La fiesta de los Pierce.
______________________—Dile a Gloria que debe ser elegante y que sea de la medida adecuada para Beth— le ordeno a Martín. Él asiente y se aleja por los pasillos de la mansión.
Camino hacia mi oficina y al abrir las puertas, una figura de una mujer de estatura baja, delgada y con cabello blanquecino, se encontraba de espaldas hacia la puerta, sé que se trata de mi querida madre. Me acerco a ella y apoyo mi mano derecha sobre su hombro izquierdo, ella voltea a verme y me regala una sonrisa.
—Toma asiento— le señalo el sofá. Ella me sonríe y se sienta.
—¿Cómo has estado, cariño?— pregunta cuando me siento a su lado.
—Bien mamá, ¿y tú?.
—Bueno, ya sabes, un poco estresada por cosas de tu padre pero trato de estar bien— me da una sonrisa cansada.
—¿Por qué sigues aguantando todo esto mamá?, sabes que puedes venir a vivir aquí, no te faltará na...— me interrumpe.
—Sabes que tu padre no me lo permitiría— lleva una de sus manos a mi mejilla.
—No te puede prohibir— aprieto mi mandíbula.
—Ya sabes cómo es tu padre— desvía su mirada. Yo solo suelto un suspiro.
Desde que he sido consiente, mi padre ha tratado a mi madre como su esclava, todo le prohibía, desde visitar a sus amigas o que ellas la visiten hasta no dejarla vestirse como le gustaba; en su casa se debía hacer lo que él quería, pero yo hace mucho decidí no vivir bajo sus reglas, algo que mi madre y mi hermana no quisieron hacer. Pero en este caso, debo cumplir una de sus reglas para que la empresa quede en posesión mía, de lo contrario se la dará al hijo de uno de sus socios y es alguien que no me agrada para la administración de la empresa de mi padre.
En fin, mi madre y yo caminamos hasta afuera, nos sentamos en el porche y Gloria nos trae nuestros cafés, ahí platicamos de cosas que no fuesen lo que sucedía en casa de mis padres, quería distraerla, quería que al menos unos minutos de su vida se sienta libre y feliz, o tal vez, quería que siempre se sintiese así pero era algo en lo que yo no podía hacer nada, ella decidió vivir así, no puedo hacerla cambiar de opinión.—¿Llevarás a Beth a la fiesta hoy?— pregunta.
—Sí— le sonrío.
—Cariño, te haré una pregunta— comenta seria.
—Dime, mamá.
—¿De verdad la amas?.
Su pregunta me toma por sorpresa. ¿Sospechará algo?.
—¿Por qué lo dices mamá?— frunzo mis cejas, fingiendo confusión.
—No lo sé, cuando vengo aquí, nunca están juntos— bebe un sorbo de su café.
—Ah, eso— desvío la mirada. —A ella le gusta pintar— miro mi taza.
—¿Sí?.
—Sí— asiento y la miro.
Me dolía mentirle, pero si ella lo creía, también lo creería mi padre.
—¿Dónde está ella ahora?, quiero ver sus dibujos— dice sonriente.
—En el patio trasero— sonrío.
—Iré a verla— se levanta y camina hacia adentro de la casa.
Mi mirada viaja por todo el jardín hasta detenerse en la fuente. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué mentía a mi madre solo por una estúpida empresa?. Cierro mis ojos y elimino todo pensamiento que hará que deje atrás todo esto y me levanto encaminándome dentro de la casa; al entrar escucho fuertes risas, voy directo a la puerta que lleva al porche y me detengo ahí, admirando a las dos mujeres que se encontraban ahí, se veían felices juntas. Mi mirada pasa de mi madre a la chica a su lado, sus mejillas están sonrojadas, levanta una de sus manos y limpia una lágrima que fue provocada por las risas, supongo. Abro la puerta mosquitero y las dos mujeres dejan de hablar y me miran.
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Edmond
Teen FictionElla era la bella. Él era la bestia. Ella era cálida como la primavera. Él frío como el invierno. Ella era amor. Él era odio. Beth: ¿A caso puede alguien ser feliz sin ser libre?. Edmond: Por favor, perdóname, no era mi intención causarte ningún dañ...