Capítulo 5

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ANNABETH CHASE

Mañana nos iríamos a Goode.

Ya había alistado casi todas mis cosas. Y suponía, aunque no tanto, que los demás también.

En total, todos los que iríamos éramos: Piper, Jason, Frank, Hazel, Calipso, Leo, Percy y yo.

Ya lo sé, ocho semidioses en un mismo lugar. Muy peligroso. Pero Quirón nos iba a dar una especie de poción mágica, preparada por la cabaña de Hecate, para que nuestra aura sea menos intensa.

Esperaba que funcionara.

En fin, me encontraba muy feliz, lo cual me preocupaba un poco, pero tal vez este año podría ser diferente a los anteriores. Igual nunca lo diría en voz alta. No hay que tentar a la suerte.

Percy y yo nos hallábamos sentados debajo del árbol de Thalia. El cielo estaba cálido, anaranjado con pequeños toques amarillos en la parte inferior. Era una tarde muy bonita.

Mi cabeza descansaba tranquilamente en su hombro mientras leía un libro en griego antiguo muy interesante. Por otro lado, Percy tenía un brazo alrededor de mis hombros mientras... bueno, no hacía nada en específico.

Pero justo ahora parecía estar mirandome.

—Percy —me quejé, apartando la vista del libro—, no me mires. ¿No te aburres?

Él formó esa sonrisa molesta que antes me fastidiaba.

—No —respondió y me besó en los labios.

Cuando nos separamos sonrió y por más que no quise hacerlo también lo hice.

Continué con mi lectura. Una que otra vez sentía a Percy mirarme. Lo que me hizo volver a sonreír. Después de unos minutos decidí cerrar el libro y dejarlo a un lado.

—¿Qué hacemos? —le pregunté.

—Mmm... —murmuró, tomó mi cintura y me sentó entre sus piernas. 

—¿Qué haces, sesos de algas?

Percy no respondió. Solo hizo una pequeña sonrisa mientras pasaba sus brazos por mi estómago y me abrazaba.

Recosté mi cabeza en su pecho y la incliné hacia arriba para mirarlo a los ojos. Sus ojos verdes se veían muy bonitos bajo la luz de la tarde. Sus labios rozaron mi mejilla y luego descansó su cabeza contra el tronco del árbol.

Podía sentir su respiración pausada en mi espalda e inhalar el olor que desprendía. Percy siempre olía a mar.

—¿Si nos quedamos así? —preguntó suavemente.

No podía estar más de acuerdo. Además, a estas horas de la tarde no había mucho que se pudiera hacer. Solo quería pasar el rato con él.

—Bueno —sonreí.

Percy me acercó más a él y con una mano conenzó a acariciar mi cabello con delicadeza. Juro que mi corazón estaba dando volteretas.

Inhalé profundamente. Al frente podía observar el partido de voley que se estaba dando entre los hijos de Apolo y Hefesto. Era muy divertido como se quejaban con el árbitro (Will) por los puntos.

Transcurrieron algunos minutos en silencio mientras algunos pensamientos iban y venían de mi cabeza.

—Percy... —susurré.

Giré y lo vi mirándome fijamente, sus ojos brillaban de curiosidad.

—¿Crees que este año sea diferente a los anteriores? ¿Sin monstruos, profecías y misiones? —me aventuré a formular otra pregunta—. ¿Qué por fin podamos estar en paz?

Los Siete Grandes SemidiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora