Charing Cross🔮

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La casa parecía más vacía que de costumbre

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La casa parecía más vacía que de costumbre. Olía un poco raro, como si algo hubiera muerto en alguna parte, a pesar de que hacía muy poco tiempo que había sacado los muebles, arrancado las estanterías, sustituido todo lo que podía permitirse reemplazar y llevado un secador de pelo y un envoltorio de plástico a las ventanas con la esperanza desesperada de evitar lo peor de las corrientes de aire. Si viviera en otro lugar, ya habría destrozado los suelos, pero sabía que bajo la fría moqueta del estudio y la vieja madera deformada del salón no habría más que piedra. Nada de cadáveres, nada de las cosas que atormentaban sus pesadillas: rostros consumidos, blancos y sin nariz; las lenguas parpadeantes y bifurcadas de las serpientes.

Ni ella.

No había nadie que lo recibiera cuando empujó la puerta principal (con fuerza, con el hueso afilado de la cadera, que siempre se atascaba cuando había humedad). No debería sorprenderle la ausencia de vida, pero por alguna razón, hoy sí lo hizo.

Se había sentido extraño al sentarse en el tren, solo. Sorprendió a la mujer de mediana edad que estaba sentada frente a él, con la nariz corta y de punta de rosa pegada al Daily Mail, tratando de fingir que no miraba hacia arriba entre los párrafos, juzgando para ver si él se había movido o no (o tal vez sacando una navaja del bolsillo, planeando robarle el collar, que no valía más de cinco libras en la caja de oro). Le sonrió una vez, pero eso sólo la hizo volver a su papel con la cara roja. Se apeó en la misma parada, Cokeworth North, pero se quedó atrás y se dirigió a la cafetería, como si temiera que él la siguiera a casa.

Una vez más, este tipo de cosas no suelen molestarle, pero hoy sí.

El paseo desde la estación había sido frío, húmedo y extrañamente silencioso, con la ciudad envuelta en la niebla del río. Apenas podía ver el pavimento bajo sus pies. Su mente volvía a aquella calle de Londres horas antes, cuando había intentado no mirarla, con su pelo castaño nublado, sus grandes ojos, sus dientes que intentaba ocultar detrás de los dedos -no había podido saberlo, pero quizás estaban un poco torcidos, o eran un poco grandes-. Lo suficiente como para avergonzarla, aunque él sólo se había preguntado qué había dicho para que ella sonriera.

El hecho de que ella le preguntara de dónde venía le había sorprendido. Pensó -no, supo- que su acento no era diferente al de ella.

"Yorkshire", le había dicho.

"Oh", dijo ella. "¿Estás aquí por mucho tiempo?"

"No", respondió, "pero volveré".

No habían intercambiado más que nombres. Ni números, ni direcciones. Parecía que ella se volvía más inestable cuanto más tiempo permanecían allí, tratando de no mirarse, observando las casas adosadas como si esperaran el comienzo de un espectáculo de luces. Debían de ser sólo unos minutos, pero habían parecido mucho más cortos. Sentía un tic-tac en su cabeza, su subconsciente le recordaba que se le estaba acabando el tiempo. No sabía para qué servía la cuenta atrás.

𝙳𝚎 𝙼𝚒𝚝𝚘 𝚢 𝙼𝚊𝚐𝚒𝚊 || 𝚂𝚎𝚟𝚖𝚒𝚘𝚗𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora