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¿Qué sucedió con la bestia malhumorada y refunfuñona?.
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Las semanas pasan y así, los días en la mansión se hacen eternos, creo que nunca tendré la posibilidad de volver a ser libre, de salir a comprar ropas que estén en tendencia con mis amigas y otras cosas que hacía cuando era libre. No deseo volver al pasado porque volvería a suceder lo mismo, lo que deseo es que en un futuro pueda salir de aquí, pueda ser libre e irme lejos.

—¡Gloria!. —escucho un grito desde la entrada.

Miro hacia la puerta que dividía el living del pasillo de la entrada y veo como pasa casi corriendo Gloria hasta donde se encuentra la bestia. Ya no escucho nada, pero después vuelvo a escuchar un grito.

—¡Te he dicho que coloques algún veneno para esos roedores, ¿no ves lo que han hecho el jardín?!.

—Lo siento señor. —la escucho responder. Me asomo a la puerta y los espío.

—Quiero a tu hijo arreglando el jardín en este instante. —dice demandante y empieza a caminar.

Yo corro hacia el sofá y me siento rápidamente.

—No quieras hacerte de la inocente porque te he visto. —lo miro. Su ceño estaba fruncido.

—¿De qué hablas?. —me hago de la desentendida.

—¿Piensas que soy estúpido, niña?. —se empieza a acercar a mí amenazante.

—Pues, sí. —me encojo de hombros.

—Eres una insolente. —me toma del brazo y me levanta bruscamente, dejándome en puntas de pie. —Es la última vez que me hablas así... —presiona más su agarre.

—¿O sino qué?. —lo desafío. Él bufa. —Me estás lastimando. —me quejo.

—Te aguantas. —me suelta bruscamente haciéndome caer al sofá y sale del living.

—¡Maldito hijo de puta!. —grito.

Temía que él regresara e intente algo contra mí. Pero al cabo de unos minutos, todo temor se esfumó al no verlo cruzar por la puerta, decido subir a mi habitación y cierro la puerta con seguro, voy hacia el balcón y me siento allí, sintiendo la brisa chocar contra mi rostro. Bajo la vista y puedo ver a Kilian arreglando el jardín como había ordenado la bestia, creo que sintió que lo observaba, porque luego de unos segundos levantó la vista hacia mí y me sonrió. Le regresé el gesto amablemente. Llevo mi mano izquierda a mi brazo derecho y un terrible dolor recorre el lugar, hago una mueca de horror y miro mi brazo, tenía un moretón y la marca de sus dedos dibujados en mi piel. ¡Joder!. Escucho unos golpes en la puerta y me sobresalto, no quiero abrir, ¿qué tal si es él molesto por lo que le dije y quiere hacerme algo?. Escucho tres golpes más y decido levantarme y abrir. Pero quién estaba detrás de la puerta era Martina. Suspiro con alivio.

—Hola Marti. —saludo.

—¿Estabas ocupada?, lo siento si te interrumpí. —dice apenada.

—Tranquila que no estaba haciendo nada, solo estaba sentada. —sonrío. —¿Necesitas algo?.

—Oh, solo venía a saludarte. —sonríe de lado.

EdmondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora