Capítulo I.

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"Un muy querido amigo"

El murmullo pertinaz de las abejas y la cálida brisa de verano hacía parecer más opresivo el día. Las gotas de sudor se acumulaban en la frente de Shura mientras sus brazos agarrotados clamaban por descanso. Comenzó a arrepentirse de la ayuda que había ofrecido a su madre, cargar una canasta con varios frascos de miel de abeja y lociones desde muy temprano, no era la mejor forma de pasar un domingo.

Había parado debajo de la acogedora sombra de un árbol, observando el cielo despejado y de vez en cuando una que otra esponjosa nube que surcaba los mantos celestiales. A su lado abandonada, estaba la canasta, aún faltaban veinte pedidos por repartir y lo peor era la andanza bajo los sofocantes rayos del sol hasta los distintos vecindarios que ni cercas estaban por el suyo.

Soltó un suspiro limpiando el sudor de su frente mientras a lo lejos la voz de su amigo le reanimaba el alma.

—¡Shura! ¡Shuris! —era Aioros quien sin detener su marcha, gritó desde el final de la calle, corriendo junto a su pequeño hermano Aioria a quien llevaba de la mano mientras trataban ambos de darle alcance, parecía no afectarle el sol a ninguno de los dos, corriendo como si nada, riendo y saludándolo con las manos levantadas. Fue Aioria quien emocionado se adelantó dejando atrás a su hermano mayor, saludándolo de inmediato con un abrazo alrededor de su cintura. Aioria tan solo tenía cinco años y parecía haber encontrado un segundo hermano mayor en él.

—Hola Aioria— inevitablemente Shura correspondió su abrazo colocando su mano sobre la mata de suaves cabellos rubios, sonriendo sutilmente ante la emoción del pequeño, acarició su cabeza con cariño para después mirar al castaño quien, paro no frente a él, sino que, de lado de la canasta olvidada.

—Aioria deja a Shura, harás que se acalore más— regañó mientras asentaba una radiante sonrisa en sus labios — Hola Shuris, ¿Qué haces con esta canasta? — preguntó confundido, agachandose a curiosear el contenido — ¿Qué es esto? —

—Ah, son unos frascos de miel y unas lociones que me encargo entregar mi mamá— la respuesta de Shura fue tímida, sin saber porque razón. Algunas veces así era, Shura se mostraba tímido y reservado con quien era su mejor amigo.

—Humm, ya veo...— pensó mientras apoyaba su barbilla en una de sus manos —¡Bien! — tomó la canasta en su brazo parándose con seguridad digna de un hermano mayor — Aioria ya sé qué haremos hoy— miró a su hermano juguetonamente —ayudaremos a Shuris a entregar estos frasquitos y nos iremos por un helado con el dinero que mamá nos dio— finalizó con orgullo, colocando su otra mano libre en su cintura. Para tener diez años, Shura siempre consideró maduro y valiente a su castaño amigo, incluso llegaba a sentirse inferior e intimidado por la bondad y la vivez que Aioros tenía.

Aioria pareció seguir el juego de su hermano, pues ya posaba de la misma manera separándose de él, con una mirada llena de determinación. Shura invadido por la pena respondió con el tono carmín en sus mejillas.

—No, eh, Aioros yo puedo hacerlo solo, además quedan aún muchos pedidos por entregar—

—¿Y qué tiene? Siendo nosotros tres podemos acabar más rápido y será más divertido, por otro lado, no teníamos nada que hacer ¿verdad Aioria? —

El rubio movió con emoción su cabeza negando, dándole la razón a su hermano.

—Bueno, gracias— resignado, Shura contestó sin dejar de sentir ese rubor en su angelical rostro.

—Andando entonces. Señor Shura guíenos a la aventura— ordenó Aioros en su tierna imitación de capitán. Pues era costumbre tomar el papel de capitán en sus juegos habituales.

Pedacito de AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora