Capítulo VI

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"El sabor de los recuerdos"

El arrullo del sinsonte despertó lentamente a Shura, dejando que el sol derramara su belleza por toda la habitación. Su cuerpo se sintió ligero con la tranquilidad por todo su ser. Un nuevo día se alzaba sobre la bella ciudad de Atenas, y con ello un comienzo maravilloso. La noche había transcurrido serena junto al paso de dulces quimeras que para Shura fueron como el eterno descansar. No hubo pesadillas, ni gritos o la sensación extraña en su pecho al despertar, solo una tranquilidad que le dejaba con deseos de disfrutar su día.

Sin duda el buen humor imperaba en él, incluso la casa a comparación del día anterior se sentía alegre y llena de vida, extrañamente.

El transcurrir de su mañana fue meramente ameno, sintonizándose a la perfección con la armonía del día. Desayunó disfrutando el sabor del café y las tostadas, trabajó con motivación y dedicación, e incluso al medio día, las actividades del hogar resultaron muy agradables, teniendo en cuenta que muy poco le llamaba la atención relacionarse con esas actividades frustrantes y largas de limpiar, barrer, cocinar o surtir la despensa. Creía que él era más de oficina, un hombre diplomático del trabajo y de los negocios, que una imitación barata de una ama de casa, sin embargo, hoy, estaba preparándose para ir a comprar lo necesario para llenar su alacena.

En Canadá, estaba acostumbrado a que alguien más se hiciera cargo de las actividades domésticas mientras él ocupaba todo su tiempo a su trabajo, por lo que no estaba familiarizado a ir a un supermercado y comprar cosas típicas para la despensa, así que hacerlo por primera vez sin ayuda de nadie y en Grecia lo dejaba con una extraña emoción, que creía que provenía de un lejano recuerdo, cuando acompañaba a su madre al supermercado y hacían juntos las compras.

Con la sonrisa en sus labios, tomó su billetera, las llaves y unos lentes de sol, que los colocó sobre sus ojos una vez que cerró la puerta tras de sí. Con paso tranquilo empezó a deambular por aquellas calles, sí su memoria no fallaba, podría dar directamente con aquel mini super donde su pareja había comprado algunas cosas, al segundo día de su llegada.

Caminó por quince minutos a paso lento hasta que finalmente logró dar con el mini super, sin embargo, al acercarse a la puerta de cristal, notó un cartel bastante llamativo...

—¡Carajo! Está cerrado— masculló molesto.

—Pff, es una lástima, caminé tanto para que estuviera cerrado—

Una segunda voz se lamentó. Aquello hizo voltear a Shura con rapidez, encarando al otro desafortunado que, como él, había tenido la mala suerte de encontrar cerrado.

—Ah, hola, Shura ¿cómo estás? Hum, te ves un poco pálido el día de hoy—

—Ho-hola— apenas pudo responder. Su presencia había sido totalmente desapercibida por él, ni siquiera escuchó el sonido de sus pasos aproximándose a la puerta de la tienda y lo peor de la situación es que de nuevo se había encontrado con aquel joven desesperante de cabellos castaños.

—¿También venías a comprar dulces a este super? — Lulo preguntó mientras se acercaba un poco más a Shura, observándole detalladamente mientras él estaba aún en un proceso de digerir el cómo no se había dado cuenta de su llegada.

—Si, digo no. Venía solo por unas cosas para la cena, pero creo esta noche no habrá— miró de nuevo el cartel y bufó alejándose de la puerta y manteniendo su distancia con aquel muchachito que lo miraba con una atención bastante incómoda.

—Sabes, conozco otro super mercado, de hecho, es más grande que este y tiene más cosas, si quieres te puedo llevar. Yo vine a este porque solo aquí vende los dulces que nos gustan a mi hermano y a mí. He buscado en otras tiendas y no los encuentro—

Pedacito de AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora