Capítulo Diecinueve

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Zeb.

El frio nunca ha sido un problema, la lluvia mucho menos. El problema siempre será el jodido gentío que anda alrededor. Es molesto.

Leo nuevamente lo que hay en el teléfono y ladeo la cabeza sin comprender la urgencia. Niego. Sé muy bien a qué va el asunto, pero ¿Por qué preocuparnos tanto? Además, ¿a caso no sabe cuidarse sola nunca? Jark dice que parece una estatua hermosa pero eso a mí no me interesa en lo más mínimo.

—Den la vuelta —ordeno y el rubio a mi lado me clava el cañón en las costillas.

No me molesto en mirarlo, siempre hace lo mismo. Sabe quién es quién sin ningún esfuerzo y conmigo se siente amenazado porque conmigo todo es a mi manera.

—Si damos la vuelta nos detectaran, señor —responde el tipo al volante y yo giro el rostro a la ventana.

— No me interesa en lo mas mínimo.

—Harás que todo se vaya a la mierda —sisea Lay exasperado.

No dejo de ver la lluvia.

—Se irán los búlgaros pero no nosotros.

Escucho como maldice, alejando el cañón de mí y se comunica con Matteo por medio del auricular. El auto gira dando la vuelta y yo saco del compartimiento del asiento delantero dos granadas, bajo la ventanilla y el aire de la lluvia me golpea en el rostro cuando visualizo mi objetivo, les quito el seguro y las lanzo lo más lejos que puedo, y cuando explotan soltando el humo soy quien sube la ventanilla y ordeno que aceleren.

— ¿¡Qué demonios se supone que haces!? —se altera Lay tomándome del cuello de la camisa. Me le zafo, molesto.

—Una distracción. Nosotros no vamos a derramar una gota de sangre, pero otros sí.

Su rostro se contrae en confusión y yo solo meto las manos dentro de la gabardina jugando con las jeringas. Lay podrá entender a Michelle, a Jark, a Leonel pero nunca podrá hacerlo con Nolan ni mucho menos conmigo.

Donde Jark es grotesco, yo soy pacifico de forma siniestra. Donde Michelle es sensible y dependiente, yo soy quien espabila y agrede. Donde Leonel es un adicto sexual, yo solo encuentro placer en hacer daño a los demás. Nolan y yo solo tenemos algo en común, y es que la inteligencia es suprema.

Yo pienso, actúo, masacro y no habrá ninguna pizca de remordimiento o emoción que pueda afectarme.

Un mercenario, una personalidad que el mismo Nolan teme, eso soy.

El caos se desata cuando dos camionetas pasan por nuestro lado en el sentido contrario al que vamos y solo cuando estamos a dos cuadras lejos, pido que se detengan y Lay comienza a reorganizar el equipo. Me bajo del auto observando como cinco hombres se despliegan alrededor del pequeño bosque con linternas en mano, pero algo me hace bajar la mirada hacia mi pecho y efectivamente la mira infrarroja adorna esa zona. Una sonrisa ladeada se apodera de mis labios y no me molesto en mirar quién lo hace porque entiendo perfectamente a qué se refiere.

Lay me tiende un par de cuchillas que guardo estratégicamente dentro de mi ropa y acepto la Beretta que me pasa, el arma pesa en mi mano pero la costumbre me hace tomarla con firmeza y adentrarme al pequeño bosque con la lluvia empapándome.

El sonido de los charcos bajo mis pies me distrae de los múltiples recuerdos que me embargan y aunque no sienta ni la mas mínima pizca de remordimiento por ellos, en mi cerebro se reproducen uno tras otro como si no quisiera que los olvidará, pero eso me da igual. Es molesto porque me da dolores de cabeza y solo me da ansias de querer más.

Lágrimas de LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora