Blair es una cantante con el corazón roto y su compañero de piso está dispuesto a repararlo.
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Blair Allen es sinónimo de mala suerte. No pega ni una bien en la vida, en especial en el amor.
Blake Wealler vive siguiendo las normas y es un fiel cr...
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Debería pensar antes de actuar. O mínimo mantener la boca cerrada para evitar decir estupideces.
¿En qué estaba pensando cuando le ofrecí vivir conmigo? ¿Qué seríamos los mejores roomies, haríamos fiestas alocadas y eventualmente se enamoraría de mí?
¡En tus sueños, ilusa!
El chico apenas y sale del apartamento. De no ser por el trabajo sería un ermitaño. He tenido que mostrarme natural ante su presencia porque tener a un chico atractivo viviendo conmigo no es algo de pase todos los días. Estoy segura que si se lo cuento a mis amigas no me creerán, ni siquiera yo lo hago. Y sé que solo ha pasado una semana, pero vamos, mínimo esperaba algo de acción. Nos hemos conocido un poco, pero nuestra interacción se limita a encontrarnos en la mañana, saludarnos y despedirme porque me voy antes que él. Nos volvemos a ver hasta llegada la noche y nos contamos cómo fue nuestro día. Nada especial.
No debí crearme falsas ilusiones en donde veríamos películas juntos, reiríamos, y aunque parezca irreal, esperaba que con el tiempo él se fijara en mí. Lo cual sería imposible porque sigue de duelo por su ruptura.
En eso le entiendo. Cuando terminé con mi exnovio, Kendall, también estaba devastada. Aunque el hecho de que fuera un idiota le quitó parte del dolor. Porque sí, resultó ser el más idiota de los idiotas. Aunque a veces me vienen recuerdos agradables de él, sin embargo, no arreglan los errores que cometió. Estoy segura que Boggo le juzgaría con la mirada.
Y hablando de él, parece tenerle un cariño especial a Blake. No es como si el chico fuera corazones y brillitos con el cachorro, pero le acaricia la cabeza cuando Boggo se acuesta en su regazo mientras mira la televisión. A mi compañero no le agrada, pero supongo que no le hace nada por ser mi mascota. De igual forma, me alegra verlo acoplarse al lugar.
—¡Blair, ven aquí!
Tal vez no tan acoplado.
Guardo la mantequilla de maní en el refrigerador y dejo mi bagel sobre el desayunador para ir con él.
—¿Qué pasa?
Blake frunce el ceño, señalando la habitación de invitados todavía llena de cajas.
—Dijiste que lo harías este fin de semana.
—¿Eso dije? —pregunto, nerviosa.
Los sábados por la tarde le doy clases de piano a Laura, la nieta de la casera. Fueron tres largas horas —aunque con suerte le enseñé una hora porque es demasiado inquieta— y estoy demasiado cansada para ayudarle a Blake.
Da un suspiro.
—Escucha: Aprecio tu hospitalidad, de verdad, pero necesito un lugar para dormir. No es como si estuviera viviendo de gratis.
Agacho la cabeza, avergonzada.
—Lo lamento. Lo ordenaré justo ahora —murmuro.
De seguro piensa que soy una holgazana desconsiderada. A parte de la chica loca que le ofreció donde quedarse, quedo como una mala anfitriona. Grandioso.