capítulo once

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─Desde aquí se ve el polvo.

Ante el sutil aviso de Arabella, Auruo frunció el ceño. El rubio apretó entre sus manos el pedazo de tela con el que se encontraba limpiando, lanzándolo al suelo con fuerza, buscando desquitarse con algo.

─Estoy cansado de esta mierda ─murmuró Auruo lo bastante fuerte para ser escuchado por el resto del grupo que se encontraba en el salón.

Todos se quedaron congelados ante las palabras del hombre. Petra, al ser la única mujer, aparte de Arabella─quién seguía con su tarea ignorando el arrebato del rubio─se acercó nerviosamente a él.

─No digas eso tan fuerte. Sabes que el Capitán puede oírte ─murmuró lo último, intentando ser discreta.

Tal vez no fue buena idea para Arabella el haberle dicho a Auruo que no estaba limpiando adecuadamente. Aunque si a ella le daban órdenes de dejar impecable el lugar, con el aviso del castigo que recibirían si eso no se acataba, sentía que también era su deber hacerles saber cuando algo se estaba haciendo mal.

Ella no era una loca compulsiva por la limpieza, como parecía ser el Capitán, pero no había que ser un genio para saber que limpiar la mesa con la misma tela con el que limpiaron los pisos sólo traería más suciedad y mal olor.

─Esta mesa está limpia, Petra ─se excusó él, como si la tarea que estuviera haciendo fuera la mejor del equipo.

Los parloteos del rubio continuaron por otros minutos más. Arabella observó los rostros de los demás soldados quiénes estaban dándoles miradas discretas a sus dos compañeros mientras discutían. Ella estaba intentando ignorar toda la situación a su alrededor, aunque con cada rabieta del rubio, se le hacía difícil.

Con un suspiro agotado, Arabella se colocó de pie luego de permanecer en cuclillas limpiando las esquinas del cuarto, acercándose a ambos compañeros que seguían enfrascados en su propia lucha.

─Está bien. Alto ─tomó el hombro de Petra, buscando llamar su atención. La joven ante aquel toque detuvo sus palabras para observar a la castaña a su lado. Auruo siguió su ejemplo─. Yo limpiaré la mesa.

Antes de que se dijera algo más, Arabella tomó la tela de las manos del rubio. Al caminar en dirección a la mesa, Arabella la tiró a la cubeta que se encontraba en el rincón, esperando que el hombre no volviera a tomarlo, y con uno limpio procedió a limpiar.

Escuchó los suspiros de alivio de Erd y Gunther a su espalda, quienes continuaron con su tarea ahora que las cosas volvían a estar tranquilas.

Arabella volvió a limpiar donde el rubio hizo su camino con el trapo sucio, intentando que el olor a suciedad se quitara. Una vez finalizado, se colocó de rodillas, limpiando por debajo de la mesa, presintiendo que el Capitán sería capaz de revisar aquel lugar.

Mientras limpiaba lo último, escuchó el distinguible ruido de la puerta al ser abierta con lentitud, seguido de unas pisadas. Gateando de espaldas, Arabella retrocedió para salir de allí abajo, chocando abruptamente con algo. Giró su cabeza y la alzó para mirar a aquel pelinegro, con una expresión de molestia.

Antes de siquiera poder pedir una disculpa, la castaña sintió una mano sobre su brazo, alzándola con suavidad. Con un asentimiento a Moblit, quién le ayudó a reincorporarse, Arabella se enderezó ante la presencia de ambos hombres que seguramente venían con noticias, o tal vez sólo a supervisar.

Sin una palabra, el Capitán recorrió la estancia, esperando que sus soldados hubieran acatado sus órdenes.

Arabella se acercó al balde de los trapos sucios para dejar el que tenía en la mano, dándole su atención al pelinegro, quien llevó sus largos y delgados dedos bajo la mesa para una mayor inspección. Una vez que tocó debajo, frunció el ceño llevando sus falanges cerca de su rostro para mirar con mayor detenimiento.

UNSTOPPABLE ━levi ackermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora