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Esa misma tarde al volver, inevitablemente  pensó en ella.

Como ya de costumbre.

En su original manera de ser.

Ya sabía que le faltaba mucho por descubrir sobre su alocada y entretenida personalidad. Era algo que lo entusiasmaba en sus mañanas pesadas. No sabía que traería para el su próxima sonrisa.

Comió en paz la cena, en un silencio pasible con un semblante mucho mas relajado que otros días.  Y pensando en ella se distrajo. Rompió uno o dos vasos, tal vez lo segundo había sido un plato. 

Su abuela muy lejos de atacarlo verbalmente, lo fulminó con la mirada y lo analizo en un silencio funerario. Ella no sabía por boca de el lo que le sucedía esos días con exactitud. No sabia del por qué de sus distracciones constantes y su torpeza inesperada. Pero estaba seguro de que aquella vieja tenebrosa algo sabía. Y lo aseguraba por su manera de verlo cuando volvía de la escuela. Con esa sonrisa estúpida que mantenía cada vez que volvía.

Otra cosa de la que estaba muy seguro, es que la mujer venía de alguna generación de brujas que habían sobrevivido a la caza de brujas en los siglos antiguos.

La sospecha se confirmaba cuando antes de que estuviera por romper algo por...accidente...

Ella aparecía desde algún rincón oscuro de la habitación  e interrumpía rápidamente sus acciones. Muchas veces llego  interrumpir sus propio pensamientos. Cuando de  "casualidad" la sonrisa de Ana se atravesaba por su cabeza, el rostro ceñudo y repleto de arrugas de su queridísima abuela se encargaba de desvelarlo. Sus ojos igualmente grisaseos eran como un golpe  invisible  que lograba despabilarlo inmediatamente dejándolo con la garganta seca y los bellos erizados.

Tal vez era solo una  exageración  de su parte, tal vez su abuela sólo hacia cosas de ancianos de su edad. Pero cuando lo miraba con esos ojos tan parecidos a los suyos, era como si quisiera señalarle algo, seguramente algo demasiado obvio  para ella pero no lo suficientemente obvio para el.

Aveces sólo se quedaba ahí. 

Viendolo.

De su boca rugosa no escapaba palabra alguna. Pero  en su mirada podía leer casi a la perfección ''nieto estúpido'', que además de espantarlo no lo ayudaban en nada.

Al pasar las horas ya dormido, soñó con el día siguiente.

Planeaba invitarla a volver a compartir asientos con el de una manera mas natural,  quería poder hablar mas fluidamente de muchas cosas como de música, gustos, comida. Recolectar esa información que ya sabia de boca de ella. Quería conversar de lo que sea, de lo que ella quisiera. Tal ves invitarla a tomar un helado, de esos que ella siempre estaba mencionando que quería.

Pero lo que mas deseaba era que llegará rápidamente el día siguiente, para verla. Con eso en mente y una sonrisa en los labios se unió al mundo de los sueños por completo.

...

A la mañana siguiente se olvidó de todos los buenos pensamientos que tuvo antes de dormir. El día parecía ir en contra de el.

Se había despabilado completamente de su letargo mañanero con un buen golpe de frente contra la puerta del baño. Y cuando llegó a este, seguramente con una contusión en la cerebro. La canilla de la mesada goteaba paulativamente causando un eco ensordecedor e insoportable para esa hora específica de la mañana. Ya cansado y agobiado camino sin mirar donde sus pies pisaban por el pasillo recto hacia la escalera. Y fue cuando en el primer escalón su pie encontró un juguete escandalosamente brillante y colorido. Se resbaló solo tres escalones porque se tomó rápidamente del barandal antes de terminar rodando ridiculamente escalera abajo.

Siguiendo Tu Bella SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora