Fue una sola frase, una palabra incluso, lo que destacó en toda la conversación. Una conversación en la que ni siquiera estaba participando, y aún así quedó dando vueltas en su mente.
Parado con un hombro contra el marco de la puerta, esperando al que se había vuelto su amigo, Mirko lo escuchaba hablar con uno de sus compañeros de trabajo.
Un chico con el pelo blanco y negro y los brazos cubiertos de tatuajes, que ordenaba uno de los escritorios un poco alterado.
—...y me dijeron que me fuera, que lo dejara, como si fuera tan fácil, boludo. Ojalá vivir en Europa —decía en un tono agobiado—. Pero bueno, ¿vos qué tal?
Yaco sonreía y asentía, como diciendo "es lo que hay".
—Yo todo bien —contestó.
—¿Tu novia cómo anda?
—Todo tranqui, estamos bien.
El chico siguió preguntando, pero Mirko había dejado de escuchar.
"Tu novia". O sea que Yaco estaba en pareja.
Ni siquiera sabía por qué su cabeza se había empeñado en destacar esa frase como con un resaltador fluorescente.
Parte de él quiso pensar que solo era algo más que sabía de la vida de su amigo, pero en algún rincón esa información no le había caído especialmente bien. Además, ¿por qué nunca la había escuchado antes, si se conocían hace tiempo?
Yaco se despidió de su compañero y se dirigió a la puerta, quedando frente a él.
—¿Vamos? —preguntó con una sonrisa.
Mirko solo pudo asentir y sonreír también, la punzada de molestia que había sentido en el estómago completamente olvidada, al menos mientras caminaba con Yaco al sol del mediodía.