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Ben no supo hasta ese preciso momento de cuantas cosas su vida había perdido.

Jamás había llamado hogar a ningún sitio. Nunca, aun con su madre en vida, habían permanecido en la misma casa por más de un año. Y por más que cueste creerlo las mujeres de su familia no habían sido criadas para mantener un hogar tradicional. Las alacenas estaban llenas de polvo y las cocinas y hornos, solo se utilizaban de adorno o de exhibición. Las comidas caseras solo habían sido proporcionadas por su abuela en contadas ocasiones y aunque no lo admitiera en su cara, no eran las delicias de una abuelita que orneara galletas constantemente.

Si, Ben no sabía lo que era un lugar al que llamar hogar. Pero si le pidieran alguna descripción. El habría descripto la casa de Ana.

La entrada de baldosas, el jardín de rosas y el sobre techo sobre la puerta principal, hablaban de un cuidado no muy excesivo, pero pulcro. Y es que había que hacerse tiempo para cuidar de un patio y una entrada con tantas plantas.

Al entrar por la puerta de madera, lo saludaron los invisibles viejos recuerdos guardados en las paredes y pisos. Olores que había olvidado que existían llamaron su atención, se respiraba un fuerte perfume a aromatizantes pero no de manera agobiante. Por toda la casa y en cada rincón encontrabas sitio donde posar la mirada. Mesitas y almohadones bordados, marcos y fotos. Había flores recién cortadas en el centro de la mesa del comedor y distintas artesanías aquí y allá que no podían pasar a ser desapercibidas. El ambiente olía a casero y la calidez era tibiamente abrazante. Todo era marrón y rosa. Los fuertes colores de la madera de los muebles resaltaban ante tanta claridad. Ana lo ínsito a seguirla por el ancho comedor living hasta llegar a una isla separativa de la cocina, donde rápidamente un vidrial de múltiples colores llamo su atención.

La extravagante vista multicolor tenia bellamente remarcado la danza de unos hermosos colibrís saltando de flor en flor. La presencia de Ana no se hizo esperar a su lado. Al momento de sentir que Ben había dejado de seguirla busco inmediatamente el centro de su atención. Con un aire nostálgico. Tímidamente se acercó a su lado y colocándose de puntitas susurro muy suavemente en su oído.

- Fue un regalo – la voz de Ana era melodiosa, y su susurro atrayente, Ben retiro rápidamente la vista del vidrial, chocando así con sus ojos chocolatosos a pocos centímetros de su rostro.

- ¿Un regalo?– pregunto sin poder distanciarse de su cercanía. Ana con una sonrisa nerviosa asintió alegándose lentamente, ella tambien sentía el atrayente calor de sus ojos grises. Era escurridiza a este.

- Podría decirse que si – fue lo único que dijo volviendo a retomar el rumbo al patio.

Afuera se oían risas y voces. Variados grupos de personas estaban esparcidos por la extensión del patio, solo específicamente un grupo de hombres estaba alrededor de una parrilla de ladrillos donde se encontraba en el centro el padre de Ana que sobre su cabeza agitaba un tenedor a modo de saludo. Cerca de la mesa central del jardín el mismo grupo de chicas que iban con Ana a todos lados. Se acercó con su mejor cara de invitado y una sonrisa obiamente falsa de cordialidad  saludo a cada una antes de sentarse en el espacio que Ana le indico.

Luego corrió por una bebida.

Al instante de su partida Ben sintió las miradas punzantes del trio delante de él.

- Así que decidiste venir - la pelirroja fue la primera en hablar, con una sonrisa torcida en el rostro. -  muy valiente de tu parte - 

- Es bueno volver a verte – dijo la morena agitando el resto de su bebida en su dirección.

La tercera no dijo nada solo tecleaba en su celular a una velocidad impresionante, sin embargo de ves en cuanto sus ojos se posaban en él. Sin saber que responder Ben intento una sonrisa amistosa.

Siguiendo Tu Bella SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora