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''¿Lo conoces?''

Manuel

-No me gusta el metro- Julián se quejó cruzando sus pequeños brazos sobre el pecho y con el ceño fruncido.

Yo no podía dejar de reír-: Lo sé, pero vamos a estar en casa pronto.

-No mientas. Mamá dice que no es bueno- me sentía estúpido cuando mi pequeño hermano me regañaba.

-Mira Julian, sólo quedan alrededor de 20 minutos para el final- suspiré, ajustándome la bolsa de deportes entre las piernas.

-Si hubieras estado bien con ___*, ella nos habría llevado a casa- él me envió una mirada de muerte, pero aún se veía lindo. ¿Qué? Tengo una debilidad por mis hermanos.

-Es complicado- suspiré de nuevo, corriendo la mano a través de mi cabello.

-No, no lo es.

-Sí, lo es. Eres joven, no entiendes. ______ no puede venir a nuestro barrio. No es seguro para ella ... ni su coche.

-¡Pero nada pasó ayer!- lanzó sus pequeños brazos en el aire.

-Por suerte- no es que me preocupe por la chica, pero yo no voy por ahí deseando que la gente sufra. ¿Y quién sabe lo que podría sucederle a una chica como ella en un barrio como el mío? Apuesto a que vive en el Upper-East o algo así.

-¿Por qué no te gusta? Ella es bonita- él sonrió mientras decía esto. Supongo que es más como yo de lo que pensaba.

-Ella está bien- me encogí de hombros descuidadamente, mirando a las paredes exteriores de los cochea que pasaban a toda velocidad. Me gustó todo con tetas y un buen culo.

Por el rabillo del ojo vi a Julián soltar pequeñas risitas.

-¿Qué?- abrí una sonrisa.

-Nada- se encogió de hombros, pero mantuvo sus pequeños ojos negros en los míos.

-Deja de mirarme como ese chico- le advertí en tono de broma.

Él se rió y seguí recibiendo raras miradas de la gente alrededor. Viajando en el metro de Nueva York te acostumbras a ver de todo. Y cuando digo todo me refiero a todo.

-Vamos Julian- digo -. Ya estamos aquí.

Saltó del asiento donde estaba sentado y me cogió la mano. Nuestra casa está a sólo un par de cuadras de la estación de metro, así que podemos ir andando, disfrutando del buen tiempo a mediados de septiembre, cuando me habló de su práctica y de cómo había marcado un gol.

-¡Yo, Turizo!- una voz llamó desde el parque cerca de nuestro bloque. El parque donde mis amigos y yo solemos pasar nuestro tiempo.

-¿Qué pasa, tío? Permítanme llevar a Julián a casa y volveré- ellos asintieron en mi dirección y seguimos caminando hacia la puerta de mi casa.

Busqué en mi bolsillo mi juego de llaves y abrí la puerta, ajustando el bolso de Julian en mi hombro. Subimos las escaleras como siempre - ya que no disponemos de ascensor - y dejé a Julian en casa con mi hermana Yazmin

-¡Yazmin! Me voy. Julián está aquí, asegurate de que hace su tarea- le grité a través de la sala donde dejé la bolsa de Julián, esperando que ella me escuchara.

Pero no tuve esa suerte. Gruñendo me dirigí a su habitación y la abrí sin llamar. Ella estaba acostada en su cama con sus auriculares, la música a todo volumen.

Me acerqué y saqué los auriculares de su iPod haciendola gemir.

-¿Qué mierda!?- gritó mirandome con enojo a mí-. ¿Alguna vez vas a aprender a llamar a mi puerta?

-¿Por qué debo llamar? No es como si me vayas a escuchar- respiré profundamente tratando de calmarme.

-Lo que sea, Turizo- sí, ella tenía este hábito raro de que me llame por mi apellido, incluso cuando es de ella también-. ¿Qué quieres ahora?

-Julian está en casa, asegurate de que hace su tarea y echa un vistazo de que este bien?- le contesté, señalando con el dedo en advertencia.

-¿No lo hago siempre?- ella se rió sarcásticamente.

-No te hagas la lista conmigo. Sigo siendo tu hermano mayor- le susurré en referencia a su maldición y su actitud. Soy consciente de que ella está en sus días de adolescente, pero eso no le da derecho a hablarme así.

-Exactamente. Mi hermano mayor, no mi padre- se puso de pie me empujándome fuera de su habitación, no antes de que pudiera obtener una visión de sus ojos brillantes. Vete a la mierda. La hice llorar. Tiré de mi pelo frustrado y di una patada a la pared del pasillo. Necesitaba algo que me enfríe y sabía exactamente dónde conseguirlo.

Bajé corriendo las escaleras lo más rápido que pude hasta que llegué al parque donde aún estaban los chicos.

-Hermano, ¿estás bien?- Tyson preguntó mientras hacemos nuestro apretón de manos.

-Sí, ¿tienes?

-Lo estaba guardando para ti- sacó un cilindro delgado del bolsillo de sus vaqueros y me lo entregó con un encendedor rojo casi fuera de gas.

Tomé un largo soplo y al instante sentí relajarme bajo el poder mágico de la marihuana.

B.R.O.N.X/ Manuel Turizo/ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora