𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟏

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Mevie

Sus miradas se cruzaron y el tiempo se detuvo.

—¿Sabes una cosa? —preguntó Mal, acariciando del frío y pálido rostro de Evie.

Tres palabras y una pequeña caricia habían hecho que Evie se perdiera en aquellos orbes esmeraldas. Y no hizo falta decir algo, porque Mal había atrapado los labios de Evie en un beso. Tierno y delicado, cual beso de cuento de hadas. Tan suave como las nubes, y tan dulce como las propias manzanas.

—¿Es una locura, no es así? —sollozó Mal, antes de volver a besarla. Era que esto ya se estaba volviendo un vicio.

Y Evie trató de decirle que sí, que de las más grandes que había vivido hasta ahora. Pero no era de muchas palabras, ni de hablar de lo que sentía con nadie. No porque no quisiera, sino porque no sabía cómo. Y principalmente, porque a diferencia de Mal, Evie lo demostraba de otra forma.

Por ello fue que no se controló cuando sujetó a Mal de las caderas, acercándola lentamente a su cuerpo hasta alcanzarla y besarla, correspondiendo así a cada uno de sus besos. Porque para Evie, Mal nunca sería como las demás. Porque Mal era buena, distinto a lo que Evie había visto alguna vez.

Cuando la chica de orbes esmeraldas jadeó, la peliazul no tardó en cargarla en su regazo para caminar a la cama. Entre besos y caricias la sentó en la cama, viéndola mientras comenzaba a desabrocharle la bata. Y así besó su cuello, y esta vez los besos ya no eran solo lentos como hace unos segundos, ahora eran más ruidosos y húmedos. Eran más intensos y tentadores.

—Evie.

Los esmeraldas se dilataron, porque Evie había separado las piernas de Mal, mientras bajaba sus exquisitos y húmedos labios por todo su delgado abdomen. Mal se había erizado, y así, Evie la había llevado al deseo de volver a cometer otra maldita locura, la más perfecta.

—Quiero besarte todo.

Evie subió de nuevo, dejando un camino de besos entre sus pechos, antes de girarse en la cama con Mal arriba, suficientemente cómodo como para así tirar de sus bragas delgadas hasta bajarlas y dejarla completamente expuesta.

No se detuvieron, incluso luego de escuchar un golpe de la puerta, pues alguien llamaba.

—No abras —ordenó Evie.

Mal gimió con pesadez, asfixiada mientras se mordía los labios y Evie atrapaba ahora uno de sus senos en la boca, antes de lamerlo a su antojo y hacer lo mismo con el otro. Provocando que Mal jadeara, jadeara por las ganas que sentía en todo el cuerpo y hasta en lo más íntimo de ella.

—¡¿Mal?! —volvió a tocar Harry, esta vez desesperado por descubrir lo que había al otro lado de la puerta, era que esto ya era muy extraño para él.

Pero ni eso detuvo el que Evie bajara dos dedos para acariciarle entre las piernas a Mal, sintiendo lo húmeda que estaba, y logrando que su jodida ambición creciese cada vez más por ella.

—No gimas, lo haré rápido.

Y Mal trato de decir algo, pero Evie le ganó y la besó, haciéndola callar a besos apasionados, mientras comenzaba a frotar sobre su clítoris de arriba abajo, a ritmos desde lentos hasta más rápidos, logrando que las caderas de Mal se alzaran, mientras esta se aferraba a los hombros ajenos con total placer. Cuánto deseo despertó en Evie en ese momento, al sentirla gemir en sus labios. De pronto Mal no pudo y comenzó a temblar, echando la cabeza hacia atrás mientras una increíble corriente bajaba por todo su abdomen y entre sus piernas. Con el cuerpo abatido y sintiendo ganas de venirse. Pero pasaba que Evie decidía cuándo lo hacía.

EVIE | Princesa Malvada (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora