Capítulo Veinte

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Ruby Soleil.

"Parce que le sang est plus fort que notre prope conscience"

Desde tiempo atrás ese ha sido el lema de mi familia. Todas las familias pertenecientes al crímen organizado tienen uno, un lema que es ley y que se cumple sin excepciones.

Tantas veces me pregunté ¿Qué tanto vale mi sangre? ¿Mi consciencia alguna vez resistirá lo que abarca esas palabras?

Y ahora, mientras navego en la inconsciencia, sé las respuestas a esas preguntas.

Mi cuerpo duele, mi mente agoniza y ordena que me despierte, mi garganta se desgarra por querer soltar los gritos de desesperación y, sin embargo, me mantengo sumida en una oscuridad espesa que sólo trae recuerdos, unos tras otros.

La lluvia. El carro. La sangre.

El frío. Mi cuerpo desnudo. Las inyecciones. El electroshock.

Las manos en mi muslos. El callejón. Sus brazos. El dolor.

La lluvia.

Un tumulto de emociones se aglomeran en mi pecho y mi cuerpo vuelve a sacudirse con violencia, mi mente se vuelve blanquecina y sólo puedo sentir de manera superficial el temblor en mis extremidades mientras el ardor en mi pecho promete querer quemarme viva.

Mis ojos se agitan, mi respiración se vuelve artificial y mis dientes castañean.

No sé cuánto tiempo pasa. Solo quiero que la presión en mi pecho desaparezca.

Me toman de los brazos, siento un peso en mi abdomen y en cómo tratan de abrir mi boca y de un momento a otro el pinchazo en mi brazo.

Mi cuerpo se afloja, mis dientes dejan de castañear y mi mente rebobina imágenes de manera veloz. Mis ojos vuelven a quedar en un solo sitio y mi respiración vuelve a ser lenta, espesa.

***

El ardor en mi abdomen me despierta. La luz me ciega y mis manos desean moverse pero no responden.

Un sollozo escapa de mis labios y sólo puedo ver el techo sucio. Siento frío y mis ojos van al área inferior de mi cuerpo para darme cuenta que solo llevo un camisón blanco.

Mi mente se desconecta y la puerta se abre. Puedo verlos a la perfección y luego no puedo ver nada, solo hay oscuridad y mucha humedad. Las paredes esta vez son más pequeñas, mi cuerpo tiembla del frío. Hay risas y mucha burla.

Por favor, no —suplico y sólo siento sus manos en mi cuerpo.

La luz vuelve a ser fuerte y de un momento a otro tengo frente a mí un hombre que no reconozco pero que me sonríe y luego es borroso. Mi mente se mezcla y río. Me río mucho y hablo:

Fuiste tú.

El ardor en mi pecho vuelve y luego siento como mi cuerpo es reanimado. Mi cuerpo se levanta y luego choca contra una superficie; se vuelve a levantar y luego caer, y eso se repite dos veces más. Y, finalmente, mi cuerpo queda tumbado en aquella superficie.

Nunca nadie te hará daño, siempre seré quien te proteja.

Las lágrimas de Ava caen sobre mi brazo mientras mi mirada se mantiene fija en su cabello trenzado y en las marcas rojizas de su cuello.

Lágrimas de LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora