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Dos horas más tarde estaba sentada con mis dos mejores amigas bebiendo mimosas en el patio de nuestro restaurante favorito, hablando de hombres, ropa y trabajo. Agatha me sorprendió trayéndome un vestido que estaba hecho de la tela más suntuosa que había visto en toda mi vida. Estaba metido en una bolsa para trajes que colgaba de una silla que había a mi lado.

—¿Qué tal el trabajo? —preguntó Agatha entre dos trozos de melón—. ¿la hija deputa de tu jefa sigue haciéndotelo pasar mal, Raquel?

—Oh, la hija de puta mas atractiva... —suspiró Silene y yo me puse a estudiar atentamente las gotas de condensación de mi copa. Ella se metió una uva en la boca y habló mientras la masticaba—.

 Diosa, tendrías que verla, Agatha. Es la mejor descripción de ella que he oído en mi vida. Es una diosa. Y lo digo en serio. No tiene nada de malo, al menos físicamente. Una cara perfecta, el cuerpo, la ropa, el pelo. Lo lleva así, como en un despeinado artístico increíble —dijo haciendo gestos por encima de su cabeza—. Puse los ojos en blanco. No necesitaba que nadie me recordara lo del pelo.

—Y, no sé lo que te habrá dicho Raquel, pero es odiosa —siguió Silene poniéndose seria—. Quiero decir, a los quince minutos de conocerla ya quería reventarle las cuatro ruedas con una navaja. Es la mayor hija de puta que he conocido.

Estuve a punto de atragantarme con un trozo de piña. Si Silene supiera... Y además estaba muy bien dotada en cuanto a atributos femeninos. Era injusto.

—¿Y por qué es tan capulla?

—¿Quién sabe? —contestó Silene, y después parpadeó como si estuviera realmente pensando que podía tener una buena excusa—. ¿Tal vez tuvo una infancia difícil?

—Pero ¿conoces a su familia? —le pregunté escéptica—. Su infancia ha tenido que ser idílica.

—Cierto —concedió—. Tal vez es algún tipo de mecanismo de defensa. Quizá está amargada y cree que tiene que trabajar más y reivindicarse ante todo el mundo continuamente porque ser tan guapa...

Reí entre dientes.

—No hay ninguna razón profunda. Ella cree que a todo el mundo debe importarle tanto su trabajo como a ella, pero la mayoría de la gente no comparte su visión. Y eso le molesta.

—¿Le estás defendiendo, Raquel? —le preguntó Silene con una sonrisa sorprendida.

—De ninguna manera.

Noté que los ojos marrones de Agatha estaban fijos en mí y que los había entornado en una acusación silenciosa. Me había quejado mucho de mi jefe en los últimos meses, pero tal vez no había mencionado que era guapísimo.

—Raquel, ¿me has estado ocultando algo? ¿Está buena tu jefa? —me preguntó.

—Sí que es guapísima, pero su personalidad hace que sea muy difícil apreciarlo. —Intenté parecer todo lo despreocupada que pude. Agatha podía leer casi cualquier cosa que yo pensara.

—Bueno —dijo encogiéndose de hombros y dándole un largo sorbo a su bebida— tal ves no folla y eso es lo que realmente la saca de quicio.

Yo vacié mi copa de un trago mientras mis dos amigas se partían de risa.
El lunes por la mañana entré en el edificio hecha un manojo de nervios. Había tomado una decisión: no iba a sacrificar mi trabajo por nuestra falta de buen juicio. Quería acabar en ese puesto con una presentación estelar para la junta de la beca y después salir de allí para empezar mi verdadera carrera. Nada de sexo ni de fantasías. Podía trabajar con la señorita Sierra (solo negocios) durante unos meses más.

Mi Secretaria 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora