Diecinueve

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KyungSoo

—¿Está bien, joven? —preguntó KiBang, mirando mi cara en blanco a través del espejo retrovisor.

Seguí mirando por la ventana, una gran variedad de emociones me recorrían como llamas ardientes. Kris había matado a mi hermano. Kris, el hombre que me había controlado y poseído todos estos años, el hombre al que había dedicado mi vida a servir. Y había culpado a JongIn por la muerte de JunMyeon... ¡Dios! ¿Sólo para poder tenerme?

El pensamiento me hizo sentir enfermo. Atormentado por la culpa. Desesperado y un millón de emociones más.

Y mañana por la noche; mis dos amores, uno puro aún roto y otro tan oscuro que, ahora me daba cuenta, no conocía en absoluto, lucharían a muerte.

Mañana por la noche perdería a uno.

Sabía lo que mi corazón quería, no, necesitaba, que sobreviviera... JongIn.

Siempre había sido JongIn.

Kris merecía morir.

—¿Joven? —KiBang insistió de nuevo y miré sus ojos preocupados—. ¿Qué ha pasado? Conozco esa mirada, devastación. Sólo la he visto una vez antes... y fue cuando nos dijeron que el señor Kim murió en ese accidente.

Sentí las lágrimas correr por mi cara, sorbí por la nariz y me limpié las mejillas.

—KiBang... Acabo de encontrar al asesino de JunMyeon. Yo... yo... —Mi voz se apagó, incapaz de terminar la frase, el dolor era insoportable.

Me di cuenta de que nos habíamos detenido a un lado de la casa de mi papá, para estacionar a la sombra de la oscura calle, fuera de la vista.

Cuando el auto se detuvo, KiBang se giró en su asiento.

—¿El señor Kris?

Mis ojos se abrieron y el pulso me latía en las sienes.

—¿Tú... lo sabías? ¿Durante todo este tiempo?

KiBang negó.

—No, joven. No lo sabía. Pero, bueno, lo observé durante toda su vida. Lo vi crecer, de niño a hombre, algo nunca estuvo bien con él. Como si estuviera perturbado, en el fondo de su alma.

Tragué saliva, escuchando todo lo que salía de la boca de KiBang. Y tenía razón. Kris siempre había sido diferente. Volviéndose violento, fuera de control, de su posesión para mí... de sus asesinatos. Muertes que tenía que hacer o se dirigía a las calles o las mafias rivales a sacar su rabia. Los Kkangpae decidieron, hace cinco años, que debía luchar en la mazmorra durante el Campeonato. Mi papá quería que tuviera una salida para su rabia, que no causara problemas con los rivales y que, además, pudiese obtener beneficios.

—Cuando la noticia de la muerte de JunMyeon se le comunicó al personal, no podía creer que JongIn hiciera una cosa así. Era un buen muchacho, un buen chico Kkangpae; severo y rudo, pero no demasiado frío. Pero sobre todo, era leal a su familia. Amaba a su familia. Su papá le había criado bien. A diferencia del señor Stephen, que crió a ese chico suyo para ser un asesino. Después de que su madre se fugó cuando era un bebé, educó a ese chico sin ningún afecto. —Los ojos de KiBang parecieron perder el enfoque y negó con la cabeza—. Hay algo en sus ojos... algo que nunca me ha gustado. —KiBang se movió incómodo en su asiento—. Recuerdo encontrarlo de niño, matando a un gato, no, torturándolo. Vio que lo observaba con horror y sonrió. Me sonrió, KyungSoo. Entonces supe que algo siniestro corría en la sangre de ese chico. Le gustó matar a ese gato. Le gustó escucharlo sufrir.

Lost Fighter ||KaiSoo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora