Dos año antes

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Recuerdo ese verano que cambio mi vida

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Recuerdo ese verano que cambio mi vida... todo empezó como cualquier otro, ir a los entrenamientos, regrese a casa y dormir mucho.

Mamá siempre pensaba que dormía demasiado, en ese momento ella no sabía que era una señal de alerta, para mi era simplemente una cosa más de la adolescencia.

Mi vida era simple, vivía con mi mamá y mi hermano menor Max que acababa de cumplir 3 años, siempre fue un niño muy lindo con un buen humor no como todos los niños pequeños que lloraban todo el día, si, no era muy fan de los niños.

En fin mi padre se fue cuando mi hermano menor nació lo cual fue un fuerte golpe para mi mamá ya que tuvo que tomar 2 empleos y estudiar en la noche para sacarnos adelante.

Mi madre nunca tuvo el apoyo de sus padres pues se enojó con mis abuelos cuando se enteraron de que iba a nacer, desde entonces no se hablan pero siempre recibo dinero de ellos en mi cumpleaños y en Navidad, por eso sé que aún les importamos.

La última tarde de mi vida norma empezó cuando nos dirigíamos a un partido de americano, siempre me gustó el americano, desde que tengo memoria siempre e jugado con mi amigo Joe, él y yo hemos sido amigos desde que nacimos, y no miento pues nacimos el mismo día en el mismo hospital pues nuestras madres se conocen desde la secundaria.

Él y yo somos muy buenos amigos, somos como hermanos.

Esa tarde íbamos en el auto camino al partido cuando empece a sentir un pequeño dolor en la espalda, me costaba un poco respirar pero nada grave, cerré los ojos para tratar que el dolor se fuera, funciono pues me quede dormido, desperté cuando una pequeña voz me llamo.

—Dian Dian llegamos despierta —me llamó la pequeña voz.

—Si —dije aún adormilado.

—¿Ganarás el partido? —preguntó entusiasmado.

—Tal vez, tu que dices —sonreí, me encantaba su emoción.

—Que si, cuando crezca jugare como tu —expresó feliz.

—Si y yo te enseñare —respondí animado.

Mamá volteó a vernos, a ella no le encantaba la idea de jugara americano pues pensaba que era  un deporte muy agresivo y desde luego no le gustaba la idea de que mi hermano jugara.

—Bueno que tal si primero le enseñas a tu hermano como atares las cintas de los tenis y después a jugar americano —dijo un poco disgustada— les párese ahora vámonos o llegaremos tarde.

Cuando llegue al estadio ya estaban entrenando todos, los acientos estaban siendo ocupados por compañeros y de los padres de mis compañeros.

Yo era el corebak del equipo, ese juego era importante ya que era la final de la temporada y éramos los favoritos a ganar.

El juego empezó, en la primera mitad del partido íbamos perdiendo sin embargo nos recuperamos y así ganamos por 3 anotaciones.

Se suponía que íbamos ir a la fiesta pero decidí no ir pues no me sentía del todo bien.

Esa vez regresamos a casa, mi mamá pidió una pizza y vimos una película que solo yo termine de ver ya que mi hermano se quedo dormido a la mitad y mi mama se fue a dormir temprano.

Cuando terminó la película me fui a dormir sin saber que ese día mi vida cambiaría.

Todo iba bien hasta que a mitad de la noche el dolor fue insoportable, me ardía al respirar y no podía controlarlo, era un dolor muy fuerte que recorría mi cuerpo, trate de pedir ayuda pero no podía hablar o gritar, me estaba quedando sin aire.

En la mesa de a lado había un vaso de cristal que siempre dejaba por si tenía sed, en ese momento supe que hacer, me estire un poco, el dolor fue insoportable pero se cayó el vaso haciendo un ruido fuerte, unos minutos después llego mi hermano.

—¿Dian qué pasa? —preguntó el pequeño frotándose los ojo.

—Llama... a... mamá —dije con la poca voz que me quedaba.

—¿Estás bien? —preguntó asustado.

—Ve.. por ella... Max —alcance a pronunciar.

Mi hermano salió de la habitación corriendo, él despertó a mama y unos segundos después ella ya estaba ahí, con todas las fuerzas que pude le conté lo que sentía.

Asustada llamo a una ambulancia, cuando por fin llegaron me subieron a una camilla y de ahí a la ambulancia, no sabía lo que estaba pasando nunca había sentido algo así, cuando era pequeño me había roto un brazo pero nada se comparaba a ese dolor, termine por  desmayarme en la ambulancia.

Desperté en una cama de hospital, mi hermano estaba a mi lado y mi mamá estaba hablando con un doctor.

—¿Que paso? —pregunté cansado.

—Te desmayaste en la ambulancia, dicen que uno de tus pulmones se colapsó —contestó el pequeño triste.

—¿Qué es lo que tengo? —pregunté esperando que supiera algo.

—No se, mamá lleva horas hablando con el doctor, ¿Dian te vas a morir? —preguntó nervioso el castaño.

—No max, estaré un largo tiempo contigo si no quien te va a enseñar a jugar americano —le anime.

—¿Lo prometes? —preguntó nervioso.

—¡Lo prometo! —asegure.

Y nunca debí prometerlo, en ese momento no sabía que pasaba o que pasaría, estuve internado casi un mes pues los doctores no sabían que tenía, estaba empeorando rápidamente, tuve 2 colapsos más junto con otros síntomas, siempre tenía fiebres muy altas que no sabían cómo bajar, incluso  una vez me metieron a un tina con hielos para bajarme la fiebre pues los medicamentos no funcionaban.

Por semanas siguieron haciéndome exámenes y pruebas hasta que una tarde un doctor hablo con mi madre, se que era malo pues ella se puso a llorar muy fuerte.

No lo comprendí hasta que me lo dijeron, me habían diagnosticado con una enfermedad terminal cuyo nombre es muy difícil de decir, era rara y se presentaba una vez en cada dos millones de personas, básicamente me había sacado la lotería genética, una cruel lotería.

Los doctores me dijeron que con un tratamiento específico podría durar un poco más, me dieron un aproximado de 6 años de vida lo cual según ellos era bastante.

Recuerdo que al recibir la noticia me quede sin aliento, no podría hacer una vida, no podría ir a la universidad, graduarme, no podría enseñarle a mi hermano a jugar americano y no iba a poder cumplir su promesa, mi vida había acabado.

Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora