Kübler-Ross

12K 1K 290
                                    

¿Qué tal? Bueno me tarde un poco, pero es que estuvo haciendo bastante calor y la verdad es que eso supera mis ganas de escribir. En fin, para compensar les traigo un cap más largo, espero les guste. :D

Capítulo XXIII:

                                                         Kübler-Ross

 

Seguramente la mayoría de ustedes han oído hablar de esto, pero no tienen idea de dónde viene o que siquiera fuese una mujer la que estuviera detrás de todo. Pues sí, allá por el año 1969 la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross (sí, su nombre también tiene una carita feliz) presentó por primera vez, lo que el mundo conoce vulgarmente como “las cinco etapas del duelo”. Si bien ella lo pensó para los enfermos terminales, hoy en día se aplica a casi todos los problemas que nos agarran por sorpresa y a los cuales les profesamos el respetuoso y sentido duelo para poder superarlos.

Nos conocemos lo bastante bien para que ya sepan que tengo un motivo para comenzar de este modo y aquí, valiéndome de las cinco etapas de la psiquiatra, les voy a contar lo que ocurrió esta semana.

Negación:

Como era de esperarse teniendo a los amantes de las playas como compañeros de viaje, cuando pusimos un pie en Colombia planeamos toda la estadía por el circuito de las playas (ojos en blanco). Tuve que hacerle un solemne gesto de la cruz, para despedir la opción de hacer algo de turismo cultural en algún momento pronto. Luego de abandonar Venezuela, tras un muy aventurado y algo arriesgado—para qué mentirles—viaje en el velero Perla negra a la isla de Curacao (nuestro regalo de despedida por parte de Ari), emprendimos la retirada.

Al entrar en el país reconocido mundialmente por su estupendo café, además de tomarnos un café como la gente, algo nuevo embargó a todo el grupo. Es difícil de explicar, pero mientras estuvimos en Margarita el mundo parecía haberse detenido para otorgarnos el tiempo de apreciar el tiempo—por muy redundante que eso suene—. En Colombia la realidad volvió a caer sobre nuestros hombros, como si el mismo café nos hubiese despertado del letargo con que nos había adormecido Venezuela. 

¡Diablos! Párenme cuando vean que digo muchas idioteces, en fin, sólo quería graficar la situación. A partir de Colombia cada quien tomaría caminos separados, por un lado Mic y Oli subirían a Panamá, país que Cam había quitado de nuestro itinerario por falta de tiempo. A decir verdad, la noche antes de salir hacia Colombia todos nos sentamos a hablar seriamente del devenir del viaje. Puesto que Claudia terminaba su viaje itinerante en Colombia (a causa de trabajo o yo qué sé), Mic decidió que seguiría adelante con Panamá y Oli, básicamente, seguía los mandatos de su amigo. Cam y yo tomaríamos rumbo a Perú, cruzando brevemente por Ecuador. Era extraño, pero saber que ya no iba a volver a ver a esas personas, me llenaba de cierto sabor amargo la boca. Incluso la idea de dejar a Claudia me contrariaba, no entendía qué estaba mal conmigo, ellos no me agradaban tanto.

—Audrey me envió una fotografía de Dani, te la voy a mandar a tu mail para que la descargues. —Me quedé inmóvil en mi lugar en la cama, sabiendo que Cam seguiría hablando aún cuando nada le asegurase de que lo estuviese escuchando.

Había descubierto hacía recientemente poco, que a Cameron le gustaba hablarme cuando dormía de casi cualquier tema. Y sabía que muchas veces él no ignoraba que dormía, pues más tarde ese mismo día volvía a repetirme lo que me decía durante sus soliloquios matutinos. No estaba del todo segura qué lo impulsaba a hacer eso, pero había descubierto cosas bastante intrigantes de ese modo, sólo fingiéndome dormida. Sospechaba que su disgusto a estar en silencio, hacía que mantuviera conversaciones conmigo cuando yo no estaba mentalmente presente. O al menos cuando él me creía ausente.

Lo que aprendí de Cameron Brüner. (Bitácora 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora