Capítulo Veintiuno

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Nolan Lefevre.

6 Horas antes.

Observo a Naima peinar la melena negra de Ruby con un cepillo de juguete con una atención bastante curiosa. No he dejado de mirarlas y tal vez es un poco retorcido haber dejado entrar a Naima para que la viera.

Frunzo ligeramente el ceño. Realmente Naima ya había pasado por la habitación y la descubrí —muy mal escondida— detrás de las persianas de mi habitación.

Porque ese también es otro detalle, Ruby descansa insconciente en la cama dentro de mí habitación y tengo una batalla masoquista dentro de mí porque  es una tortura no escucharla y ver sus ojos, pero se siente bien el dormir tan cerca de ella, aunque esté herida y conectada a un aparato que está a su lado.

Sin embargo, desde anoche permito que  Naima se cuele a mi habitación y se siente a su lado para peinarle el cabello y hablarle en susurros en francés.

Respiro hondo cuando el electrocardiógrafo indica que su pulso se ha acelerado y con cuidado me acerco a Naima para sujetarle la muñeca. Ella se entremece ante mi tacto y me doy cuenta que la estoy agarrando con fuerza, la suelto y ella me mira en silencio.

—Necesito estar a solas con ella.

Ella muerde su labio inferior y luego asiente tomando el peine junto con su bolso lleno de adornos para el cabello y se baja de la cama yendo directamente hacía la puerta, y sólo cuando escucho la puerta cerrarse es que saco la jeringa del bolsillo y la suministro en la bolsa de la intravenosa.

Su estado ha mejorado, tiene un poco más de color pero parece que siempre hay algo que la hace tener pesadillas y agitarse. No me gusta cuando el electrocardiograma suelta esos pitidos porque la noche que fue traslada hasta acá su pulso era débil, casi nulo. Y casi me golpeo a mi mismo por el desastre que causó Zeb pero que resultó efectivo de alguna manera.

Dejo la jeringa en la mesita de noche y me siento en el colchón a su lado tomando una de sus manos. Ahora su pulso es armonioso, tranquilo. Trazo sus dedos con los míos mientras que un sentimiento fuerte golpea mi pecho.

Está a salvo.

Y eso genera una tranquilidad a mi sistema que pocas veces llego a experimentar. Sonrío un poco imaginando el rostro de quién se supone que es su esposo. No puedo negar que me divierte estar unos cuantos pasos adelante de Bastian, pero esto es algo mas allá que diversión.

Ruby es bastante fuerte y aunque Bastian a querido mantenerla alejada del mundo en el que él está hundido hasta el cuello, eso no significa que ella esté realmente a salvo. Incluso yo, que aunque maneje los libros y lave el dinero de alguna de las familias más poderosas del Alto Mando o la Cosa Nostra, no significa que este un 100% a salvo.

Tal vez un 90% sí, porque aunque ellos crean que solo sé de números y administración, puedo sorprenderlos si así lo deseo.

Suspiro y llevó mi otra mano a su cabello.

—No sé que perturba tu sueño, tampoco se que porque te reprimes —tomo un mechón de su cabello y sonrió al ver lo lacio que quedó gracias a Naima—. Se supone que vendrías al día siguiente que desapareciste, no prometiste nada, pero te deja como una irresponsable.

»Sin embargo, aún deseo averiguar porque avivas tanto mi curiosidad.

Beso el dorso de su mano y siento un leve apretón en ella. La miro por encima de mis pestañas y sus ojos están levemente abiertos. Se mantienen abiertos aún cuando puedo apostar a qué los siente pesados.

O que incluso crea que es una ilusión.

Le sonrío levemente y ella vuelve a cerrar sus ojos.

Dejo sus manos nuevamente en su sitio y me levanto tomando el diario que reposa en el escritorio. Lo abro y leo lo que se supone que hizo Zeb.

Lágrimas de LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora