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El muelle.
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Caminamos hacia la entrada de la residencia, aprieto fuertemente la mano de Edmond cuando la puerta se abre dejando ver a su madre.

—Pasen, pasen— dice alegremente y se hace a un lado.

Entramos a la casa la cual estaba casi llena de personas con ropas elegantes y joyas caras; caminamos entre la multitud junto a la señora Marie hasta llegar a una ronda de personas cerca de la puerta que da al patio trasero de la casa. La señora Marie se acerca a ellos, para luego tomar del brazo a un señor de casi el mismo porte de Edmond, de cabello grisáceo, moreno y daba miedo, hasta podría decir que mucho más que Edmond; el hombre mira a mi acompañante sin ninguna expresión y luego a mí, frunciendo el ceño y con una mirada de confusión y a la vez sorpresa.

—Edmond, creí que no vendrías— se acerca a nosotros.

—Pues, aquí estoy, padre— contesta con seriedad.

—Y veo que muy bien acompañado— me da una mirada fugaz y vuelve a mirar a Edmond.

—Oh, sí. Ella es...— hace una pausa. Dándome cuenta de su reacción, le doy un apretón de manos para informarle que estaba de acuerdo con lo que iba a decir. —Ella es Bethany, mi novia— cuando pronuncia lo último, baja un poco la voz.

—Creí que estabas comprometido con Makena, la hija de los Claiton— me mira por el rabillo de sus ojos.

—Pues no.

—Y...— perece pensar lo que dirá. —Bueno, que disfruten la fiesta— sonríe falsamente y se va.

—Vaya— murmuro.

—Ven— me lleva con él. Aún seguía sin soltarme la mano.

Camino junto a él hasta un chico que llevaba una bandeja con copas de bebidas, champaña. Edmond coge dos, me entrega una de las copas y me toma nuevamente de la mano, arrastrándome fuera de la casa, nos sentamos en una banca colgante que se encontraba bajo un árbol.

—Debí traer una botella— menciona viendo su copa la cual estaba casi vacía.

Yo bebo de mi bebida y sonrío, creí que no cumpliría esa regla.

—¿Por qué te ríes? ¿Sabes que te estoy dando un mal ejemplo?— su voz suena más ronca de lo normal.

—No soy un bebé, Edmond— ruedo los ojos.

—Lo sé, pero no debí darte alcohol, yo soy el responsable y te estoy dando alcohol— muerde su labio inferior. —Pero, ¿sabes qué?, no me importa. ¿Vamos por más?— me mira.

Sonrío. ¿Dónde quedó el Edmond de antes?, pareciera que se lo tragó la tierra y enviaron a un Edmond más divertido. Asiento y volvemos adentro pero esta vez caminamos hacia la barra, Edmond pide dos botella de Whisky y dos vasos para Whiskey, me hace señas con la cabeza para que lo siga, caminamos nuevamente hasta la banca colgante, sirve la bebida en ambos vasos, yo lo observo, él bebe de un solo sorbo para luego hacer una mueca.

—¿No crees que es demasiado temprano para beber tanto?.

—Nop— murmura.

—¿Sucede algo?— me atrevo a preguntar.

—Nada— me mira.

—Si tú lo dices— miro hacia la entrada de la casa.

—Venir aquí me trae recuerdos— comenta al cabo de unos segundos. —De mi infancia— murmura.

—Edmond— musito.

—No, necesito desahogarme— gruñe.

—Está bien— respondo, sin creerlo.

EdmondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora