14. "Lovesong"

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Clarke y Lexa recobraron el aliento a la vez que fueron recuperaron todos sus sentidos.

Mirarse, oírse, tocarse, olerse y besarse fue como despertar de repente de un largo letargo durante el cual sus sentidos parecían haber estado disminuidos, adormecidos, atrofiados o congestionados, obligándolas a percibir la realidad como si lo hicieran a través de un espeso velo; hasta que fueron acostumbrándose a ver, oír, sentir, oler y saborear el mundo a la mitad de sus capacidades.

Pero al mirarse, al oírse, al tocarse, al olerse y al besarse de nuevo sintieron que nunca habían dejado de ser esas niñas que descubrían el amor por primera vez y por primera vez, durante mucho tiempo, Clarke lo vio todo claro.

Aquella canción de fondo fue la chispa que había necesitado para que todos sus recuerdos ardieran más vivos que nunca en su cabeza.



Se  levantó de un salto y se quedó de pie mirándola. ¿Cómo lo había olvidado?

Lexa ladeó la cabeza tratando de descifrar el significado de esa expresión en sus ojos a la vez que también reconocía esa canción.

Se levantó de un salto arreglándose la ropa, temiendo que Clarke huyera de esa realidad absoluta e universal que estaba por encima de cualquier realidad a la que se hubiesen aferrado hasta ahora.

El amor.

En su forma más pura; esa clase de amor que solo podía existir en las películas y en los cuentos de hadas y que contenía todos los adjetivos desde su forma más inmutable e inestimable hasta su estado más imparable e inefable.

Esa clase de amor que trascendía en el tiempo y en el espacio y que renacía incluso cuando los amenazaba una pandemia.

(Flashback)

—¿Has pensado qué te gustaría estudiar?

—¿Eh?... -Clarke levantó la vista de su tarea y sacudió su cabeza.

La pregunta de Lexa le pilló por sorpresa.

—Cuando vayas a la universidad -especificó la castaña, notando esa mueca en sus labios.

—Ya sé a qué te refieres, pero ¿por qué esa pregunta ahora?

—No sé -se encogió de hombros —¿lo has pensado?

—¡Nooo! -espetó Clarke con una sonrisa.

—¿Por qué no?

—Pues... porque...  -meditó un segundo—... aún falta mucho para eso.

—No tanto. Pronto cumplirás los dieciséis.

—¡Aún faltan tres meses!

—El tiempo pasa rápido, Clarke.

— ¿Y tú? ¿Lo has pensado? -preguntó ahora la rubia, lanzando la pelota a su campo. 

Y de repente... tú. (Historia CLEXA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora