Más que palabras

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Bueno, dado que este es el último capítulo es más largo que todos los usuales. La verdad es que está dividido como en dos partes y Marín le puso pequeños títulos para esto. Léanlo con calma y bueno... espero les guste, después de esto queda una pequeña parte más que sería un epílogo. Saludos, realmente espero no decepcionar a nadie xD

Capítulo XXX:

Más que palabras


Pues, tras pensar una y mil formas de contar esto sin parecer que estoy perdiendo mi don para la redacción creativa —como si en algún momento lo haya tenido, ¿no?—, he decidido hacerlo del siguiente modo: una carrera de cien metros con obstáculos. Estoy segura de que en algún momento de sus vidas han visto alguna y que la imagen la tienen presente en sus cabezas. Ahora bien... ¿largamos?


Primeros cincuenta metros de la pista

Leí la "carta" de Paige unas veinte veces, tratando de comprender el significado más allá de la ira que nublaba mi entendimiento. Es decir, había vendido la casa, ella ¡había vendido mi jodida casa! ¡La mía! Disculpen la repetición, pero ¿se comprende que es algo mío? O mejor dicho, que lo era.

—Perra —mascullé por quinta o sexta vez.

Un observador imparcial miraría todo en su conjunto y creería, algo estúpidamente si me permiten decirlo, que Paige había tenido un detalle agradable. Agradable, no sumamente bueno o amoroso, sólo agradable. Pero yo lo sabía mejor, aquí no había ni un solo indicio de un afectuoso gesto para su hija, este era pura y llanamente, su modo de demostrar que tenía la razón. No lo hacía porque quisiera evidenciar su cariño hacia mí, lo hacía porque creía que era su deber sacarme de mi error. Y quizá, quizá, podría tener algo de razón, pero eso no le daba motivos para vender mi casa y mucho menos tratarme de estúpida de no actuar como ella lo deseaba.

El punto más molesto de todo, era que si me ponía en tozuda y no acataba el "consejo" de Paige, al final de cuentas estaría aceptando que eso era todo. Estaría aceptando que no haría nuevamente el sacrificio de ir a buscarlo; porque la primera vez él pudo necesitar mi confirmación para seguir intentándolo, pero hacerlo por segunda vez sería admitir que tanto Cameron como Paige están en lo correcto. Y, no, no puedo admitir eso. Por supuesto que concibo mi parte de culpa, o al menos eso creo. ¿Pero perseguirlo hasta Argentina para hacérselo saber? ¿Por qué? ¿Acaso no le tocaba a él hacer algo por nosotros?

«Detente, Marín»

Por un muy espeluznante segundo, pensé oír una voz en mi cabeza demandándome parar. Y por muy extraño que pueda sonar, hasta creo que se escuchó como la voz de mi padre. Aunque todos sabemos que es imposible y esta no sería la primera vez que imagino escucharlo. Necesitaba tanto un consejo real, no la muestra patética de maternidad de Paige, quería un consejo de alguien que me quisiera y supiera decirme qué era lo mejor para mí. ¿Debía seguir a Cameron otra vez? ¿Era eso lo que la voz de mi conciencia quería advertirme? ¿O sólo tenía que juntar mis cosas y marcharme a St. Louis?

—Ayúdame aquí, Arthur, necesito que me digas qué hacer.

Arthur era un campeón en eso de expresarse sin palabras. Él siempre estuvo a favor de Cameron, eso era un hecho irrefutable y sabía que tal vez nunca habría existido Arthur de haber ido con Cameron la primera vez. Es decir, aquella primera vez en mi cocina, donde todo se fue al diablo y mi mente se jodió. No que antes hubiese estado tan sana, tampoco desvirtuemos esto.

—¿Entonces voy a Argentina? —le pregunté, esperando en vano una señal o algo que me indicara qué decisión tomar. ¿Y si iba hasta allí sólo para descubrir que él ya me había superado? ¿Y si en realidad ya habíamos obtenido lo que cada uno necesitaba del otro?

Lo que aprendí de Cameron Brüner. (Bitácora 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora