04. Nuestra primera cita (Parte II)

31 13 1
                                    

André.

Ese día, ella estaba preciosa, la estrella más hermosa que había podido ver jamás.

–Lista?– Pregunté tratando de disimular la emoción que me abarcaba por salir con ella.

–Lista, imbécil– Ya no me afectaba que me dijera así, llegué a pensar que lo dice por cariño, aunque a veces lo diga sin cariño, pero podía tolerarlo viniendo de ella.

Conduje todo el camino en silencio sólo con la música; Ay my worts de Pink Sweat de fondo.

–A dónde iremos, André?– Preguntó Davina con mucha curiosidad y cautela– Porque, digamos que no me gustaría ser secuestrada, aprecio mucho mi vida, eh– Dijo con un tono de diversión que me hizo soltar una carcajada muy sonora, logrando que me doliera el estómago de tanto reír, gracias a su comentario estúpido.

–No te secuestraré, puedes estarte tranquila y en cuanto a dónde iremos, ya lo verás– La realidad era que quería conducir sin rumbo alguno, sólo ir por ahí, pero ya pensaría en algo.

A lo lejos, visualicé un restaurante de carretera (Sí, de esos a los que van los camioneros, pero lo importante era pasarla bien, no?, La verdad era que ya había ido a ese restaurante con mi abuelo, cuando venía de visita desde Francia). Detuve el auto frente al restaurante y Davina se giró hacia mí con la confusión plasmada en su hermoso rostro.

–Te preguntarás porque estamos aquí, no?– Hizo un asentimiento, el cual me dió vía libre para continuar– Pues tienen las mejores malteadas de todo la ruta, querida Davina–  Al momento en que dije eso, sus ojos se iluminaron.

–Incluso de Choco-fresa con avellanas?– Preguntó tal cual niña pequeña, hasta incluyó un puchero inconsciente, que quitó al percatarse de haberlo formado. Asentí como respuesta– ¿Y qué estamos esperando para bajar, André?– Cuestionó aún más entusiasmada que cuando llegamos.

[...]

–Oye, emm...bueno, umm...creo que debemos hablar de algo que ambos sabemos que pasó– Sabía que significaba eso, iba a preguntarme por nuestro primer encuentro, no, no el de la pista de patinaje, el de la lluvia, el de la primera vez que la vi.

–Emm, sí, creo que debemos hablar sobre eso– Contesté aún dudativo sobre el rumbo que estaba por tomar nuestra conversación.

–¿Por qué no me dijiste que eras tú?, No en la pista de patinaje, en clases, en nuestros encuentros, ¿Por qué no lo hiciste, André?, Te busqué, durante 2 putos meses, pensé que nunca te encontraría– Eso sinceramente me dejó pasmado en mi asiento son saber siquiera que decirle, pero ella continuó– ¡Te esperé, cómo una estúpida en el lugar de nuestro encuentro, durante 2 semanas!, ¡2 putas semanas André!!

–No pensé que te importara tanto nuestro encuentro de aquella vez– Articulé con un hilo de voz, jamás me perdonaría haberla lastimado así– Estaba asustado, Davina, desde que te vi aquella vez, no pude evitar sentirme atraído hacia ti, nunca había sentido eso por nadie, no quería darle a nadie el poder de destruirme sólo con palabras, cómo te lo estoy dando a ti, por eso no regresé por esa ruta los días siguientes y cuando tuve que regresar a Francia, creí que era lo mejor, que podría olvidarte, pasar de ti, pero te pensé, aún sin saber tu nombre te pensé, todos los putos días, durante 2 meses,por eso regresé, me mudé aquí por ti. Me gustas, Davina, a pesar de tener un pésimo gusto musical, de ser tan olvidadiza y terca, me gusta cómo frunces los labios cuando algo no te gusta, cómo das saltitos cuando algo te emociona, cómo adoras las malteadas de Choco-fresa con avellanas la cual es una combinación algo extraña,pero la toleraría por ti, haría todo aquello que juré no hacer, sólo por ti, porque... porque te quiero, Davina, te quiero como nunca antes había querido a nadie en todo el mundo.

Mi Divino Tropiezo (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora