XII - El Colgado

27 1 1
                                    

Habría pasado una semana, un poco más tal vez, y su condición no daba señales de desaparecer. La última fiesta fue la primera vez que la tos le trajo una flor entera en vez de los pétalos violetas. Y a diferencia de estos, la flor le parecía conocida. Era una margarita, estaba casi seguro.

Fue por ese "casi" que sin darse cuenta, empezó a interesarse en las flores. Después de todo estaban cada vez más integradas en su vida, ¿por qué no saber al menos sus nombres?

Y así empezó a guardarlas. Incluso diría que a cuidarlas.

Durante esa primera semana solamente las observaba, miraba bien los pétalos, intentaba ubicarlas y si encontraba alguna, anotaba el nombre. Después se le ocurrió pegar los pétalos, o la flor entera, al lado del nombre. Se dio cuenta de que algunos pétalos eran iguales, solo de distinto color, lo cual ayudó a identificarlos.

De pronto estaba llevando ese anotador a todas partes, por si llegaba a aparecer un pétalo nuevo que necesitara no perder. Ya tenía margaritas, fresias y los pétalos violetas, que según lo que había averiguado eran de una planta llamada gerbera.

Era un día más en la tienda, un día de los aburridos. Miraba hacia afuera con la mente en otro lado, cuando una cara conocida llamó su atención de vuelta a la Tierra. Recordó que tenía el anotador en la mano y se apuró a guardarlo en su mochila, por las dudas.

—No vas a poder creer lo que me acaba de pasar. —Yaco irrumpió en el local con una sonrisa, empujando sin cuidado la puerta de vidrio que rechinó con fuerza al cerrarse.

—Hola, ¿no? —Mirko lo miró casi sin cambiar la expresión, como si todavía no hubiera vuelto del todo.

—Hola, no vas a poder creer lo que me acaba de pasar. —Se acercó al mostrador mientras se sacaba la campera, la cual tiró sobre una silla vacía al lado de la de Mirko—. ¿Viste Matías, el que trabaja conmigo?

Empezó a contar su anécdota sin esperar ningún tipo de respuesta y sin importar que Mirko no mostrara interés en prestarle atención.

Y es que estaba intentando con todas sus fuerzas no toser, con el miedo de que alguien lo viera y descubriera lo que le estaba pasando últimamente. Más si esa persona era Yaco, alguien con quien no creía tener confianza de verdad. Tenía todas las ganas del mundo de responder a ciertas observaciones dentro de la historia con las que no estaba de acuerdo, pero sabía que si hablaba lo iba a atacar la tos y muy probablemente, las flores.

—...le había dicho que viniera, y en un momento ella sale y Matías me pregunta "¿Es tu novia?" y yo pensaba que era obvio, pero el chabón me dice "Pensé que te gustaban los pibes". —Yaco soltó una risa, y Mirko lo miró con desconfianza—. Posta no sé en qué momento me vio cara de puto, pero bueno, le acababa de decir que tengo novia tipo, me pareció raro que me lo dijera. Si no supiera que él está en pareja pensaría que me quiere chamuyar o algo...

Mirko hizo una mueca. Casi no pudo aguantar las ganas de responderle, pero en vez de eso se levantó a buscar agua. Si hablaba, solo iba a ser peor.

Conocía esas palabras. Estaba hablando como algunas personas de su escuela, que no eran de mente precisamente abierta ni se mostraban precisamente amables con él. Pero Yaco siempre había sido amable con él, no tendría por qué ser ese tipo de persona.

No podía ser ese tipo de persona.

No era ese tipo de persona. Estaba seguro.

Estaba seguro. Yaco no era así.

Estaba seguro.

ₕₐₙₐ ₕₐₖᵢₘₐₛᵤDonde viven las historias. Descúbrelo ahora