🥀━━━𝐕𝐈𝐄𝐑𝐔𝐍𝐃𝐙𝐖𝐀𝐍𝐙𝐈𝐆

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CAPÍTULO 24

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CAPÍTULO 24

ENCANTO DEL AVERNO

ROBIN

Un par de días habían transcurrido y Robin no hallaba otra forma para entretenerse que no conllevara correr en su clase de deportes

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Un par de días habían transcurrido y Robin no hallaba otra forma para entretenerse que no conllevara correr en su clase de deportes. No le gustaba correr, al menos no cuando estaba cansadísimo de desvelarse y su cara pálida y ojerosa no era suficiente excusa para quedarse en las gradas observando a sus compañeros de clase ejercitarse y seguirse los unos a los otros como una manada disfuncional de leones.

El pitido del silbato de su profesor era lo que más le molestaba y no podía alejarse de sus compañeros, por lo que correr con sus audífonos aislantes era una buena solución.

Sin embargo, verla de nuevo en el suelo y ahora con raspones en las rodillas con cara de odio total al mundo le hizo dejarlos solamente rodeando su cuello.

Wanda llevaba tropezándose desde que comenzaron a correr, incluso antes, en los pasillos al caminar tan desequilibrada. Robin no sabía si sentirse culpable por desvelarse con ella por varias noches, pero Wanda también era culpable por pedirle que se quedara con ella.

Que le hiciera compañía, había dicho exactamente.

Robin no era ajeno a la situación de Wanda. Ella lloriqueó al respecto mientras le contaba. Incluso, le había dado otro abrazo cuando no era muy amante del contacto físico. Pero es que ella lo necesitaba, y aún para él, alguien que tenía una perspectiva distinta de todo lo que le rodeaba y respecto a las personas, se lo dio.

Pero no entendía a Wanda. Lloraba más cuando la abrazaba, ¿no se suponía que debía dejar de hacerlo al brindarle con esa muestra de afecto?

Las personas neurotípicas eran tan complicadas que Robin sólo quería un poco de paz, o dejar de correr, ambas estaban bien. En cambio, recibió otro lloriqueo de Wanda, mientras veía cómo le sangraban las piernas en el suelo.

Pero no estaba triste, lucía... ¿Enojada?

—Te has caído un total de veintisiete veces en lo que ha transcurrido el día, quitando los tropezones y choques con los demás —dijo Robin en cuanto se acercó a ella, quien levantó la cabeza—. No soy doctor, tengo dieciséis para serlo, pero supongo que el cansancio es culpable de tu estado.

KLEIST - [Siniestros Pecados 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora