Capítulo 3

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Lucas Arnett

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Lucas Arnett

Hoy es sábado y es el primer partido de la temporada. Mi escuela se enfrentará contra otra totalmente diferente y Nathan me invitó a ir a verlo. Samantha, su novia, es parte de las porristas que apoyan al su equipo, por lo tanto irá a animarlo y como ella es la mejor amiga de Maya, Maya me invitó también. Por mera curiosidad acepté ir. El partido será por la noche, así que hasta entonces tengo tiempo de revisar qué llevaré puesto para la gran ocasión.

—Buenos días, campeón —saludó mi padre mientras se sentaba en la mesa.

—Buenos días.

—Nia es espectacular. Me enseñó lo valioso que es la opinión de nosotras las mujeres, también dijo que jamás me dejara llevar por los impulsos porque al parecer me hace... ¿Cómo dijo? —Alli colocó una mano en su mentón, pensativa—. Una loca impulsiva de mier...

—¡De acuerdo! Al parecer Nia es muy expresiva —interrumpió mi padre y yo reí por debajo.

—Es la mejor, papá. Deberían conocerla.

—Yo estoy muy agradecido con ella por lo que hizo en el autobús. Fue muy generoso de su parte.

—No es generosidad, papá, se llama sentido común —corrigió Alli.

Mi hermana, mi padre y yo seguimos platicando por un buen rato hasta que por fin terminamos de desayunar. Tenía que llevar a Alli a sus clases de piano mientras papá se quedaba a limpiar, seguido de ello yo iría con Maya al centro comercial para que comprase ropa para ponerse en el partido de esta noche. Hoy va ser un día muy ajetreado, lo presiento.

Nia Relish

Harta. Así me siento justo ahora.

Estoy sentada en una la sala de espera. A fin de cuentas mi madre ganó. Logró traerme a la maldita cita con mi nueva terapeuta.

Qué divertido.

—Nia Relish —anunció mi nombre una mujer que sostenía en sus manos una pizarra—. Es tu turno, la señorita Williams te está esperando en la sala cuatro.

Me levanté de aquella silla azul hecha de plástico tan incómoda en la que estaba. Mi madre tomó mi brazo antes de que me alejara para ir con la tal Williams y al mirarla pude notar la inquietud en sus ojos y la preocupación en su expresión.

—Trata de ser amable, Nia, por favor.

—Claro.

Toqué la puerta y enseguida una voz suave me permitió entrar. El cuarto en el que me encontraba justo ahora era grande, con una gran ventana que daba hacia la calle, también había estanterías con muchos libros en ellas y cerca de la gran ventana estaba un sillón gris —parece que a este tipo de personas les encantan los sillones grises—. Mis ojos vieron a la mujer de lentes de cabello rubio que se encontraba sentada en un gran escritorio de madera negra. En ese mismo escritorio había fotografías de una niña también rubia, así que supuse que era su hija.

Corazones de papel [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora