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El viernes llega y sinceramente no podía encontrarme más feliz y nervioso.

Habíamos logrado vender ciento ochenta y nueve boletos entre los amigos universitarios del chico chicle, fans viejos y contactos. Solo quedaban once boletos más y sinceramente no me preocupa tanto, ya que seguramente hoy o mañana -a más tardar- logramos venderlos. Somos la mera verga gente, nadie puede con nuestro equipo TGBB ft chico chicle.

— ¡Once más! ¡Once más! — Exclama chico chicle brincando en el sofá emocionado, no puedo evitar estirar mis labios y sonreír. Se ve re chulo brincando.

—¡Solo once boletos más!

Claro que se vería más bonito brincando en mi polla mientras estimula sus pezones pero ya se saben la historia sad. Esta historia llena de desgracia no la tiene ni la rosa de la Guadalupe... Aunque ahora que lo pienso, no me caería mal una rosa que lo haga re-ca-pa-ci-tar. ¡Recapacita Park, recapacita!

— Me alegra que compartas la emoción conmigo. Aunque es una pena que no te veré mañana. — Comento despegando mi espalda de pared y sentándome junto a él.

— Lo sientoo. — Alarga con un puchero que me manda al cielo. — ¡Te prometo que para la próxima iré Yoon Yoon!

Algo aquí huele mal y no me tiré un pedo. Chico-chicle está de buen humor. ¿Qué clase de brujería es esta? ¡Ni siquiera me ha llamado gran idiota! ¿Qué está pasaaaaandaaaa doctor García?

— ¿Y ese buen humor? — A mí no me engaña, le jaló el cuello al ganso.

— ¿Se nota mucho? — Atrapa su labio inferior en un intento de borrar su sonrisa que solo se ensancha más. No jodan, ¡Néstor, la insulina! ¡Marta, la camilla!

— Nooo, cómo crees. — Contesto con claro sarcasmo. — Anda suelta sopa y cuéntale al monje Min por qué está de tan buen humor, hijo mío.

— A veces eres realmente idiota. — Me da un golpe amistoso en el brazo mientras yo dramatizo. Él pellizca mi nariz y me abraza con fuerza aplastando su rechoncha mejilla en mi pecho. Ya está. Se drogó.

— ¿Chico chicle? — Pregunto sorprendido. A la madre, parece que la Guadalupe me escuchó. — Lo siento, lo siento.

— Se despega de mí con las mejillas rojas. — ¡Es que... ah! — Suelta un chillido tornándose brutalmente rojo y tapa toda su cara.

Ya me empecé a asustar. ¿Le bajó? ¿Cuánta marihuana se habrá fumado ahora?

— Lo siento. — Respira y me toma de los hombros todavía ardiendo más que yo cuando quiero me estoy aguantando las ganas de mear. — Estoy feliz y demasiado... no sé cómo explicarlo. Eufórico, emocionado, a punto de dar brincos de un lado a otro y...

— ¿Qué pasó? — Pregunto tranquilo mientras él aprieta sus labios.

— ¡ME BESÓ! — Grita haciéndome hasta a mí brincar y al pobre gato. —¡¿PUEDES CREERLO?! — Comienza a zarandearme tomándome de los hombros. — ¡ME HA BESADO! ¡PUTÍSIMA PADRE!

— ¡ESA BOCA! — Grito ahora yo antes de que mis cables reaccionen. —Espera... ¿te besó? ¿Quién te besó?

— Tú sabes quién. — Me dice jugando con sus dedos y más rojo que una cereza.

— Le dije que me gustaba y-y... no sé qué su-sucedió, simplemente m-me tomó y me besó. — Comienza a balbucear haciendo brillar sus ojos como nunca los había visto. — Me dijo que él también gustaba de mí y, dios. Eso.

No sé si ponerme a llorar, agarrarlo a vergazos, follármelo aquí mismo o renunciar oficialmente a él. Creo que el orden será dos, tres, uno y cuatro. Sí, no suena mal.

Candy Rock RoomateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora