Capítulo 15

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Lucas Arnett

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Lucas Arnett

—¿Cómo está? —preguntó la señora Relish a la doctora.

—Vendamos las heridas que tenía en su mano y muñeca, también hicimos un lavado estomacal para retirar todas las pastillas que tomó. Sus exámenes de sangre indican que ingirió Xanax y metanfetaminas, por suerte logramos quitar parte de la sustancias de su organismo. Es necesario que sepa que atamos sus brazos a los costados de la cama para que no intente hacerse algún daño cuando despierte.

—¿Cuánto tiempo más estará dormida?

—Le di un sedante para que pueda dormir mejor, yo calculo que dentro de una hora y media estará despierta.

La madre de Nia tenía maquillaje embarrado por sus mejillas de tanto llorar, su nariz estaba roja y sus manos temblaban de nervios. No soportaba ver lo inquieta que estaba.

—¿Podemos pasar a verla?

La doctora asintió y de inmediato fuimos al cuarto de Nia. Estaba acostada, plenamente dormida y con un enorme suero conectado a su brazo. Verla de esa manera me partía el alma y haberla encontrado en ese baño fue la peor cosa que pude haber visto jamás. La chica pelirroja que llamó a mi puerta no supo explicarme qué fue lo que pasó o qué hacía dentro de la casa de Nia. Estaba en shock y no lograba formular palabra alguna, y luego de la nada salió corriendo del hospital. Erie depositó un suave beso en la mejilla de su hija y acarició su cabeza con la mano izquierda. Hablaba entre dientes, así que no podía escuchar lo que decía con claridad.

Después de hablarle a Nia sus ojos llorosos se posaron en mi persona. Me causó escalofríos.

—La última vez que estuvimos en un hospital fue porque Oliver se fracturó el brazo mientras patinaba —Hubo un silencio—. Gracias por traerla a tiempo, Lucas, muchas gracias.

—No hay nada que agradecer.

—No entiendo qué pasó... Ayer se cumplieron dos meses después de su sobredosis. Se supone que mi nena ya estaba bien. Ya no estaba triste, ya no... Creí... Creí que ya lo había superado.

—¿Habla de su padre?

Erie me miró con sorpresa y el ceño fruncido esperando una respuesta.

—Nia me contó lo que le pasó cuando era niña.

—Creí que su terapeuta al fin la estaba haciendo cambiar de opinión.

—Un trauma así no se supera de la noche a la mañana.

—Su padre, Roger, ganó su custodia de manera ilegal. Yo lo sabía, pero necesitaba pruebas para que me hicieran caso —Humedeció sus labios y limpió algunas lágrimas de sus mejillas—. ¿Cómo es que te contó? Nia no se lo había dicho a nadie y jamás me permitió contárselo a alguien más.

Me acerqué al otro lado de la camilla en la que estaba Nia, tomé su mano y entrelacé mis dedos con los suyos. Seguía tan pálida como la encontramos y sus dedos estaban fríos. Quise envolverlos en mi mano para así pasarle calor.

Corazones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora