Capítulo 37

13 1 0
                                    

Para el camino de vuelta, a Max le llevó casi tres horas llegar a esa habitación tapizada debido a su herida, la cual le había hecho detenerse en varias ocasiones para recuperar energías y obtener reposo.

Cuando llegó a la habitación tapizada, su pierna derecha ya estaba comenzando a sentirse entumecida y húmeda por la sangre que le escurrió tras la apuñalada recibida durante su combate contra The Freak.

Por ello fue por lo que se vio obligado a tener que descansar al sentarse en la misma silla donde lo había aprisionado la abominación horas atrás.

Mientras buscaba la manera de detener la salida de su propia sangre a través de la apuñalada, Max volvió a recordar a The Freak. De alguna manera comenzó a sentir lástima por cómo se dieron las cosas para Andrew, agregando su muerte brutal.

El joven Greevey tenía la clara sensación de que Andrew aún tenía cierto uso de razón humana en sus acciones, o de lo contrario lo hubiera matado con mayor facilidad.

—No sé si hubiera podido hacer algo por ti —murmuró por lo bajo Max.

Encontró un par de vendas, con las cuales improvisó para cubrir la apuñalada recibida.

Sintiéndose un poco mejor al respecto, miró hacia arriba mientras intentaba descansar, aunque sea un poco.

Sin haberse dado cuenta en un principio, Max llegó a ver cómo en una de las imágenes que se encontraban en el techo se veía a Andrew de niño junto a unos muñecos hechos manualmente. Se veía que en ese entonces era la época de los ochenta.

Tardó en darse cuenta de que aquellos muñecos eran en realidad las tres mascotas de Funny Landy.

Al pensarlo muy bien, Max descubrió la verdad sobre otro misterio que rodeaba a Funny Landy. Las botargas aparecían en distintas posiciones debido a que Andrew jugaba con ellos de vez en cuando durante la noche, reforzando la idea de que aún tenía cierta humanidad dentro de aquella bestialidad que rodeaba a su apariencia física.

Nunca hubo nada anormal en esos objetos, solamente eran unos juguetes para la abominación de Andrew, quien trataba de recordar su infancia y recuperarla, suponiendo esa situación obviamente.

—Me orillaste a matarte —soltó Max muy arrepentido, aunque realmente él mismo no hizo mucho para eso.

Solamente se encargó de provocar la falta de equilibrio en su brazo izquierdo para posteriormente ver la caída de su cabeza encima de la máquina cortadora de pollos.

Cuando devolvió la mirada hacia la pared que estaban las fotos de Andrew Coleman con su esposa, hubo algo que lo dejó pasmado.

Una de esas fotos demostraba a ambos en las afueras de una casa.

Para poder ver mejor la imagen, Max tuvo que hacer un enorme esfuerzo para incorporarse de pie.

Cuando se hubo acercado a la foto, Max pudo notar que su propia casa estaba detrás de la pareja.

Aquello le hizo darse cuenta de que Andrew y su esposa vivían ahí antes de ser comprada por su propio padre.

Gracias a esa deducción Max pudo entender mucho mejor las visitas nocturnas de The Freak, las cuales se debían a que esa abominación aún tenía recuerdos humanos. Aún tenía sentimientos.

Aquel descubrimiento apoyaba por completo su intuición respecto a que The Freak aún pensaba como un humano. No era un monstruo en su totalidad.

Eso hizo que Max soltara unas pequeñas lágrimas de cierta melancolía por el destino que le tocó a Andrew.

—Lamento que hayas tenido que pasar por ello —soltó con cierto lamento Max.

La AbominaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora