Ocho

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—¿Así que estás dispuesto a matar o estás listo para ser asesinado?

Mientras estaba sentado en el banco en el cuarto de atrás, las voces de cientos de hombres gritando sus apuestas más allá de la puerta hicieron que mis manos temblaran nerviosas. 362 estaba sentado frente a mí, riendo con una sonrisa de comemierda mientras envolvía su mano en un sucio vendaje deportivo blanco.

Este hombre había estado en mi culo desde que llegué hace un mes. Era tres años mayor que yo, uno de los mejores luchadores en su división aquí en el Gulag, pero de inmediato me vio como una amenaza. Tres años más joven que él, y emparejaba con su tamaño. Durante algunas semanas, el director me llevó a un gimnasio, me hizo entrenar en técnicas de lucha, diciéndome que tendría mi primera lucha pronto. Todos los días, me despertaba, entrenaba, comía y dormía. Tenía una rutina, pero mis sueños estaban plagados con el chico que había visto en el ring. Con su mirada muerta en sus ojos, las tripas de su oponente sobre la lona. Sabía que iba a ser yo pronto, obligado a matar o a morir.

362 me miró esperando mi respuesta.

—Voy a matar a quien coño se meta en el ring conmigo —le prometí. La sonrisa de 362 sólo se hizo más ancha con mi tono cabreado. Centré mi atención en el suelo de baldosas blancas, animándome interiormente por todo lo que había trabajado. Mis piernas rebotaron cuando el ruido de la jaula se hizo más fuerte, y sabía que la lucha actual estaba llegando a su fin. Mi piel se retorcía por la descarga que había estado recibiendo todos los días. Mis músculos estaban creciendo, doliendo en todo momento. Estaba sudando constantemente y agitado veinticuatro-siete, la cosa más pequeña haciéndome enojar.

Te convertirás en adicto, ya sabes —dijo 362, y mis ojos se estrellaron con los suyos, la rabia ardiente corriendo por mis venas. Su largo cabello negro le bajaba por la espalda, e hizo un gesto con la barbilla en dirección a la puerta que conducía a la jaula—. Allí afuera, todos los hombres apostando en tu fuerza, en tu voluntad de sobrevivir. Te convertirás en un adicto. Vivirás para la matanza... vivirás para ver la fuerza de la vida drenar de los ojos de tus oponentes. En esa jaula, somos tanto dioses como monstruos.

Mi boca se apretó y todos mis músculos se tensaron.

Nunca —escupí de vuelta, mi voz sonando más profunda, más áspera.

362 simplemente se rio.

Esta es tu primera pelea. No tienes ni idea de cómo te vas a sentir —se burló.

Apretando los puños, dije rotundamente:

Voy a hacer lo que tengo que hacer para salir de aquí. Eso es todo. No soy como tú. No me va a gustar.

362 saltó en sus pies y se acercó a mí. Me levanté, el frío hormigón bajo mis pies, y nos encontramos cara a cara. Yo era fuerte; algún pedazo intimidante de mierda no iba a ser mejor que yo.

¿No eres como yo? —interrogó 362. Apreté la mandíbula y miré en sus malditos ojos muertos. Sonrió con satisfacción, luego dio un paso más hacia adelante hasta que sus pies tocaron los míos—. Vas a terminar exactamente como yo. Vas a morir por dentro. Vas a derramar tanta sangre que será lo único que verás. Al principio, lo odiarás, pero con cada muerte, vas a necesitarlo más y más, como una puta droga. Vas a cambiar. Quien eres ahora ya no existirá. Te olvidarás de quien fuiste. Te olvidarás de cualquier persona que alguna vez amaste. —El labio de 362 se curvó en una seca sonrisa satisfecha, pero luego su rostro se quedó en blanco—. He estado aquí por años. —Su cabeza se inclinó hacia delante hasta que su boca estaba en mi oído, pero me contuve—. Y no tengo ni puta idea de quién era antes de que me trajeran a este infierno. Y con el tiempo, tú tampoco lo sabrás.

Lost Fighter ||KaiSoo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora