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Ya en el salón se podía distinguir a la perfección un cambio en el ambiente.

Mucho más denso e incómodo.

Ana había dejado de lado sus sonrisas distraídas y espontáneas remplazándolas por un semblante neutral atenta y centrada a todo, menos al chico a su lado. Escribía casi con furia sobre su pequeño cuaderno, borraba y volvía a escribir una y otra vez frunciendo el ceño cada vez más.

Cuando la actividad se le dificultaba mordía la punta de su lápiz distraídamente y fruncía mucho más el ceño. Pero ese día no disfrutaba de las pequeñas victorias que conseguía contra las matemáticas como usualmente hacia, no sonreía como siempre cuando lograba descifrarlo. Sólo suspiraba y levantaba levemente la comisura de sus labios con el lápiz aún apretado entre sus dientes. Sino hacia eso, mordía tentadoramente su labio inferior.

Provocándole con seguridad.

Estaba comenzando a serle dificultoso estar tan cerca de ella. No es que le molestará su presencia, sino que todo lo contrario a ello. Su exquisito perfume le impedía concentrarse y era inevitable no inhalarlo cuando buscaba aire en cada exhalación. Su mano rozaba sin querer la suya en un efímero movimiento que lograba descolocarlo de su lugar, sorprendiéndolo y exaltándolo. Todos esos minúsculos detalles eran casi intolerables para su corazón.

Pero cuando empezó a notar el diferente comportamiento que tenía a su lado, se molestó. No había pequeñas risitas, no hablaban, de por sí él no era de hablar mucho. Pero ella no se había molestado en siquiera quitarle una estúpida conversación o una sonrisa provocada de esas que solía buscar en otros. Solo se mantenía en silencio y con una mirada bastante seria.

Sabía, gracias a sus observaciones minuciosas, que algo que parecía gustarle era hacer reír a las personas. Y por alguna razón, o circunstancia no lo estaba intentando con él.

No sabia como tomar ese hecho.

- Bien Anita, tus suspiros están haciendo que se me ericen los vellos de la nuca ¿Qué demonios te sucede? Si ibas a extrañarme tanto no tendrías que haberte ido de mi lado - interrumpió Javier cuando Ana volvió a suspirar por enésima vez esa mañana. Ben no pudo evitar mirarlo mal, pero el otro no pareció notar la molestia que generaba en él.

- Te crees muy importante verdad - reto Ana liberando por fin una sonrisa burlona. Ben no pudo evitar sentirse desfallecer y sólo atinó a fingir que escribía atento a su conversación.

- No me creo, se con seguridad que soy muy importante en tu vida, que lo niegues te hace ver tan adorable - siguió diciendo Javier. Ana río entre dientes y por breve segundo ninguno dijo nada. Ben luchaba con la tentación de darse vuelta a picarle los ojos a Javier y sin querer la punta de su lápiz se rompió - Bueno preciosa tendré que dejarte está tarde para que la pases sin mi presencia- murmuró y Ben escucho como el sonido constante del teclado de su teléfono sonaba con rapidez.

- ¿No vas a acompañarme a casa? - interrogó Ana sorprendida de tal anuncio - ¿Y puedo saber por qué? - volvió a preguntar.

Ben no lo vio, pero supo que Javier la miraba con el teléfono en la mano y el mensaje sin enviar aún.

- Ana no tienes que saberlo todo, sólo tienes que saber que no te voy a acompañar y listo - regaño Javier volviendo a teclear en la pantalla de su celular. El comentario no pareció agradarle mucho a Ana.

- ¿Sólo tengo que saber eso, y nada más? - cuestiono ella.

- Si nada más - afirmó Javier autoritario.

Ben presentía que esto era algo que no se podía perder y sin esperar más comenzó a observar la discusión de reojo con mas atención.

- ¿Y el ensayo? - pregunto Ana acusatoriamente cruzándose de brazos, Javier aprovechó ese momento para levantar su mirada sólo un instante de su celular y dirigirle brevemente su atención a Ana

Siguiendo Tu Bella SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora