16.

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Kilian y Alec, un caos.
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—¿Qué rayos haces aquí?— frunzo mi ceño.

—¡¿Sabes lo emocionante y genial es estar en la mansión de tu ídolo, con tu ídolo?!— exclama emocionado.

—¿Quién te dejó entrar?— cruzo mis brazos sobre mi pecho.

—Mi prima— sonríe.

—¿Beth?.

—Creo que solo ella vive aquí, ¿o hay alguien más?— mira a ambos lados del pasillo. Bufo.

—¿Y qué haces en mi habitación?.

—La habitación de al lado, Alec— escucho la voz de Beth.

—Oh— musita apenado.

El chico me sonríe y empieza a caminar, llevando consigo su maleta hasta la habitación de Beth.

—Beth— la tomo del brazo, frenándola. Ella se suelta de mi agarre.

—Tú ve y ponte cómodo, yo voy en un rato— le avisa a Alec. Él asiente y entra a la habitación. —¿Qué?— se gira a verme.

—¿Cómo llegó aquí?— murmuro.

—No tenía dónde quedarse, así que lo invité a quedarse, espero que no te moleste— se voltea para empezar a caminar, pero la freno nuevamente, acercándola a mí.

Ella debe mirar hacia arriba, debido a que soy mucho más alto que ella.

—¿Por qué no me lo dijiste?— musito cerca de su rostro.

—Por esto— frunce su hombro. La suelto.

—No quiero más extraños en mi casa— me giro.

—Alec no es un extraño.

—Para mi lo es, ni siquiera lo conozco— la miro.

—Lo siento— baja la mirada.

—No hace falta— aprieto mis dientes.

—Que desca...— la interrumpo.

—Mañana hablaré con papá— comento.

—Te dije que no lo hicieras— se muerde el labio inferior.

—Pero lo haré— frunzo mis hombros. Ella me da una última mirada, asiente y se va. Suelto un suspiro.

Camino hasta la puerta y la cierro. Me acuesto en mi cama y apago la luz de la lámpara, cierro mis ojos para tratar de dormir, pero dos suaves golpes en la puerta hacen que me levante. A regañadientes camino nuevamente hasta la puerta, la abro y veo a Alec como un niño esperando su dulce, con una gran sonrisa, las manos por detrás y sus azules ojos brillando.

—¿Puedo ver tus cinturones?— sonríe mostrando los dientes.

—¡Alec, ven aquí!— lo llama Beth.

—Es que...

—Nada, ven aquí, no lo molestes— lo toma de la mano.

Parecía un niño.

—Bethany— se queja alargando la "y".

Presiono mis labios para no reírme.

—¡Alec Adler Barker, ven aquí!— demanda.

—¡No me llames por mi segundo nombre!— espeta.

—Cállate y ven aquí— gruñe.

—Eres mala— cruza sus brazos sobre su pecho y camina hacia ella.

EdmondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora