Capítulo VII

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"¿Esperar y Amar?"

La tarde tan blanda y tranquila como un espeso musgo, hacía temblar su boca y finos dedos, los nervios se acumulaban en su estómago mientras la espera se convertía en su eterna pesadilla. Su mirada se cansó de ver el horizonte, como aquella vez que se cansó de esperar en la sala a que el teléfono sonara, esperando a que su amigo lo llamara.

Está agotado, y el ambiente de la tarde flota y se convierte en ese aroma de ausencia, que le dice a su alma: nunca y a su corazón: espera.

Marchando el sol está, la tarde muere y un vago rumor resuena en su cabeza mientras el ocaso sube a la copa de los árboles. Finalmente se marcha y se abandona, con las manos heladas y el alma temerosa. Volvía a suceder la amarga espera, volvía a sentirse solo sin él.

La espera de Shura pronto terminó cuando vio salir a su novio de aquel gran edificio.

Había esperado más de media hora para que al final pudiera ir hasta el hermoso hombre de cabellos extravagantes y estrecharlo entre sus brazos, contento de poder tener un tiempo con él, después de tanto trabajo.

—Realmente no creí que vinieras hasta aquí solo por mi—

—¿Enserio, tan poco romántico me crees? —

—Pues tu historial de hombre serio y frío no te ayuda—

Las acciones de Mu dejaban a Shura embelesado mientras sus manos se deslizaban por su cintura, marcando con dulzura la figura del hombre en sus brazos, que por discreción pronto abandonó el nido cálido que Shura le daba.

—Toma aquello como un halago, solo tú puedes sacar mi lado romántico—

—Vaya que afortunado me siento entonces de tenerte a mi lado—

Fue la risa de Mu, la primera en escucharse y seguidamente fue Shura quien se contagió de esta, que sin duda disfrutaba como un amanecer y una taza de café. Esta misma risa impulsó a ambos a empezar su camino, alejándose de aquel edificio de fachada antigua, donde trabajaba el joven de lilas cabellos, aunque mas que nada para Shura fue huir de aquella torre en la que más de tres días Mu era encerrado y alejado de él.

Sus manos se entrelazaron, justo cuando avanzaron por una de las calles menos concurridas de Atenas durante el día. El buen humor imperaba en Shura, quien había estado esperando ansioso a su novio para poder pasear un rato, comer juntos y quizás tener un poco más de intimidad.

—La mañana ha sido muy pesada, creí que hoy estaría hasta tarde analizando unos cuantos escritos antiguos y entrevistando a reconocidos arqueólogos de Grecia, pero me alegra que no hayan podido venir a nuestra entrevista, bueno, de cierto modo—

Rompió el silencio Mu, expresando la fortuna que tuvo de que al menos aquella inesperada cancelación de la entrevista haya traído algo bueno.

—Si algún día los conociera, les agradecería por ello. Sé que es tu deber y pasión, sin embargo, creo que tanto exceso de trabajo en una ciudad tan bella, puede causarte estrés y te pueden salir canas, Mu—

—Miran quien lo dice, el hombre: "No puedo, tengo trabajo que hacer". Shura, mi amor, de todas las personas que conozco y que me pueden sermonear tú eres el menos indicado. En Canadá todo era trabajo para ti, diría que eras un ratón de oficina— rio un poco mientras daba un apretoncito a la mano de Shura quien le miraba con una cara de poker.

—¡Oye, claro que no! solo soy muy responsable y trabajador— Protestó Shura, devolviendo el leve apretón de manos.

Mu rodó los ojos, sin esconder la sonrisa en sus labios— Ajá, lo que digas, creo que exageras, además, sabes que tiño mi cabello, así que no hay canas por las que preocuparse y si me salieran, me ahorraría la decoloración—

Pedacito de AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora