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El día amaneció tranquilo. Después del desayuno algunos fueron revisados de sus heridas para corroborar que todo fuera bien y que ninguna se hubiera abierto.

--Lucy, es tu turno --se acercó Marco a la chica.

--Está bien --se levantó y comenzó a seguir al rubio, pero fue detenida por una mano que sujetaba su antebrazo, girando para ver quien la retenía. --¿Ace? --se extrañó al verlo, deteniendo el paso del médico, quien también giró y vio con cierto temor al usuario de fuego.

--Voy contigo --su rostro serio no daba indicios de que aceptaría una negación.

--¿Puede? --miró esta vez al rubio con duda.

--Mientras no intervenga puede estar presente --restó importancia y volvió a caminar con dirección al barco.

Ambos pelinegros no tardaron en seguirlo después de que Ace soltara a la chica.

Llegaron y mientras la D. se sentaba en una camilla y retiraba la camisa que llevaba el pecoso se situó a un lado de la camilla y tomó la prenda.

Marco llegó y volvió a extender las dos cortinas, los tres quedando dentro.

--Será lo mismo que la otra vez, ¿lo recuerdas? --se dirigió a quien estaba en la cama.

--Hai --afirmó sin problema.

El primer comandante deshizo el nudo y comenzó a retirar la venda bajo la escrutadora mirada del Portgas, que por cada vuelta iba endureciendo más la mirada.

Terminó de quitarla y giró para depositarla a un lado mientras la pelinegra se tumbaba con lentitud.

Marco volvió a girar y comenzó a retirar esta vez las gasas con cuidado.

--No duele como la última vez --admitió cuando vio que todas las telas habían sido quitadas de su cuerpo.

--Con mi fuego perderás la sensibilidad en la zona durante un tiempo, no te preocupes, la recuperarás cuando la herida termine de curar del todo --tomó el alcohol y las gasas limpias y comenzó a preparar todo para limpiar el tejido dañado.

Retiró con cuidado la sangre que aún prevalecía, viendo como la cicatriz ya estaba cerrando como debía.

--Esto sí duele --se quejó con la mandíbula apretada.

Sin responder solo siguió limpiando, desechando la gasa usada cada cierto tiempo hasta que estuvo al completo limpia.

Prendió su mano y se dispuso a acercarla a la herida, pero su brazo fue sujetado con algo de fuerza.

--¿Qué vas a hacer? --medio gruñó con enojo Ace.

--Curarla --contestó con simpleza.

--Ace, está bien --calmó quien seguía en la cama.

Con reticencia dejó libre el brazo del Fushichō.

Este lo ignoró y volvió a emprender su camino, tocando con su fuego la herida y viendo con una sonrisa disimulada como el rostro de la Monkey se relajaba en gran medida. Volvió la vista a la herida, viendo su lenta cicatrización avanzar y cerrar la herida del todo para evitar que la sangre siguiera saliendo. Cuando vio que quedaba poco para que se cerrara retiró su mano y apagó el fuego. Pero esta vez no fue a por las gasas, sino que comenzó a palpar con extremo cuidado las zonas ya cicatrizadas gracias a su ayuda.

--La cicatrización es buena --comenzó a hablar. --Trafalgar retiró todo el tejido dañado y con mi fuego el nuevo está saliendo correctamente. No puedo evitar que una cicatriz quede pero es posible que puedas transformarte aunque sea en tu forma híbrida antes del tiempo estimado --terminó de decir, separándose y yendo a coger lo necesario para volver a tapar la herida. --Te pondré solo un par de gasas ya que lo que falta por cicatrizar es poco, pero igualmente no deberás hacer movimientos bruscos hasta que vuelva a curarte dentro de tres días más --comenzó a tapar la herida como dijo.

Ave de la revoluciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora