ahora por lo que respondí por él."

Apreté los dientes. Ella estaba disfrutando de esto, me hizo pensar en cosas que no podían estar sucediendo. Manuel no lo haría. "Sea lo que sea que esté haciendo, estoy segura de que puede tomar un segundo para hablar conmigo. Es importante." No lo era, pero ella no tenía por qué saberlo.

Alejandra resopló en el otro lado, poniéndome más nerviosa. Yo era consciente de que lo estaba haciendo a propósito para molestarme. "Veré lo que puedo hacer." Su voz se hizo más grave.

"Ale, ¿qué mierda estás haciendo?" Una tercera voz gritó de fondo. "¿No es el teléfono de Manuel?" A medida que la voz se acercaba, la reconocí como Sam. Gracias Jesús.

"Por Dios, siempre arruinas mi diversión, Sameera." Alejandra frunció el ceño, lo que me hizo a mí, y seguramente a Sam también, rodar nuestros ojos.

"___*, ¿eres tú?" Sam cogió el teléfono cuando yo todavía estaba abriendo y cerrando el puño en intentos fallidos de olvidarme de esa estúpida perra. ¿No podía dejarnos en paz de una vez por todas? Vete con ese chico, Tyler, y vive tu vida lejos de mí y de Manuel.

"Sí, ¿qué diablos fue eso?" Le pregunté. Yo estaba en las escaleras que conducían a la planta superior de la casa de Nate, me senté en ellas a descansar mis pies un poco.

"Lo siento, yo sólo la vi allí de pie con un teléfono que no era de ella, era obvio que estaba tratando de hacerte creer algo que no está sucediendo." Explicó, por lo que el nudo de los celos en mi estómago se disolvieron gradualmente.

"¿Cómo llegó a su teléfono?" Esa pregunta aún estaba respuesta y era lo que más me molestó porque yo ya sabía que Manuel no estaría haciendo nada con ella, no después de la noche pasada.

"Estamos en la cancha de baloncesto de la calle. Los chicos están jugando por lo que sus cosas están en un montón aquí. Debió oír el tono de llamada y pensó que sería divertido responder. Te digo yo que estaba celosa, chica."

Suspiré. La odiaba. Mucho.

"Dame un segundo, voy a ir a buscar a Manuel." Después de eso, oí pasos. "¿Cómo estás de todos modos?" Ella preguntó por su parte, pero no me dio la oportunidad de responder. "Wow, tu novio acaba de marcar."

Solté una carcajada. "Estoy un poco aburrida en estos momentos. Día de familia, ya sabes."

"Ya veo, no es muy entretenido pasar el tiempo con Alejandra tampoco. Especialmente cuando lo único que habla es de Tyler o Manuel o cómo ella está usando a Tyler para conseguir a Manuel de vuelta." Sam continuó, haciendo hervir mi sangre por la sola idea de que la zorra estuviera cerca de mi novio.

"Ella nunca lo conseguirá." Solté, mis emociones consiguiendo lo mejor de mí como siempre.

Sam bufó, estando de acuerdo conmigo. "Trate de decirle eso."

"¿Quién es?" Otra voz en duda sonó en el fondo.

''¡Tu chico está aquí, nena. Nos vemos!" Sam pasó el teléfono a Manuel después de que yo hubiera dicho adiós también.


"Aye." Justin dijo un poco sin aliento.

"Hey. ¿He interrumpido un partido importante? Sam me dijo que estabas jugando al baloncesto con los chicos."

"No, está bien. Estamos ganando." Podía imaginarlo sonriendo, presumiendo de sus habilidades de experto. No me malinterpreten, era realmente bueno, pero todos sabemos cómo los chicos son cuando saben que son buenos en algo. "¿Qué estás haciendo?"

"Estoy aburrida." Me quejé, examinando mi manicura. "Mis padres me arrastraron a la fiesta del té en casa de Nate." Tan pronto como las palabras salieron, yo sabía que había metido la pata. Yo y mi boca grande una vez más.

"¿Nate el pijo de ojos azules?" El tono de Manuel se puso duro, podría cortar el aire con un cuchillo ahora.

"Sí, pero yo no lo he visto. Si te hace sentir mejor, he estado sola todo el tiempo. Ninguno de mis amigos están aquí." Tenía la esperanza de que eso lo hiciera relajarse, incluso si eso significara que tenía que contar los puntos en el suelo de mármol para entretenerme. Yo entendía que le molestara porque yo sentía lo mismo por Alejandra. La diferencia era que ella era mucho más astuta y capaz de hacer daño a nuestra relación que Nate. Te digo que las mujeres son crueles por naturaleza.

"¿No puedes escaparte?" Manuel sugirió, aunque aún había un dejo de molestia en su voz.

"No exactamente." No después de la conversación de esta mañana con mis padres. Blake tenía razón: yo tenía que dejar de mentir. Y yo había planeado hablarles de Manuel y organicé una reunión después de esta maldita cosa. "Hay más malas noticias." Añadí, hundiendo los dientes en mi uña, consciente de que iba a arruinar mi manicura perfecta. "Ryan está de vuelta."

Hubo un silencio.

"¿Ryan tu hermano?"

"Hmm." Asentí con la cabeza, a pesar de que no podía verme.

Otro silencio.

Estaba bastante segura de que tenía algo que ver con ese asunto entre mi hermano y Manuel pero ahora no era el momento para preguntarle por varias razones.

1. Manuel no estaba claramente en buen estado de ánimo.
2. Yo no quiero escucharlo por teléfono.
3. No estaba segura de que estaba lista para saberlo.

Fuera lo que fuera, seguramente iba más allá de una mera pelea, era todo lo que había llegado a deducir desde el principio, por la forma en que ambos lo protegen, casi como si fuera un secreto. Casi como si fuera algo que nadie debía saber. Casi como si decirlo trajera consecuencias. Consecuencias malas.

Manuel finalmente se decidió a hablar. "¿Has hablado con él?"

"En realidad no, y no estoy pensando en hacerlo." Estaba siendo totalmente sincera.

"Alejandra vio el chupetón." Manuel cambió el tema de nuestra conversación, me recordó a ese moretón violáceo que había impreso en el lado derecho de su cuello ayer. Yo estaba como orgullosa de el, más ahora que sabía que ella lo había visto.

"¿Qué dijo?" Le pregunté divertidamente mientras apoyaba la espalda en la barandilla de mármol de la gran escalera, estirando las piernas para que no se me durmieran.

"¿Quieres sus palabras exactas?" Esa fue una clara advertencia de que no me iba gustar esto.

Pero yo quería escucharlo. "Por favor."

"¿Qué mierda le hizo esa perra a tu cuello?¿Es un maldito vampiro o qué?" La imitación de Manuel de la voz de Alejandra era una de las cosas más divertidas de la historia. O al menos lo era para mí.

Al instante rompí en carcajadas, echando la cabeza hacia atrás en la barandilla.

Manuel se echó a reír. Era el sonido más lindo cuando se reía sin cuidado, como una risa real.

Sin embargo, ningún buen momento puede durar para siempre -no en mi vida, al parecer- y alguien tenía que hacer acto de presencia en la parte inferior de las escaleras. Alguien que amablemente había estado tratando de evitar desde que habíamos llegado.

"Oh, no sabía que estabas aquí." Nate dijo torpemente. Pude detectar su mejilla magullada desde la mitad de la escalera y me hizo sentir mal.

"Luego te llamo, Manuel." Murmuré aturdida en el teléfono, sin esperar su respuesta para colgar. Me imaginé que Nate iba a su habitación o algo así.

Durante un momento de muy incómodo silencio, chocamos miradas. Me había levantado y descendí con cuidado los pocos pasos hasta donde Nate estaba parado como una estatua. Podría haber sido un idiota para mí, pero se merecía una explicación sobre los acontecimientos de ayer.

" Sobre lo de anoche." Empecé a decir, pero la verdad es que yo no sabía muy bien qué decir. "Lo siento." Sí, todavía guardaba rencor contra él por engañarme, pero había pasado más de un mes y me hirió más mi dignidad que mis sentimientos. En ese momento yo ya sabía que sentía algo más fuerte hacia una persona especial y romper con Nate sólo había ayudado a florecer ese sentimiento. Si no hubiéramos roto para siempre ese día, Manuel no me habría besado de nuevo debajo del puente y habría sido un círculo sin fin hasta que otra situación hubiera aparecido. Así que supongo que tendría que estar agradecida.

Nate se limitó a asentir. Mantuve una distancia segura entre nosotros, sin caminar más bajo que el tercer escalón.

"Manuel no se suponía que tenía que golpearte." Agregué irremediablemente, sintiendo remordimiento por ser tan perra con Nate cuando en realidad le había dado la oportunidad de explicarse antes de asumir las cosas, pero, ¿qué habrías hecho si hubieras visto a tu novio y mejor amiga besándose?

Él se rió entre dientes, pero fue una risa amarga. Metiendo sus manos dentro de los bolsillos del pantalón, por fin habló. "Lo hizo porque él tenía cuidado de vosotros mismos."

Su respuesta me sorprendió por decir lo menos. Me esperaba algo más como 'lo hizo porque él es un matón'.

"Todavía estuvo fuera de lugar." Seguí pidiendo disculpas sin convicción. Yo no sé por qué me sentía culpable ahora, cuando no había sentido nada más que odio hacia Nate por el mes pasado.

"No voy a decir que parece un buen tipo, porque no lo hace, pero él claramente te ama." Nate continuó como si el golpe no hubiera pasado, hablando con lo que me pareció a mí el fondo de su corazón. "Y tú lo amas también." Esa última frase salió como un mero suspiro. Dolor bailaba en sus ojos azules océano, esos ojos me habían enamorado una vez. O yo pensaba que lo habían hecho.

Yo todavía no podía hablar. Yo no quería causarle más dolor, pero yo no sabía porque estaba dolido. Él y Natasha, todavía hablaban y yo los había visto juntos fuera de la escuela más de una vez. A ella siempre le había gustado Nate, aunque no siempre lo había visto, y yo estaba segura de que a él también le gustaba -hasta ahora-.

Cuando me quedé en silencio, Nate continuó. "Sé que nunca me vas a creer pero mis sentimientos por ti eran reales. No tuve nada con Natasha detrás de tu espalda y yo definitivamente no quería besar-la de nuevo en tu fiesta. Sé que la cagué y arruiné mis posibilidades de alguna vez estar contigo, pero todavía me preocupo por ti, yo realmente espero que seas feliz, te lo mereces." Dándome una sonrisa triste, él no esperó mi respuesta -no es que yo habría sido capaz de darle una- antes de subir las escaleras y desaparecer de mi vista.

Me quedé allí, estupefacta, con la boca abierta y con las palabras luchando para formarse en mi mente. Me sentía terrible, me sentía mal por haber sido tan resentida y poco dispuesta a escucharlo antes. Como había dicho, no habría cambiado nada porque ya me gustaba Justin en ese momento, pero habría facilitado las cosas para mí y sin duda para él. Tal vez podríamos haber sido amigos.

Cerrando la boca, yo bailé de nuevo a la sala principal donde todo el mundo estaba disfrutando de la fiesta. Las palabras de Nate persistieron en mi mente por el resto del día. Cogiendo otro bizcocho, hundí mis dientes en el, esperando que el sabor dulce quitara mi amargura.

B.R.O.N.X/ Manuel Turizo/ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora