𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟒

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Mevie
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Mal pasó la noche en aquel lugar, acariciando a Evie mientras la miraba. Miraba su cabello, miraba sus manos, miraba sus facciones y a cada parte de lo que Evie conformaba. Amaba la forma en la que soltaba pequeños sollozos mientras dormía, o cuando arrugaba la nariz, o cuando buscaba de su mano para saber que ella seguía ahí.

Hacía tanto que Mal no recordaba todo lo que Evie era.

Ya ni recordaba cuándo fue el último momento feliz que pasó con ella, ni la última vez que bromearon o que hicieron una pijamada juntas. Y se preguntaba si su canción favorita seguiría siendo la misma, o cosas como si se seguiría acordando de promesas que alguna vez se hicieron. O si el color azul seguiría siendo parte de ella tanto como si lo necesitase para respirar.

Era claro que todo había dado un cambio radical, al menos desde hace algún tiempo para acá.

También notaba cuánto había cambiado físicamente, ahora Evie era más negro que rojo o azul. Sus labios ni siquiera seguían teniendo aquel carmín cual manzanas, ahora eran vinos. Sus ojos marcaban unas increíbles ojeras del insomnio de todas las noches, y su piel lucía más lívida y sensible de lo normal. Pero eran solo algunos detalles, porque para Mal, seguía siendo su Evie.

Y pasó la noche, y Evie no se había querido mover por nada de encima de Mal, no se había ni cambiado, ni tampoco había querido comer una sola migaja de pan. Mal pasó la noche entera sintiendo cómo el cuerpo de Evie estaba tan frío, y lo abrazaba más fuerte, esperanzada a darle, aunque fuese un poco de su calor.

A la mañana siguiente Evie se levantó, como si nada hubiese ocurrido. Se cambió, se arregló y entonces cobijó a Mal, quien se había quedado por motivos obvios en la cama con ella. Y a decir verdad no le incomodó, que hasta cuando fue a despertar permaneció buen rato viéndola dormir.

Le gustaba verla, y no, no solo porque estuviera linda, sino también porque le parecía tan inocente e ingenua. Y eso le era tan incitante, como para anhelar encontrarle ese lado de "oscuridad", y así, cumplirse ese caprichito que la hacía sentirse cada vez más sedienta.

Así estuvo, hasta que decidió salir de la habitación e ir a la cocina, donde comenzó a sacar de entre el reguero que tenía comida para cocinarle algo a Mal. Por suerte encontró algo decente, como algunas naranjas para hacer jugo, huevos, tocino y algunos panes. No tan decentes para ser de Auradon, pero sí mejores que los de la Isla.

—No te sentí levantarte. —Mal se tallaba los ojos mientras entraba en la cocina.

Evie la vio, hasta que trató de contenerse y volvió su mirada seria al sartén. ¿Era que Mal no llevaba sujetador? Porque claramente se le marcaba todo, y Evie no sabía disimular mucho.

—Quería hacerte algo de comer antes de que despertaras.

—¿Y qué hay en el menú?

Evie paseó la mirada en sus senos, luego volvió a fijar en sus esmeraldas, antes de morderse delicadamente el labio y contener la respiración, viendo finalmente de vuelta al sartén.

—Huevos, tocino y quizá pan no tan verde.

—Suena interesante —se sentó frente a ella—. Extraño el café agrio de la Isla.

—Menos mal porque no tengo azúcar.

Mal sonrió y Evie le sirvió el plato de comida.

—¿No comes?

EVIE | Princesa Malvada (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora