11. " ♾ " Primera Parte.

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***

Lexa llegó a casa alrededor de las doce de la mañana; abrió la reja usando el mando a distancia, dejó el coche en el aparcamiento  y se dispuso a acceder a la propiedad llamando al timbre de la puerta principal.

No tenía llaves.

Hacía tiempo que no se sentía con la confianza ni con el privilegio, o el derecho, de entrar en casa de sus padres usando su propio juego y aunque lo cierto era que no sabía donde lo guardaba, en esta ocasión, sus antiguas llaves tampoco hubiesen servido de mucho, teniendo en cuenta que aquella casa era tan nueva, y grande, como esa sensación de añoranza que la invadió cuando leyó el mensaje de "Bienvenida" del felpudo situado en el suelo.

Aquella sensación tan inesperada la detuvo a un milímetro de que su dedo presionara el interruptor.  Dio un paso atrás y miró a su alrededor, preguntándose porqué de repente, sentía que durante todos aquellos años solo había estado fingiendo no necesitarlos.

Todo niño necesitaba a su madre, a sus padres, y Lexa sintió que volvía a tener once años.

Encontrar a Clarke la trasladaba a ese pasado, solo que ahora no se sentía tan enfadada como entonces.

¿Cómo era posible?

Sacudió la cabeza, momento en el que localizó a Rebecca en el jardín.

Estaba sentada de espalda; sujetaba, apoyada con ambos codos sobre la mesa, una taza de café en sus manos y miraba a un punto más allá de la piscina entre los árboles, como si esperase pacientemente a que algo sucediera.

No había rastro de Aiden ni de su padre. Dentro todo parecía en silencio, salvo por el sonido de la brisa moviendo los árboles a su alrededor y el sonido del revoloteo de los pájaros, componiendo una suave y reconfortante sinfonía.

Supuso que habrían salido a organizar sus tareas antes del encierro, ya que era demasiado tarde para que ninguno de ellos siguiera metido en la cama. Se preguntó que sería del fruto, de la tierra. de los arboles y de la vid si su padre y su hermano simplemente se encerraban como el resto de la gente. Alguien debía  seguir ocupándose de esas cosas, arriesgarse a la exposición para que el resto del mundo pudiera mantenerse a salvo.

En cualquier caso, estaban a solas, por lo que Lexa consideró que aquel sería un buen momento para mantener esa conversación con su madre.

Rebecca estaba tan distraída que no notó a Lexa llegar hasta que la castaña se sentó y se interpuso entre ella  y el lugar inespecífico al que miraba.

Entornó un poco los ojos y esa expresión pensativa se transformó, primero en una llena de cariño y luego, lentamente se fue desformando en una extraña mueca.

Lexa detectó la culpabilidad y el arrepentimiento en el reflejo vidrioso de sus ojos y en la profundidad de sus diminutas pupilas negras.

—Mamá.

—Lexa. Bienvenida. Te estaba esperando. ¿Quieres un poco de café?

La castaña asintió. Confusa. De repente, dejó de sentirse tan decidida. La voz de Becca sonó frágil, como un cristal a punto de quebrarse.

¿Cuánto de difícil debía ser madre? Se preguntó.

Rebecca tomó una taza que mantenía boca abajo sobre su platillo, le dio la vuelta y sirvió un poco de café, sin prisa, tomándose todo el tiempo del mundo.

Y de repente... tú. (Historia CLEXA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora