Espectador

11.4K 1K 263
                                    

Bueno, antes que nada sepan que wattpad está actuando loquito de nuevo y no me deja responderles. Me da un poco de bronca, porque con algunos tengo ya conversaciones muy profundas y me quedo re colgada porque no puedo seguir con eso. Pero es que... cada vez que respondo un comentario, sólo funciona con uno y después los otros le salen todos a la misma persona. En fin, cap nuevo. Espero les guste y ya hablaremos XDD

Capítulo XXVI:

                                                          Espectador

—“Es gracioso lo rápido que cambian las cosas, cuando sin darte cuenta te ves forzada a empacar tus cosas.”

Sentí las manos de Cameron cerrándose entorno a mi cintura, mientras me apretaba tenuemente contra su pecho. Lo miré por sobre mi hombro, incapaz de abrir la boca para interrumpir a la mujer que cantaba, guitarra en mano, frente a nosotros. Había algo en su voz, en el modo en que rasgaba las cuerdas o en la forma en que entrecerraba los ojos para entonar sus frases; algo que hacía imposible no detenerse a escucharla.

—Es muy bonito. —Ella terminó su canción dándole unos últimos punteos a su guitarra, para luego alzar el rostro y obsequiarle a su audiencia una pequeña sonrisa de reconocimiento.

Me liberé de las manos de Cam para acercarme hasta el estuche de su instrumento y dejar, como el resto de los presentes, un billete para la chica. A mi parecer parecía poco, pero no podía forzar mi economía por mucho que me gustara su interpretación. Había algo premonitorio en toda esa escena, se los digo ahora, pero todos sabemos que no siempre nos detenemos a apreciar esos detalles. No siempre nos damos el tiempo de leer entre líneas, de detallar la letra chica del contrato, no siempre que miramos realmente estamos observando. Y quizá hasta este momento, tanto ustedes como yo sólo hemos sido meros espectadores de algo.

                                                                 ***

Nuestra parada más relevante de Ecuador fue Quito (descontando la de la chica cantante, lo que ocurrió en una de nuestras paradas técnicas). En fin, el resto del camino lo hicimos casi de forma ininterrumpida, descubriendo que el país podía ser atravesado en un tiempo bastante acotado. Desgraciadamente para nuestro gusto particular no pudimos quedarnos mucho en ningún sitio, dado que así como el itinerario comenzaba a apretarse más y más entorno a nuestros cuellos, la baja de los canadienses y Claudia en las tropas, le sumaba números a nuestras cuentas que antes no se habían sentido. Me voy a explicar mejor, sin los “familiares” de Claudia diseminados alrededor de todo el globo, los costos de los viajes y estadías comenzaban a tener un precio algo demandante para nuestros bolsillos. Y tras aventurarnos tres días extras en Colombia y tres en Ecuador, estábamos empezando a comprender el alcance de nuestras limitaciones.

Pero no se desanimen, no es como si ustedes fueran a pagar por nosotros. Aunque si lo quieren, dejaré mi número de cuenta al final de esta entrada (guiño cómplice). Pues regresando a esto de contar nuestra travesía, al llegar a Perú con Cameron hicimos un acuerdo de sólo aventurarnos a las excursiones que no podíamos dejar de hacer, así como limitar su alimento y aumentar el mío. Ahora que lo pienso mejor, creo que allí hubo algo mal negociado. Eso me ocurre por cerrar tratos con él estando medio desnudo en una cama. Tonta y pervertida Marín.

En fin, estábamos en Piura (ya territorio peruano, por cierto) y esa misma noche volaríamos a Cusco, porque según nuestras malas investigaciones en la red—que sepan no es nada fácil ubicarse en esta banda horaria—habría una excursión para recorrer el Camino del Inca al día siguiente. En teoría saldríamos con un grupo de Cusco hacia la Ciudad Perdida de los Inca, o al menos eso decía el anuncio. Y estábamos lo bastante seguros (y desesperados) como para fiarnos de él. Sin Mic a la cabeza, era bastante difícil tomar una decisión y simplemente seguirla, Cameron era el epíteto de las improvisaciones. Y al parecer siempre tenía hambre, lo cual nos obligaba a cargar con comida en los bolsos de mano y apestar a manzanas cada jodido trasporte al que nos subíamos. En ocasiones temía que nos detuvieran por contrabando de frutas.  

Lo que aprendí de Cameron Brüner. (Bitácora 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora