3. "El encuentro"

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***



Clarke colgó la llamada al mismo tiempo que su cigarro terminó de consumirse; lo dejó caer al suelo y lo apagó pisándolo con el pie.

No solía fumar, pero ahora que lo pensaba fríamente, desde que su padre había muerto, quizás había tomado por costumbre esa insana adicción.

Podría parecer una reivindicación, su nueva filosofía de vida, teniendo en cuenta que Jake había muerto de un cáncer de pulmón que se extendió a su cerebro y a sus huesos hasta invadirlo por completo cuando jamás había fumado. ¿No era un poco irónico? La muerte acechaba en cada esquina y de nada servía intentar evitarla.

¿Qué sentido tenía todo, entonces? O ¿qué sería lo más correcto? ¿Vivir cómo si fuéramos a morir mañana o, por el contrario, vivir pensando en el futuro?

Eran algunas de las preguntas que Clarke se formulaba en su cabeza, pero fuera cual fuese la respuesta correcta, en ambos casos Clarke siempre llegaba a la misma conclusión; vida solo había una.

Quizás no era la actitud más acertada, pero la rubia realmente no era consciente de que tentaba a la suerte exponiendo su vida a un peligro más, aún cuando la mayoría de las veces dejaba que el cigarro se consumiera entre sus dedos.

Cogió la colilla del suelo tras apagarla y la tiró a la papelera al otro lado de la acera, viendo a Raven en su camino de vuelta con esa preocupación expectante con la que siempre la miraba, cada vez que hablaba con Rachel, desde detrás del mostrador de recepción.

Podía saber lo que pensaba con solo mirarla a los ojos. Sin embargo, Clarke agradeció que no dijera nada cuando entró en el salón.

Hablar con Rachel le traía recuerdos. Le recordaba lo mucho que había metido la pata a lo largo de su vida. Con el tiempo, se habían perdonado, pero eso no había sido suficiente para que Clarke dejara de sentirse culpable.


(Flashback)

Jake estaba frío y la rigidez de su cuerpo se había extendido hasta sus brazos. Le habían vestido con un traje azul marino, una camisa blanca y una corbata y el tanatopractor se disponía a maquillarle cuando Clarke llegó e insistió en verle inmediatamente.

Ignoró la expresión compungida de Rachel mientras le decía que se quedara con la imagen que conservaba de su padre antes de que enfermase en su recuerdo, y entró en la sala.

Necesitaba verlo una última vez. Comprobar por sí misma si había algún indicio de sufrimiento en su expresión; reconocía que era su manera de castigarse.

Sin embargo, su expresión era tranquila; podría parecer que simplemente dormía sino fuera por el tono cerúleo de su piel, la oscuridad alrededor de sus ojos y la pérdida considerable de peso.

Estaba en paz o, al menos, fue lo que Clarke decidió pensar.

—¿Cómo y cuándo empeoró tanto? -preguntó, notando a Rachel seguirla justo detrás.

—En el último mes... -respondió ella —Un día... se despertó y de repente no podía mantenerse en pie. Le fallaron las piernas, su cadera ya no soportaba su propio peso... Le conseguimos una silla de ruedas, pero en cuestión de una semana incluso trasladarlo de la cama a la silla era muy doloroso, así que él mismo pidió que no le moviéramos...

Y de repente... tú. (Historia CLEXA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora