—¡Me invitó a su casa!
Mirko bajó el volumen de la llamada lo máximo que pudo.
—¿Quién? —preguntó.
—¿¡Cómo quién!? ¿¡Estás loco!?
Del lado de Alfonso se escuchaba ruido de fondo, como si estuviera revolviendo una bolsa o algo parecido.
—Amigo, calmate, por favor. —Se frotó los ojos y miró la hora. Eran las 9 de la mañana, un domingo.
—¡Me invitó a su casa Mirko! ¡A mí solo! —siguió gritando, ignorando el pedido por completo.
Todavía mitad dormido, él se alejó el celular de la oreja.
—Mirá, voy a cortar y me volvés a llamar cuando te hayas tranquilizado.
Y así lo hizo.
De igual manera, entendía a su amigo. Él también se pondría así si lo invitara a su casa el pibe que le gustaba desde la secundaria aunque lo negara cada vez que le preguntaban.
Aunque él no lo negaría. Había pasado esa etapa. Alfonso no quería que lo supieran otras personas, y eso estaba bien, no le molestaba ser el único al que le contaba todo.
Solo sentía que quizás le haría mejor aceptarlo, más que nada por una cuestión de oportunidades. En una de esas, el sentimiento era mutuo y ninguno de los dos se enteraba por querer ocultarlo por prejuicios o lo que fuera.
Aunque Julio no parecía ese tipo de persona. Nunca habían hablado del tema abiertamente, pero los tres eran amigos hace mucho y era una especie de realidad aceptada que a él le daba igual el género y que Mirko no salía con mujeres.
Tampoco es que saliera mucho en sí. Su vida amorosa había sido un fracaso atrás de otro, y había terminado cansándose y dejándolo para otro momento. Últimamente estaba intentando concentrarse en el trabajo.
Estaba pensando en su vida mientras miraba al techo fijamente cuando escuchó que le llegaba un mensaje.
"AMIGO ME INVITO A DESAYUNAR"
"HIZO TOSTADAS CON TE PAKISTANI O COMO SE ESCRIBA"
"Y TIENE UN CUADERNO TODO LLENO DE DIBUJOS Y HOJAS SECAS"
"ES MUY LINDO NO PUEDO"
Sonrió imaginando a Alfonso gritando todo eso. Realmente no iba a tranquilizarse por un par de días.