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El chihuahua malhumorado y la bestia.
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Otro día más encerrada en mi cuarto sin querer enfrentar a la bestia, ¿cómo es que recuerda el maldito beso?. Doy vueltas en medio de mi habitación, tenía que hacer algo, tenía hambre ya que en todo el día no salí de aquí, miro el reloj de pared, son las 7:56 p.m. Muerdo mi labio inferior y camino hasta la puerta, giro el pomo de esta pero dudo en si salir o no, pienso por varios segundos hasta que salgo y... mala idea.

—Ratita— me mira de arriba a abajo.

—¿Por qué mierda sigues aquí?— hago una mueca de disgusto al verla.

—Ah, osito me pidió que me quedara— sonríe. —¿Sabes?, se arrodilló y me rogó— susurra acercándose un poco hacia a mí.

—Delante de ti solo se arrodillan para abrirte las piernas— paso por su lado chocando su brazo.

—¿Me dijiste zorra?— chilla.

—Es lo que eres— frunzo mis hombros.

—Eres una...— es interrumpida por la voz de la bestia y así también mis pasos y mi plan de bajar a cenar fueron interrumpidos.

—¡Makena!— espeta.

—¡Ella empezó!— lloriquea.

—No me importa quién haya sido, ¿qué haces aquí?— en su voz se podía notar molestia. Miro hacia atrás y veo como la rubia oxigenada hace una mueca. Rio.

—¿Ves?, se está riendo de mí— escucho como golpea sus tacones por el piso.

—¡Basta!— grita. Yo doy un brinco. —Beth, baja— me ordena. Yo sin mirarlo, cruzo por su lado y bajo.

—Buenas noches, Eli— le sonrío.

—Buenas noches, Beth— imita mi gesto pero ambas borramos nuestras sonrisas cuando escuchamos a la bruja y a la bestia discutir y luego la puerta siendo azotada.

—Vaya, se enfrentaron las fieras— susurro y Eli ríe por lo bajo.

—¿Vas a cenar?— pregunta con amabilidad.

—Solo comeré un sándwich, tengo demasiado sueño— miento.

—¿Segura?— me mira dudosa.

—Sí, Eli— camino junto a ella.

Me prepara dos sándwiches y me los devoro en seguida, mi estómago se siente satisfecho y ya no ruge.

—Gracias— le agradezco y ella asiente.

—Que descanses.

—Gracias, igual tú— digo y salgo de la cocina.

Camino por el pasillo y en vez de subir las escaleras, salgo fuera de la mansión, sintiendo el aire fresco de la noche, respiro profundamente para luego dejar escapar el aire suavemente. Camino hasta la fuente y me siento allí, cierro mis ojos y oigo el agua caer, me transmitía paz y me relajaba, pero todo eso se fue cuando escucho la voz de la bestia. Fue como estar en una película donde la protagonista está escuchando una melodía súper relajante y algo arruina y le insertan el sonido de un disco retrocediendo o algo así. Abro mis ojos y lo veo allí, parado frente a mí, levanto mi mirada hacia su rostro, lo miro con el ceño fruncido, molesta por interrumpir mi momento de paz.

—¿Qué quieres?— pregunto borde.

—¿Qué haces aquí?, podrías coger un resfriado— dice con un tono de preocupación disimulada.

—Lo único que quiero coger es el cabello de esa rubia oxigenada que tienes por ex y arrancarlos uno por uno— digo entre dientes.

—Makena ya se fue— suspira.

EdmondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora