INTERLUDIO I

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¨Nacimiento de Neythan¨

A mi espalda estaba el lugar por el cual había luchado durante los últimos años, por el cual luche una guerra contra cientos de mi especie y muchos de otras igual de poderosas y aterrados, hace solo unos meses ganamos esa guerra trayendo la paz y tranquilidad a Britania, a Camelot y ahora yo estaba de rodillas frente al pilar donde encadenaron y quemaron viva a la mujer que ame, mis lágrimas se escapaban sin permiso, yo había sido un monstruo durante tantos años frio, calculador y despiadado. ¿Por qué tuve que volver a confiar en los seres humanos?

- ¡solo mátame! -grito Arthuro con dificultad me había encargado de incrustarlo al pilar donde había muerto ella usando su maldita espada- si crees que eso te dará paz hazlo, solo recuerda que yo también la amaba, ¡ella era mi esposa! Yo te deje escapar con ella, ¡es tu culpa, ¡tu no la cuidaste bien!

-tú eras el rey -deje salir sin muchas ganas, sentía un nudo en la garganta tan fuete que no era capaz de expresarme con normalidad, aun podía escuchar sus gritos mientras se quemaba, mis emociones se encontraban fuera de control al punto de que mi armadura hecha con mi propio poder cambiaba de forma mostrando por un momento la hermosa armadura carmesí y plata que portaba mientras era un caballero para segundos después mostrar una armadura completamente diferente de color negro llena de espinas y cuerpos, tan aterradora como la apariencia de cualquier demonio- ¡tú eres el Maldito rey! -Grite desgarrando mi garganta en un lamento tan poderoso que los oídos de Arthuro comenzaron a sangrar de inmediato.

-hice lo que pude -dijo este con pesar- yo también deseaba que pudieran escapar, que pudieran vivir en paz -el comenzó a llorar frente a mí- nosotros luchamos por este reino durante años, tu nos mostraste lo fuerte que puede ser la unión de la humanidad, por un error de unas cuantas personas condenaste nuestro reino, asesinaste al ejército, mataste a tus compañeros, a tus aliados a los 11 caballeros que como tu hacían parte de la mesa redonda tú los mataste a todos.

-no fue suficiente -dije viéndolo a los ojos, el esquivo mi mirada, me puse de pie acercándome a él tomándolo por el cabello obligándolo a ver mis ojos, yo podía ver mi propio reflejo en el azul de los suyos, mis ojos eran negros completamente con un iris tan roja como la sangre al igual que las lágrimas que no dejaban de salir- tú eras mi hermano, esos caballeros fueron como mis hijos a la mayoría entrene en el uso de sus armas, sus armas se las di yo, yo cree camelot junto a Merlín, pero ella también decidió irse, ¡decidió irse cuando yo más la necesite!.

- ¡Lancelot es suficiente! -grito Arthuro- has acabado con todos, tu venganza está cumplida.

- ¡NO ES SUFICIENTE! -grite con todas mis fuerzas dejando salir tanto poder que el sol en el cielo se ocultó como si este sintiera temor de mi presencia- ¡NO ES SUFICIENTE! -volví a caer de rodillas al lado del que solía ser mi rey el que fue mi mejor amigo- los matare a todos -dije para mí mismo.

- ¿qué demonios has dicho? -pregunto el Rey tratando de zafarse por primera vez sin embargo solo lograba causarse más daño.

- ¡Acabare con todos los humanos! -le dije poniéndome de pie una vez más -¡Ni siquiera el maldito sol podrá protegerlos de mi oscuridad!.

- ¡Acabare con todos los humanos! -le dije poniéndome de pie una vez más -¡Ni siquiera el maldito sol podrá protegerlos de mi oscuridad!

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