Dylan está viviendo los últimos momentos de su vida, cuando es diagnosticado con una enfermedad terminal su vida esta acabando.
Pero su viaje a través del amor apenas empieza cuando conoce a April, una chica peculiar que esta estudiando medicina.
A...
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A la mañana siguiente el doctor me contó lo de mi nuevo tratamiento, esta vez tendría que tomar 5 pastillas por la mañana y 5 en cada comida, también tendré que ir 3 veces por semana a que me coloquen un tratamiento directo esto durante 4 meses.
Si funciona seguiré con el pero si no tendremos que hacer el transplante, la abuela llego por la noche mientras dormía y mamá salió a trabajar, ella de verdad se esforzaba por mantenerme vivo.
Lo peor de esto es que tendría que tomar el tratamiento en una sala con otros chicos, como todavía soy menor de edad la sala estará llena de niños pequeños, los cuales no son de mi agrado.
Colin me llevo a la sala donde estaría todo el día, estaba lleno de niños pequeños.
Lo más importante del tratamiento es no moverte e ignorar los llantos de los niños más pequeños, los más pequeños por lo normal están acompañados de uno de sus padres o de doctores en este caso mi abuela se quedaría conmigo.
Por obra de destino no fue así pues mi hermano se moría de sueño, a él no le gusta dormir en el hospital así que mi abuela lo llevo a la casa para que durmiera un poco y de paso por algo de ropa pues no estábamos preparados.
La sala estaba llena, me senté y cerré los ojos estaría un largo tiempo, la sala cuenta con una televisión que por lo normal está en el canal de niños pequeños o en caricaturas así que es bastante aburrido, para mi mala suerte como sólo pueden estar familiares no podía invitara a Joe.
A mi lado estaba un niño que no pasaba de los 11 años, estaba jugando con un videojuego portátil con un volumen muy alto el cual no me abría molestado si no fuera por que me dolía la cabeza, ademas era de esos niños que mueven el aparato como si fuera de vida o muerte.
—Podrías dejar de moverte —pedí algo molesto.
—Mm no —contestó sin mirarme.
—Al menos podrías bajarle el volumen —pedí de nuevo.
—Si le bajo el volumen tendría que escuchar el programa de niños o los llantos de los niños o peor aún seguir escuchando tu voz —dijo casi gritando.
—Solo bajale el volumen —le arrebaté el aparato y lo cerré.
—Oye iba ganando —se quejó.
—No claro que no eres muy malo jugando —dije y era verdad.
—Y tu muy bueno no, dámelo ahora —ordenó.
—No, que harás acusarme con tu mamá —me burle.
—Tengo 11 no 5 dámelo ahora —exclamó.
—No —me negué.
El niño se sentó y cruzo los brazos de manera en el que iba hacer un drama como todos los niños de aquí.