10. La ventana

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CAPITULO 10

Las personas mienten, como humanos todos nos equivocamos, mentimos, supuesta-mente para cuidar a una perdona, una mentira piadosa. Esa solo era una escusa, mentían. Fui el peón en un juego mucho mas grande que yo, del que no sabia.

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Los próximos días pasaron calmados o mejor dicho sin apariciones del loco familiar del vecino guapo, Penny me dijo que era su hermano, pero aún no lo proceso.

He podido leer el último diario, recuerdo más y puedo tener las cosas claras, mi mamá me contó que unas ves escucho a alguien caminar en mi habitación y llego a mirar quien era, en las madrugadas me levantaba de mi cama dormida y caminaba hacia la ventana y solo me quedaba ahí cinco minutos y luego volvía a la cama como su nada hubiera pasado. Ahora sí me estoy enloqueciendo. Y si algo me poseyó — pensé — no, no, no, no muchas gracias, nunca no creo en eso y por algo no me gustan las películas de terror.

Escuchaba pelo suelto de gloria Trevi mientras baila en mi habitación entre saltos y giros, me gustaba escuchar estas canciones, eran de otra epoca, pero no eso no le quitaba la diversión a la hora de cantarlas a todo pulmón.

— A nadie voy a tener miedo, voy a llevar el pelo suelto — cantaba a todo pulmón juro que podía escuchar mamá reír.

— ¡Calla ya! — gritaron a lo lejos.
Camine hacia la ventana para fijarme quien era y adivina. El hermano del vecino guapo. Saqué mi cabeza por.ls ventana y lo pude ver estaba en misma posición, con los brazos en el marco de la ventana y la cabeza por fuera.

— No gracias, existe tapones — grite como respuesta.

— Claro y también buenas cantantes — respondió.

— Oye — cambie de tema aprovechando el momento — Me puedes hacer un favor.

— Disculpa — dijo sarcástico.

— Si, ¿Me podrías llamar al vecino guapo?

— Genial — dijo intentando que no escuchará, pero no funcionó — Pero si lo tienes aquí — vocifero en mi dirección alzando la voz más de lo necesario.

— ¿Me río? — pregunté — es enserio, me lo puedes llamar — repetí.

— No — dijo cerrando la ventana con más fuerza de la necesaria.

— Hey, hey — grite

— Que — Alcance a escuchar cuando detuvo su movimiento.

— Un trueque - pregunté

— Por ...

— Dejo de cantar y tú me llamas al vecino — propuse

— Vale — acepto sin dudar— si en una hora vuelvo a escuchar tus maullidos no hay trato.

— Hecho — hice una seña de aceptación con mi dedo pulgar arriba.

Sin más cerro su ventana y se adentró de nuevo a la casa.


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